sábado, 24 de febrero de 2018

Una ventana con vistas





Buenaventura procuraba pasear por su barrio siempre que las condiciones climatológicas lo permitieran. Vivía en un bloque de once pisos, en un sexto. Cuando se encerraba entre sus cuatro paredes, sentía la sensación del cautivo, que su vida se limitaba en un número escaso de metros cuadrados. Pero existen las ventanas.

Su bloque daba a una avenida y enfrente tenía un parque donde cohabitaban la especie humana con  la fauna y la flora. Por otro lado, su vivienda daba a una rotonda y bloques con tiendas y un aparcamiento.

Cual vigilante de guardia hacía sus rondas. Ahora observaba la vida cotidiana de las gentes. Conocía los coches que entraban al aparcamiento por sus colores, tamaños, y modelos y los asociaba a las personas que entraban y salían a pie del garaje. Quien frecuentaba los bares, quien salía con su barra de pan de la tienda, quien llevaba los niños a la guardería o cuando recogían las basuras los camiones municipales.

El parque tenía vida propia. Cabían todas las especies vivientes. Desde niños con madres, perros con dueños, Mayores con bastones y muletas o jóvenes en pandilla, parejas agarradas de la mano o deportistas solitarios corriendo por sus caminos.

Enfrente de su ventana las copas de los plataneros alcanzaban sus últimas ramas a la altura de su vista. Un nido de urracas, cual pisito de primavera cerrado el resto del año, le proporcionaba observar la eclosión de la vida de los ovíparos, desde la reforma integral que la pareja efectuaba antes de aposentarse en él, hasta la custodia de los huevos y polluelos y la salida en busca de alimentos de los padres.

Antes del ritual de apareamiento visitaban el nido otras parejas de cotorras, palomas o mirlos, que eran apartados sin contemplaciones por la pareja de urracas que siempre estaba al acecho de que no tuviera ocupas su posesión.

El parque tenía una serie de fuentes con estatuas mitológicas y un par de estanques donde los patos de la zona procreaban a sus proles y donde también se podía ver alguna tortuga casera que sus dueños, pensando que estarían mejor en su hábitat, los depositaban con todo cariño.

También, al fondo del parque había una iglesia. Lo que más le gustaba a Buenaventura eran los días que se celebraban bodas. Cuando salín casados los novios, tiraban pétalos de flores o arroz a los recién casados y explotaban tracas. Las calles del parque eran un verdadero desfile de modelos de vestidos y pamelas, haciéndose fotos con los novios o sentados en las terrazas del restaurante que ocupaba el centro del parque.

En algún momento, el homo sapiens dejó de vivir en la oscuridad de la cueva y creó chozas y cabañas a las que habilitaron con una oquedad para que entrara el aire y la luz y por la que podían ver el exterior. Desde entonces, no concebimos nuestras viviendas sin esa conexión con la vida que nos rodea, haciéndonos curiosos por naturaleza.

Rabo de lagartija

La tribu





Batúm era alto, fuerte, joven y líder de una tribu no muy numerosa pero si muy unida. Era su responsabilidad que todos los componentes del grupo tuvieran comida, así que se esforzaba en organizar cacerías que resultaban muy fructíferas. Mantenía a las mujeres ocupadas en recoger, por el camino, todos los frutos que pudieran. Por las noches junto al fuego contaba historias a los más pequeños, para enseñarles la técnica de la caza y la fortaleza que se necesita para dirigir una tribu.

Todos seguían a Batúm, era un buen jefe.

El padre de Batúm era ya un anciano y en el último invierno estuvo muy enfermo, luego en primavera se recuperó, pero le costaba caminar y  ralentizaba la marcha del grupo. El anciano entendió que debía abandonar la tribu. Buscaron una cueva  tranquila, se ocuparon de dejarle alimento y una mañana todos partieron y el anciano se quedó esperando una muerte segura. Sin el grupo no sobreviviría.

Era una costumbre de la tribu, cuando algún miembro  no podía llevar el ritmo o alguien enfermaba,  se le dejaba a su suerte, pues ya había cumplido con su deber, era normal, eran decisiones de Batúm.

Pasaron los años y Batúm envejeció. El nuevo líder entendía a su grupo muy bien y no les faltaba comida, buscaba los arroyos más abundantes y los caminos con más frutas.
Una mañana las piernas de Batúm no respondían, no se podía levantar de su lecho, envuelto en sus pieles, la decisión del jefe fue contundente. Lo abandonarían allí.

