jueves, 26 de febrero de 2015

Querida Emilia





             Acabo de leer tu última carta, y no podría describirte los sentimientos y sensaciones que me ha producido su lectura. Desde que nos separaron, tú en casa de nuestra pequeña Luci y yo con Isma, sufro de tu ausencia y, aunque nos ponemos en contacto telefónico, no puedo disfrutar de tu sonrisa; tus ojos no me mandan esos mensajes sin palabras y tus manos no me transmiten tus pensamientos más íntimos.

  A pesar de todos los años que llevamos juntos, supiste encender en mí esa hoguera llamada amor, que se perpetúa durante toda la vida. Al principio, alimentábamos bien su fuego y las llamas alcanzaban el cielo. Poco a poco, nos fuimos acomodando a mantenerlo siempre encendido, reconfortándonos con su calor permanente. Lo que de novios fueron grandes troncos de pasión, se fue transformando en ramas más pequeñas pero de buena madera, cuidadas con cariño, ternura y respeto mutuo. Crepitaron en ese calor nuestros hijos. Se calentaron las manos nuestros nietos y sirvió para alejar de nosotros las alimañas de la cotidianeidad, el cansancio de la rutina y el tedio de las preocupaciones. Hoy, sabemos mantener ese rescoldo, que resguardamos de malos aires de tristeza y tormentas de desconsuelo, echando una simple ramita de nuestro amor imperecedero, que lo aviva y asegura su futuro.

  No sabes cuanto deseo que nuestros hijos o nietos cumplan años, para juntarnos de nuevo. Invento mil excusas para poder acercarme a ti, y se que tú haces lo propio. No me puedo resignar a que una cadera tuya y una bronquitis crónica mía sean los causantes de nuestra separación. Intuyo que no cabemos los dos en estos pisos modernos, eternamente hipotecados, y que tus hijos, que sé de cierto que nos quieren y que son buenos, se hayan repartido la carga de atendernos. Yo disfruto de unos nietos y tú de otros. ¡Qué paradoja de la vida! Algunos matrimonios se separan porque al cabo de los años no se aguantan o, como dicen ahora, se acabó el amor. Y nosotros, que nos queremos tanto y que no nos importaría afrontar cualquier dificultad de la vida siempre que estemos juntos, nos han separado nuestros propios hijos.

  Sueño muchas veces que paseamos juntos por el parque, cogidos de la mano, como lo hemos estado toda la vida en los buenos y malos momentos, mirándonos en la profundidad de nuestros ojos o cerrándolos para saborear mejor el contacto con la piel de nuestros labios. Emilia, nuestra separación es física únicamente. Yo te entregué mi alma y tú a mí la tuya. Lo inmaterial de nuestras vidas nunca lo podrán separar. Escríbeme pronto, porque es lo único que enciende la chispa de mi vida. Recibe mi alegría, mi agradecimiento eterno por lo que me has dado y todo mi amor.

Rabo de lagartija

Ser madre ¿es gratis?




