sábado, 21 de marzo de 2015

Pensamientos sobre la arena





Manuela caminaba despacio por la orilla de la playa, desierta a aquellas horas de la noche. Bajo sus pies percibía el cosquilleo de la arena, al tiempo que le llegaban los sonidos de la noche y  el mar le ofrecía la imagen de la luna dejando su luz sobre sus aguas, creando así imaginarios pececillos plateados, que juguetones saltaban sobre las olas antes de llegar a la orilla.

            Durante un tiempo se quedó mirando la unión del mar con la luna y el camino que se abría desde la orilla hasta el horizonte, donde la luz se hacía más intensa. Cerró por un momento los ojos para guardar en su mente la imagen, cuando de pronto sintió en sus pies la caricia del agua. La sorpresa se dibujó en su rostro. No sabía cómo había comenzado a caminar por el sendero que se abría sobre las aguas. Con la sorpresa aun reflejada en su rostro dio media vuelta, buscando un lugar donde poder hablar y escuchar las voces que le llegaban de su interior. Sus pasos se encaminaron hasta unas rocas próximas al lugar donde se encontraba. Una vez allí miró a su alrededor. En aquel lugar reinaba el silencio, que era roto por las pequeñas olas que llegaban a la orilla. Sin dudarlo un instante se sentó sobre la arena, con la mirada perdida en la distancia, al tiempo que los pensamientos se  iban alineando en su mente y, como si de una margarita se tratara, los fue dejando sobre la arena, sintiendo cómo el alma se aligeraba de peso y se dejaba vencer por el ensueño.

             Y sus sueños se llenaron de imágenes casi olvidadas, que se mezclaban con el susurro de las olas al romper sobre la playa.

             Cuando abrió de nuevo los ojos, pensó si todo aquello había sido fruto de su imaginación, pero al mirar la arena, vio los pensamientos escritos en letras invisibles sobre ellas.

             La mujer espero un tiempo antes de iniciar en camino de vuelta. Volvió de nuevo la vista a las tranquilas aguas. Después, muy lentamente, los fue recogiendo   uno a uno depositándolos de nuevo en su mente. Cuando hubo terminado se puso en pie y comenzó a caminar, de regreso hacia las luces que la llevaban hasta las primeras casas. Atrás quedaban las huellas de los pensamientos descansando sobre la arena.


IRIS

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