No lo podía creer, él aún podía hacer cosas por la tribu. No lo permitiría

Pobre anciano, dijo que  se encargaría de mantener entretenidos a los niños, mientras las mujeres recolectaban, Imploró. Suplicó. Se arrastró. Lloró. Se negó a quedarse solo.

Pero un líder fuerte hace todo por el bien de su pueblo.

Y Batúm se quedó solo, esperando una muerte segura.


Clave de Sol

Cada día





         No hay que enfadarse por nada, ni con nadie. Y ¿por qué? Pues la respuesta está en poner buena cara en los momentos difíciles. Y ¿Cuáles son los momentos difíciles? Pues a cada cual nos puede parecer de distinta manera.

         Si tus vecinos no te dejan vivir tranquilo, lo mejor es hacer lo mismo que ellos, pero cuando les duela, que puede ser a las seis de la mañana. Hacerte un zumo con la batidora a toda potencia, o pasar la aspiradora y algunas cosas más, hasta que sean ellos los que se enfaden.

         Tampoco es para enfadarse cuando en la calle hay un montón que algún perro ha dejado, y que su dueño no ha retirado. Eso sí, te acuerdas del perro, del dueño del perro, de la madre y del padre del dueño del perro, y de todos los suyos. Eso pasa cada día.

Y… Pasa cada día que vemos en los contendores las cosas que se dejan fuera de ellos, y lo mal que huelen, y el efecto tan desagradable y la falta de civismo.

         También nos encontramos cada día algún coche que se para en el paso y no permite eso, el paso, sobre todo de personas con dificultad para moverse. No sé si sea ese tu caso, pero seguro que lo recuerdas, aunque no te enfades cada día.


Trotamundos

Una épica





El tren fantasma acabaría por llenarse de sonidos y colores
 que resultarían tan reales como la propia vida.
Por el balbuceante invento cuyos primeros pasos presenció.
Eran mineros que añoraban el verdor de su valle.
Eran cómicos que cantaban bajo la lluvia, eran aventureros
 que salieron al espacio para hacerse con el secreto de la eternidad.
Eran vagabundos que se vieron arrastrados por la quimera del oro.
El cine ha sabido condensar, en solo un siglo, la historia
 que las personas han tejido desde que estuvieron en pie
 tratando de responder a sus miedos.
Ha servido para bailar, para besar. Ha hurgado en las almas.
Ha sido vehículo y testimonio del amor, de la pasión, del desamor…
Veréis que el denso relato que contiene, ha sido escrito por bastardos
 y líderes, por emigrantes y privilegiados, por putas y  ángeles,
 por bellos y deformes.
Como todo en la vida, por otra parte.
 Vivió lo suficiente para presentar el paso de aquel tren por algunas
 de las principales estaciones que jalonaron su trayecto hacia la madurez.
El de ahora es feliz, aunque no del todo final. En cualquier parte del planeta, hay alguien no conocido que sueña con reunir dinero
 y hacer una película. Alguien que enseña gestos ante un espejo.
Que algún día serán de otra.

                 Otra en la pantalla del sorprendente invento.        

QUIRÓN

jueves, 15 de febrero de 2018

El trabajo





De repente sonó el teléfono, estaba sola, sentada en el sofá y se sobresaltó.

Tenía por costumbre levantarse a las ocho, desayunar y ponerse a leer más o menos durante una hora. Luego se iba a sus actividades diarias, gimnasia, a caminar.

Estaba muy concentrada en la lectura y tardó unos segundos en darse cuenta de la música del móvil.

El número que aparecía en la pantalla no le dio ninguna información, era un número desconocido.

Desde que vivía sola, estaba más tranquila, muy a gusto consigo misma, disfrutaba de sus libros, de la gimnasia, pero claro, necesitaba trabajar.

La voz del otro lado del móvil era masculina y le dijo su nombre, ella reconoció que si, que efectivamente estaba hablando con Ana.

Le ofreció una entrevista de trabajo para esa misma tarde, Ana concertó la cita sin hacerse muchas preguntas.

Se vistió como siempre, sencillamente con un pantalón vaquero y una camiseta que llevaba un logotipo de una de sus series favoritas, sin darle más importancia al calzado , que era bastante cómodo y a su pelo que lo recogió en una graciosa coleta.