Lo dijo la autora en el debate en torno a la Maternidad. Hay tres emes que condicionan la vida de toda mujer desde que el mundo es mundo: la menarquía, la maternidad y la menopausia. Todas tienen que ver con el único pero grandísimo poder que la naturaleza ha concedido en exclusiva al género femenino. “Ese que ninguna revolución social ni política ni científica,  ha logrado usurparle”.
Pero del que tampoco ha conseguido librarla, es de concebir, gestar, y traer hijos al mundo. La Menarquia y la Menopausia, el principio y el fin del periodo finito de tiempo en que eso es factible, son tan inexorables como el hecho  de que todos nacemos y morimos un día. Pero la Maternidad es voluntaria. O debería de serlo. Y es ahí donde vienen los conflictos. Porque las mujeres pueden ser madres, pero no tienen que serlo obligatoriamente. Algunas quieren y no pueden. Otras pueden y no quieren. Y todas son igual de femeninas. La gran noticia, todavía a estas alturas de la película, sería que cada una pudiera optar  por serlo o no serlo, sin tener que pedir permiso, ni disculpas, ni tener que dar explicaciones al respecto. Ni siquiera a sí misma.
         Separada felizmente la sexualidad de la reproducción con la generalización de los anticonceptivos, en los años sesenta del siglo XX al menos en el primer mundo, quedan aún muchas  conquistas por alcanzar pasada la primera década del XXI. La primera, y fundamental, admitámoslo, es íntima. La ciencia nos dio la llave de la Maternidad, cierto. Pero, pese a toda la “impedimenta  que se confabula” ahí fuera para ponernos el asunto más cuesta arriba, trabajos precarios, sueldos míseros, techos de cristal blindado, horarios imposibles, la decisión última de abrir o no esa puerta es, o debería de serlo, personal e intransferible. Y, desde luego, no es sencilla.
Se dan por supuestas demasiadas cosas. Presuntas certezas que llevamos grabadas de serie en el hipotálamo, y si no, ya se encargan los demás  de recordárnoslas desde el parvulario. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Siempre hay una pareja para cada oveja. Los hijos se crían solos. Ser madre es lo mejor que le puede pasar en la vida. Un día, así, de repente, toda mujer siente el instinto maternal, la alarma del reloj biológico zumbándole en los tímpanos. Es la llamada de la selva para perpetuar la especie. Lo nuevo, sin embargo, es que con el progreso social y la crisis económica, se han diversificado esas voces internas y externas. Así, también al mismo tiempo, llevamos tiempo escuchando a los que pontifican que un niño te corta las alas. Que necesita todo tu tiempo y energía, tu abnegación y el producto interior bruto de un país en vías de desarrollo, para crecer sano y feliz hasta que se decida a cortar el cordón umbilical  a los 40 años. Los suyos, no los tuyos. Que un hijo, en fin, te hipoteca el presente, el futuro, la vida entera. Y es entre esas dos espadas y estas dos paredes contradictorias, cómo muchos se plantean el dilema.
Mientras, ahí afuera, los demás asisten a ese debate íntimo, como espectadores mudos hasta que la proximidad de la tercera eme, la menopausia, despierta las últimas alarmas y suelta las lenguas. Es entonces, por una suerte de súbita  preocupación colectiva por la supervivencia de la especie, cuando el prójimo, incluidas las congéneres, se sienten con derecho a preguntar o a especular por qué una mujer ni ha  sido madre ni va a ser madre. Se le pasa el arroz. Estará sola toda la vida. Qué pena. No puede. No vale, la pobre, piensan. O lo que es peor, no quiere la muy egoísta. La última gran revolución pendiente es que las mujeres puedan decidir cuándo, cómo, y con quién ser madres. O no serlo. Porque sí. O porque no. Porque ser madre puede ser fácil, difícil o imposible. Pero nunca es gratis.                
La maternidad, como la fama, cuesta,  y se empieza a pagar desde el minuto uno del embarazo. Después, con el bebé  en brazos, pocas madres hablan de nauseas gestacionales, de depresión pos parto, de la servidumbre de la lactancia, del vergonzante sentimiento de culpa de abandonar a la cría para salir a ganarte el sustento, de las dobles jornadas, de la sensación de ni llego ni alcanzo, de la constatación de que los problemas crecen al mismo ritmo  que el neonato. Tienen un hijo sano, deseado y monísimo. ¿De qué se quejan? De nada, en realidad. Porque ellas mismas reconocen que un hijo puede ser también lo mejor que le pase a una en su vida.
Así que aquí y ahora, en los revolucionarios tiempos de la supuesta maternidad a la carta, se pueden congelar los propios óvulos, donarlos, gestar los de otra, subrogar vientres de alquiler, llevar la biología al límite. La decisión de ser madre, o no, es la más personal de las dicotomías. O debía de serlo. Recordemos  que el empecinamiento en obligar a ser madre a quien no lo desea, le ha costado recientemente el puesto a todo un ministro de Justicia (Gallardón). O que la princesa Charlene de Mónaco no ha legitimado su título  hasta concebir  un heredero al trono. Y es que, a estas alturas de la película, muchos, y lo que es peor muchas, ven el poder de la maternidad más como un mandato genético que como un privilegio.
         Y eso no se extirpa de una generación a otra.
    Quirón