Se presentó en la dirección que la voz le había indicado, esperó unos minutos en una sala, con muy poca decoración, apenas unos cuantos sofás individuales.

La hicieron pasar al despacho en el que reconoció la voz a través del móvil, que se presentó como Pedro, jefe de recursos humanos.

Le ofreció un trabajo con buen horario, un salario decente, porque había visto cada cosa por ahí….

Sin más preámbulos quedaron para firmar el contrato al día siguiente.

Cuándo Ana llegó a su casa supo que su rutina se iba a romper, así que decidió pasar lo que quedaba de tarde haciendo lo que realmente le gustaba.
                                                                                                                         Clave de Sol

El vecino de arriba





        Adrián era un ser pacífico, optimista y tenía la convicción de que los seres humanos eran buenos por naturaleza. Vivía en un quinto de un edificio de diez plantas. Saludaba a sus vecinos, participaba en las reuniones informales y escuchaba con atención las opiniones de los demás sobre cualquier aspecto de la vida cotidiana.

        La vecina de arriba, una señora muy mayor, había fallecido y sus herederos habían vendido el piso a unos señores. Un lunes, a la ocho y media en punto de la mañana, empezó la obra del nuevo vecino de arriba que, en principio, iba a cambiar el baño y la cocina. Bueno, serán un par de semanas. Hay que comprender que toda obra conlleva ruidos, golpes, polvo en el portal y el ascensor, que los primeros días está siempre ocupado por la obra. Bajar y subir escalones es un buen ejercicio y no me vendrá mal.

     Paraban para comer, de dos a tres de la tarde. Adrián aprovechaba y comía pronto para, en esa hora de desconexión del infierno de la obra, se echaba la siesta. No necesitaba poner el despertador, eran siempre puntuales. Pasaron las dos semanas, con sus sábados incluidos, pero la bendita obra no bajaba en intensidad. Del estruendo en la cocina y el baño, pasaron a la demolición del salón y las habitaciones. Un mes, dos meses. Ya parece que no pican. Ahora empezaba el ruido de la hormigonera, los golpes para hacer tabiques, poner suelos y baldosines.

        A los tres meses, desesperado Adrián acudió al Ayuntamiento para informarse de qué tipo de obra había solicitado licencia su vecino. Le informaron que solamente era renovación de saneamientos. Prudentemente se calló. Todo el mundo ponía menos obra para pagar menos tasas. Un día se encontró en el ascensor con los obreros que estaban haciendo la remodelación del piso de arriba y, con educación les preguntó que cuando tenían previsto acabar dicha obra. Le respondieron que en una semana darían paso a pintores, carpinteros y fontaneros.

        El vecino del piso que daba pared con el de la obra le informó que el propietario se le había ocurrido que antes de terminar, iba a cambiar todas las ventanas y cristaleras por aluminio blanco y que tenían para otra temporada. Qué sufrimiento. Con el paso de los días a Adrián le estaba cambiando el carácter. Ya no creía en la bonanza de las personas. La irritación se apoderaba de él cuanto más ruido asimilaba y sufría. Sus hábitos de descanso plácido se veían inundados de sobresaltos, pesadillas e insomnios. Acabaron las dichosas ventanas, pintaron el piso y remató el barnizador el suelo de madera con su irritante máquina de pulir y lijar.

        Por fin, un día desde su ventana vio una camioneta donde cargaban toda suerte de herramientas, máquinas y sobrantes de yesos, pinturas y aluminios, y disfrutó viendo como se alejaban sin intenciones de volver. La tranquilidad volvería a su vida. Iluso. Al siguiente día, esperando el ascensor se juntó con un grupo de personas que, por su conversación, dedujo que eran los padres y suegros del vecino de arriba que comentaban las lámparas, cortinas y apliques que tenían que colocar para que los niños pudieran vivir cómodamente en el nuevo pisito.

        Adrián pidió cita en el psicólogo y contactó con una agencia inmobiliaria para la venta de su piso. Tenía la firme decisión de asentarse en la casita del pueblo que sus padres le habían dejado. Se dio cuenta de la capacidad que tienen los seres humanos de alterar la conducta de sus congéneres sin ser conscientes de ello.

Rabo de lagartija

Ideas paralelas





He desempolvado este texto que se me ocurrió hace unos años. En aquella época en la que Monseñor Rouco Varela pastoreaba las manifestaciones de la mano del Partido Popular, en contra de la, Ley  del Aborto. Ha pasado el tiempo y de nuevo  las mujeres se unen para que se las escuche.  La crisis nos ha arruinado a toda la sociedad, pero las mujeres  siguen sufriendo aquellas y otras carencias como por ejemplo, la “desigualdad salarial”, (de la que el presidente M. Rajoy, dijo, “no nos metamos en eso”)  la “de su jubilación”, y qué decir de “la violencia machista”, que se agudizan de día en día.

Y el texto dice así:

Nos contaron que existían y existen dos clases de inquisidores: unos flacos y ascéticos, otros gordos y hedonistas, pero en ambos casos su mente está exenta de dudas y es más fácil extraerles una piedra de la vesícula, que arrancarles del corazón un poco de piedad hacía la debilidad humana.

De Giacomo Savonarola, se conserva un retrato en el convento de San Marcos de Florencia, una mirada rapaz  asoma por el capuchón con una palidez enfermiza.

Tomas de Torquemada, en cambio, exhibe una imagen pletórica, con dos carrillos rellenos y una papada con tres orlas carnales hacia el pecho, propias de alguien que ha gozado muchos años de los placeres del cochinillo asado, antes de mandar a la hoguera a un número considerable de herejes.

 Pese a que el ser humano es una criatura atrapada por un oscuro temor ante el futuro, en realidad no pierde la esperanza de pasarlo lo mejor posible. Pero frente al deseo común de una vida sin hacer daño a nadie, hay otros seres que se erigen así mismos en representantes del bien en la tierra y señalan con el dedo, la ardua tarea que tienes para subir la cuesta sin caer en el infierno.

 Un ejemplo de inquisidor ascético, es la insigne figura de Rouco Varela, enteco de voz oscura, de rigor escolástico, al que uno imagina alimentado de acelgas y pescado hervido. Por el contrario, el diseño de inquisidor pletórico y feliz le corresponde a monseñor Moncada Camino.

 Que con su pan se lo coman.  Y que  su Dios se lo premie.

    QUIRÓN


Recordar hoy






                      Quisiera recordar hoy,
                   pues mañana es otro día,
                   antes que la niebla cubra
                   todo cuanto poseía.

                   Recordar cuantos caminos,
                   cuantos ríos, cuantas fuentes,
                   cuantos pasos que dí en falso
                   y el saludo de las gentes.

                   Recordar tantos desprecios,
                   añorar tantos amigos,
                   cuantos abrazos y besos
                   y quereres fugitivos.

                   Mi mochila de recuerdos
                   es un barullo de historias,
                   unas llenas de colores
                   y otras quedan en la gloria.

                   Cuando a oscuras en la cama
                   aparecen los recuerdos,
                   son tantos los que te claman,
                   unos locos y otros cuerdos.


Trotamundos

Carta a un jubilado






            Esta carta va dirigida al paciente jubilado. No tienes un rostro definido para mí, pero en ti quedan reflejados aquellos que como tú, disfrutáis del descanso tan  merecido después de muchos años de sacrificio y trabajo.

            Te imagino a ti sentado frente al televisor o escuchando la radio, donde hace ya tiempo no se habla de otra cosa que de las pensiones y del peligro que éstas corren por falta de dinero. Según sigues escuchando las explicaciones que dan los responsables, de la mala situación que atraviesa el fondo de pensiones, una ola de cabreo se va apoderando de ti, al tiempo que piensas que es muy fácil echar la culpa al que menos la tiene, y tienes razón.

            En tu caso, como en la mayoría de tu generación, habéis cotizado más de 40 años, pero los futuros pensionistas no van a alcanzar el tiempo necesario para cobrar una pensión. Pero la culpa no será vuestra, si no de la mala calidad del empleo que hay en estos momentos.

             A los responsables de esto, sólo se les ocurre plantear el retrasar la edad de jubilación, porque según dicen vivís más, pero no hablan de los que prejubilan   con cincuenta y muy pocos años.

            También puedo imaginar cómo te has quedado al escuchar que alguien ha comentado que no le importaría jubilarse a los 80 años. A ti tampoco te hubiera importado siempre que te hubiera recogido el coche en la puerta de tu  casa para llevarte al despacho y después de vuelta a la misma. Quizás  no habrías dejado un trabajo tan cómodo.

            ¡Ay, amigo mío! Tendrás que armarte de paciencia, porque el tema de la jubilación rondará y rondará y no te sientas culpable, tú has contribuido para conseguir este derecho.

            A los pensionistas del futuro, no veáis a los de hoy como culpables del riesgo de las pensiones, si no pedir a los verdaderos responsables que trabajen de una vez por todas para mejorar la calidad del empleo, donde no solo se contrate por horas, por semanas o meses sueltos. Sólo mejorando el empleo, nuestros jóvenes de ahora podrán alcanzar la jubilación.

            Hasta siempre jubilado.


I R I S

viernes, 9 de febrero de 2018

¡Por fin nieva!





    Inocencio se arrebujó en el sofá, se colocó la mantita alrededor de sus piernas y subida hasta su torso. Sólo la mano derecha se sacrificaba a pasar frío porque con ella dominaba el mando a distancia del televisor.

    Tenía una edad indeterminada, unos ojillos espabilados, la cara imberbe y una cicatriz que le cruzaba el pómulo desde la oreja hasta el mentón. Desde el accidente con el tractor el tribunal médico lo declaró inútil total, le asignó una pensión vitalicia y, al carecer de familia, puesto que era huérfano e hijo único, le concedieron un piso de bajo alquiler en los extrarradios de la ciudad.

    Era de vocación célibe, salía de casa lo imprescindible para comprar alimentos básicos. Había aprendido a cocinar los platos más sencillos para mantenerse alimentado y fregaba, barría y lavaba los jueves por la tarde. Su mayor entretenimiento era dominar las cadenas de la televisión con su mando a distancia. No había cosa que más le horrorizara que los anuncios publicitarios, Cambiaba como un autómata de canal en cuanto asomaban a la pantalla. Contrató con una empresa de telefonía la dichosa fibra, que le permitía ver canales sin propaganda o ver los canales normales cuando estaban a medias de un programa, porque con su mando podía verlos desde el principio y pasar rápidamente la publicidad.

    Añoraba su terruño, donde cultivaba cereales. Tenía un huerto que mimaba como a un hijo y unos árboles frutales que le proporcionaban esas golosinas de la naturaleza, sin condimentos ni aditamentos. Observaba con interés las nubes y el viento y escogía el mejor momento para la siembra o la recolección del trigo y la cebada. Unas pocas gallinas le suministraban huevos y pollos que, junto con las hortalizas, verduras y legumbres, eran la base de su alimentación.

    Buscaba con su mando mágico programas del campo, de la caza, de la que fue aficionado de joven, o una buena corrida de toros. Siempre sin anuncios. El era austero en su vestimenta y decoración de su casa. Le gustaban tanto los veranos como los inviernos, los días largos y cortos. Disfrutaba con las primaveras cuando eclosionaban las flores y los frutos, tanto como los otoños con su paleta de colores ocres y magentas. Lo que más le gustaba eran los días lluviosos, como buen campesino, y, sobre todo,  ver descender suavemente los copos de nieve que se apelotonaban unos con otros y formaban alfombras de blancura que dibujaban figuras que su imaginación convertía en animales, montañas o castillos feudales.

    Algo sonaba contra el cristal de la ventana. Inocencio levantó la mirada y contempló cómo desde el cielo, las nubes lloraban lágrimas blancas. ¡Por fin nieva!


Rabo de lagartija  

La mano que mece la cuna





         Claro que la mano que yo he visto es la mano de un joven, que desde hace años se gana la vida en el mercado municipal, donde suelo hacer la compra. La extrañeza de ver esa mano extendida pidiendo. Esperaba siempre con ellas, con las manos en los bolsillos, hasta que lo reclamaba alguien para hacer de transportista de la compra. La mayoría ancianas, o gente imposibilitada para llevar carga. Personas solitarias a las que también daba conversación. Simpatía. Le llamaba, le llaman por el apodo de “Euro”. ¡Oye Euro! Flaco y fibroso como un junco, hacía su trabajo con diligencia. Las bolsas bien sujetas y la cabeza erguida, a la manera de un yogui, abriendo paso.

         Ahora, Euro extiende la mano. Desde niño se había ganado de portador. Está tenso, pero su mirada sigue siendo giratoria, como un periscopio, con la esperanza de que alguien lo reclame. Me cuenta que apenas tiene transporte. Hay personas ancianas que llevan ellas las bolsas o que arrastran un carrito por las cuestas. Le dicen: “Lo siento Euro”, pero tiene que ahorrar hasta el último céntimo. “Hay gente que me dice que ya no enciende la luz por la noche”. Es un experto en vidas precarias. Lástima que no le convoquen a un consejo de ministros.

         Christian Felber, profesor de economía de la Universidad de Viena, ha propuesto sustituir el PIB, como desalmado indicador de la riqueza del país, por otra forma de medir: El “Balance del Bien Común”, más realista, más honesta. “Una realidad inteligente”, que pondría en evidencia el tamaño de las brechas.

         Euro es consciente de vivir en una brecha, y por eso extiende su mano visible y vacía, y su cabeza gira continuamente como un periscopio angustiado. Cada vez hay más gente caída en la brecha.

         El gobierno dice que hemos salido de la crisis. Eso será en el PIB. Desde un “Balance del Bien Común”, es un error equivocado. Vivimos una  poscrisis española de recuperación regresiva, donde se agrandan las brechas. Deberían incorporar esa información a los espacios de meteorología, porque mucha gente sale de casa desinformada, y se cae en la brecha.

         Tenemos la brecha de la desigualdad salarial. Los ejecutivos ganas como media, un 30% más que cuando se originó la crisis. El incremento es mayor en los altos ejecutivos. Los trabajadores han perdido más de un 11% del poder adquisitivo. Un ejecutivo del IBEX gana 112 veces el sueldo medio de la compañía y el equivalente a lo que cobran 227 empleados con el salario bajo.

         En Islandia, el Gobierno ha establecido por decreto, la igualdad salarial de mujeres y hombres. En Alemania también. España desde el comienzo de la crisis hasta hoy, esa brecha se ha agrandado y ronda el 25%. A, M. Rajoy le preguntaron si España haría lo mismo y él, ya saben su respuesta..… Podríamos decir que las mujeres trabajan una media de 45 días gratis al año.

         Está la gran brecha de los contratos laborales. España es el país de Europa con mayor número de contratos temporales, sin contar con los “falsos autónomos”, y los ”falsos becarios”. La generalización de un mundo laborable en precario. La clase generada por la Recuperación Regresiva es la de los “trabajadores pobres”.

          Y ¿Qué decir de la brecha de las rentas? En vez del milagro español, hay que hablar de un Estado de vergüenza. “La Comisión Europea sitúa a España a la cabeza de la desigualdad por renta de la UE” (El País, 15-1-2018).

         Grandes brechas que traen otras brechas futuras: la incertidumbre de las pensiones. Bueno, basta ya, ¡me voy a ver O.T.!


Quirón

El guardián





            Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, pero en ocasiones puede llegar a ser algo más que un animal de compañía.

            Hace unos días cruzaba por un parque infantil, cuando vi en uno de los bancos a un hombre que dormitaba. A su lado, sentado sobre sus patas traseras, se hallaba  el perro en una postura estática, impasible al frío reinante de la mañana y con la mirada al frente en un compás de espera.

            Según me alejaba del lugar, no dejaba de pensar en el hombre dormido en el banco. No llevaba ropa de abrigo, pero por la expresión de su cara  no parecía sentir el frío que dejaba caer la niebla, que había cubierto la ciudad en las primeras horas de la mañana. También me hizo recordar, mientras continuaba mi marcha, a KUKI,  un perro que había pertenecido a la familia.

            KUKI, no tenía raza definida, pero era súper inteligente y cariñoso. Acompañaba a su dueño por las mañanas hasta el autobús que le llevaba hasta el lugar donde trabajaba, y cuando se acercaba la hora del regreso de este, ladraba para que le abrieran la puerta y salir en su busca para llevarle a casa. También olfateaba a distancia la llegada de los niños que iban a visitar a los abuelos.

             En una ocasión, los dueños de la casa recibieron la visita de una vecina. Después de los saludos, la mujer se dirigió hasta una de las sillas que se encontraba enfrente  de la puerta de entrada, y cuando llegó hasta ella, se encontró que el perro, adivinado su intención, se le adelantó y ocupó el asiento para no dejarla sentarse. El animal había mostrado en varias ocasiones que aquella visita no le era grata.

            Al cabo de unos minutos volví a pasar por el lugar. El hombre y el perro ya no estaban. El hombre había despertado de su sueño y el perro había cumplido con su trabajo de guardián.
 
Un perro no es solo un animal de compañía, es un animal que se entrega desinteresadamente y solo pide un poco de cariño y respeto de nuestra parte.

IRIS    

Estamos locos





         Cada día vemos barbaridades que nos hacen pensar que son locuras, que nos pueden hacer mucho daño para el resto de nuestros días.

         Me dan pánico los pasos de cebra. La gente pasa sin mirar, otras cruzan corriendo y con lo oídos tapados con los cascos.

         La mayoría de las personas no miran, no piensan que… el más débil es el cuerpo humano. Un pequeño golpe puede causar mucho daño. Que no siempre en loos coches se ven las cosas claras y que también hay fallos, y que hay conductores con prisas y otros con mala “leche”. Los ciclistas son igual que los demás, hace unas cosas bien y otras no, y si entre todos no ponemos cuidado, no se podrá ir por las calles ni por las carreteras.

         En los pasos de cebra se hacen las cosas muy mal. El peatón dice: “que pare”, y… ¿si no para?. La señora con el carrito del niño, lo primero que hace es poner el carrito y luego mira. El que hace footing, atraviesa sin mirar y con los cascos en las orejas. La salida de los colegios es para tener ocho ojos, y son pocos.

         En carretera hay gente, y digo gente, que asusta con su manera de conducir. Se pegan a la trasera hasta que se les da paso, y van como locos, como si toda la carretera fuera suya y sólo ellos y ellas fueran los dueños de la tierra entera.

         Hasta que no nos rompen uno huesos, no nos damos cuenta de lo que eso nos trastorna, si sólo se queda en eso. Seamos más prudentes y compartamos con los demás el bienestar y la cordialidad, pues cuando hacemos un bien, nos sentimos más personas.


Trotamundos

viernes, 2 de febrero de 2018

El gato de mi abuela





        Siempre que vamos a visitar a mi abuela, Melindres nos está esperando detrás de la puerta. Es un gato sin raza específica, de color negro, con una mancha blanca en la pata delantera derecha y unos ojos que le brillan por el reflejo de cualquier luz, que te miran con una intensidad que parece que quiere penetrar en tu interior. Lleva ya unos años en casa de mi abuela, y parece el amo de la cueva.

        Mi abuela Mercedes ha estado siempre cerca de nosotros. Vive a dos manzanas de nuestra casa y hace una vida independiente porque, a pesar de sus años, sigue siendo autosuficiente para cuidarse y tener una vida tranquila en su casa. No sé cómo lo hace, pero siempre que vamos a verla tiene unas rosquillas o un bollo, o un flan recién hecho. Nos da un abrazo cariñoso y nos dice lo guapos que estamos. Vamos muchas tardes a hacer los deberes en su casa, por la paz y el sosiego que inunda su hogar. En nuestra casa está nuestro hermanito guerreando y haciendo travesuras que nos descentran de nuestros estudios.

        Melindres nos escolta hasta el cuarto de estar, se sube a una estantería desde donde nos vigila desde cierta altura. Parece un peluche decorativo, ya que no mueve ni un bigote. Si hablamos entre nosotros, se oye un maullido enérgico, como queriendo decirnos que nos callemos y hagamos los deberes. La abuela nos trae la merienda y Melindres, también quiere su parte. La abuela le trae un cuenco con un trozo del dulce que nos haya hecho ese día. Se lo come con deleite y se relame el muy bribón. A veces parece que cantara. Produce uno sonidos de ronroneo y maullidos. Le llamamos el Bisbal felino.

        La abuela se quedó viuda al poco de que nosotros naciéramos. Somos mellizos. La ausencia del abuelo le provocó tristeza y, para poder dar suelta a sus sentimientos, se volcó en darnos todo el cariño y la ternura que ya no podía dar al abuelo. Nos ha regañado muchas veces, pero siempre acababa dándonos besos y achuchones. No sé como consigue que su nivel de paciencia no se agote con nosotros, que no hacemos trastadas uno sólo, si no en estéreo que es peor. Nos hace sentirnos malos viendo su bondad.

        Cuando terminamos los deberes nos vamos al salón a ver unos dibujos o alguna serie infantil. Melindres forma parte de la distracción. Se encarama en lo alto del sofá, en medio de nosotros y ve la televisión. Si le observamos, vemos como mueve el bigote, achica los ojos o los abre desmesuradamente, según lo que ocurra en la pantalla en ese momento. ¿Entenderá lo que está viendo? A veces nos parece un ser humano lleno de pelo.

        Llega la hora de irnos a casa. La abuela siempre saca del bolsillo del delantal unos chuches para que nos los comamos en el camino. Melindres maúlla desesperado hasta que le da un par de ellos. Le damos muchos besos  a la abuela, le decimos adiós a Melindres y, siempre, siempre, nos despide levantando la pata derecha, la de la mancha blanca.


Rabo de lagartija

Me opongo





         De hecho, el bombardeo de anglicismos es continuo y muy constante. Es por eso por lo que es para mi muy molesto. Es como si invadieran mi espacio auditivo, ahora que, para más incordio, estoy perdiendo audición. Y en cima tengo que escuchar la radio, la tele o cualquier otro medio, con las noticias o con la propaganda, que cada tres palabras te meten un anglicismo, y a mi me deja KO. Es un fastidio, me enfada, así que me opongo porque no sé qué dicen, no lo entiendo y no quiero entenderlo.

            No hay derecho a que los españoles tengamos que quedarnos in albis, porque el idioma de los de la Gran Bretaña  sea el de mayor difusión mundial- El que sea muy conveniente  para los jóvenes saber idiomas, todos los idiomas,  yo lo acepto. Pero a mi que me dejen ver y escuchar, inclusive los anuncios, en mi lengua materna, el castellano. Me encanta  mi lenguaje, es versátil y precioso para mi, aunque se vaya reduciendo hasta límites insospechados. Pero eso de los anglicismos es para mi una pasada. Así que yo protesto. Imagino que la mayoría de los españoles no les importe traducir por ejemplo: “mañana me voy a Londres en un vuelo lov cost”, que es lo mismo que: “mañana me voy a Londres en un vuelo barato, o de bajo coste, o que el predio estaba tirado”. Se dan cuenta de que tres adjetivos tan preciosos  y tan nuestros, se pierden por decir lov cost.

            No crean que he  buscado la traducción, me lo ha dado hecho Alex Grijelmo, porque señala en su texto “Atajos de la traducción”, y añade que los casos de traducción mejorables son infinitos y podemos recordar algunos de su gran lista. Por ejemplo, no resulta sencillo hallar una alternativa a “no me hagas spoiler”, porque habría que traducir “no me hagas estropeador”, pero eso no tiene sentido. Con loo bonito que es decir “tío, no me destripes la película o no me la cuentes”, como hemos dicho siempre los españoles  que veíamos tantísimo cine en  nuestra juventud. (Entonces las traducciones no tenían nada que ver con el título de la película), pero nos daba igual. Ahora las veo por la tele, no crean que vea otra cosa que cine y alguna serie. Y siguiendo con el lenguaje inglés, Grijelmo dice: el genio del idioma español suele dar alternativas a todo tipo de anglicismos, ejemplo: Llegó hasta nosotros babysitter, y a nadie se le ocurrió la literalidad de sentadora de niños. No seños, sino canguro. Qué bien suena, ¿a qué si? Es una metáfora genial.


            Pues de eso hablo. Nunca ningún anglicismo sonará a mis oídos como una palabra en nuestro idioma. Y en España ¡somos tantísimos los jubilados!, que seguro se les hará agua el corazón al escuchar anglicismos. Nosotros queremos leer, oír música, ver películas, escuchar poesía, y que nos halen en castellano. El inglés, para quien lo quiera aprender, que loo aprenda en Inglaterra, o en una academia. Y no permitan que se nos invada, por cuestiones económicas o por snobismo. Yo me niego.


Quirón

Un alba nuevo




                   Amanece cada día,
                   como el sol en las altas cumbres,
                   como una flor en la rama,
                   como el canto de las aves
                   cuando la aurora temprana.

                   Cuando el alba nos despierta
                   con su brisa tiritante,
                   con el rocío brillante
                   en la hierba queda presta,
                   aunque sólo sea un instante.

                   Porque el alba veraniega
                   tiene belleza y amor,
                   y aunque despierte el calor
                   de la tarde venidera,
                   luego llega el esplendor.

                   Pequeña bruma en la cumbre
                   que al alba asoma en el día,
                   que lucha con la porfía,
                   con la llama en pleno día,
                   cada cual en sí confía.

                   Cada mañana es distinta
                   y el sol cambia de color,
                   pero el alba nos invita,
                   antes que venga el calor,
                   recorrer la veredita.


Trotamundos