Remembranzas





        Dicen que evocar y contar recuerdos del pasado es un síntoma de vejez. Yo debo de ser Matusalén, porque siempre estoy recordando cosas de mi infancia, y no es que a estas alturas de mi vida no esté contenta con lo que me ha tocado vivir y el momento que vivo, pero sí es verdad que, al tener tanto camino recorrido, es lógico que sin darte cuenta evoques los momentos pasados de tu vida para, sin querer, comparar aquello con esta etapa que vivimos ahora.

        Estoy ya en la década de los sesenta, o sea la “década prodigiosa”, y recuerdo que los juguetes de mi generación eran muy distintos a los de ahora. Si los vieran nuestros nietos se reirían. Un juego que nos gustaba mucho a las chicas era el de las tabas. Mis compañeros de época sabrán a lo que me refiero. Eran unos huesos que se extraían  de la pierna del cordero. Necesitabas seis para el juego. Y consistía en que estando sentadas en el suelo, las echabas en él, tirabas al alto una pequeña pelota o una canica, y al tiempo ibas cogiendo las tabas una a una, que tenían diversas posiciones.

        Otro juego de chicas eran los alfileres de colores, los “monis”, el rescate, el pañuelo, el pico, la comba. En juegos de mesa teníamos el parchís, la oca, el palé… Leíamos tebeos de aventuras, los intrépidos Roberto Alcázar y Pedrín, el Guerrero del Antifaz, el Capitán Marvel y los cómic, Pulgarcito, Jaimito, TBO, y así  nos iniciamos en la literatura.

        Éramos súper felices sin tener grandes cosas, o más bien sin tener nada. No quiero decir que los niños de ahora no lo sean, si no que al vivir en esta sociedad de consumo, antes de anunciar un juguete en el televisor, ya lo tienen. Y eso quiere decir que, sin ellos pretenderlo, no valoran las cosas.

        No teníamos tele, pero la radio era un entretenimiento fascinante. Escuchábamos cuentos, seriales radiofónicos para mayores y pequeños. Entre los infantiles estaba “Diego Valor, el héroe del espacio y del futuro”. La radio en  nuestra época fue una gran amiga y compañera de nuestra vida cotidiana.

        Nos sentábamos toda la familia alrededor de la mesa para escuchar a nuestro querido “Gila”, o a “Pepe Iglesias el Zorro”, un humorista argentino que imitaba voces.

        Alquilábamos bicicletas por horas, porque tener una bici entonces era un privilegio.

        Hacíamos colección de cromos de animales, de futbolistas, de artistas de cine. Teníamos inventiva para hacer nuestros propios juguetes.

        En fin, no quiero ponerme pesada con mis historias. Pero de vez en cuando recuerdo estas pequeñas cosas, y me hacen reflexionar que en el largo viaje de la vida, ya tengo un camino recorrido, y espero seguir recorriendo y disfrutar de todo lo que la vida me depare, porque realmente estoy con los tiempos modernos. Pero recordar es bueno para que no se nos olvide lo que hemos prosperado y lo que hemos adelantado.

        Creo que la infancia es una parte muy importante de nuestra vida, que de vez en cuando nos gusta recordar.

Luna


viernes, 20 de febrero de 2015

Buenos días





        Me despertaron tus besos y un profundo y cálido “te quiero”. Abrí los ojos y te contemplé mirándome, con una sonrisa en tu boca y risas en tus ojos. No me fijé si el día era bueno, malo o regular. Para mí ya era un día espléndido. Nos besamos y supimos que iba a ser un gran día.

        Desayuno con tostadas, mantequilla y miel. Apenas noté la dulzura de la miel, después de probar tu boca. Alegremente nos duchamos, nos arreglamos y nos fuimos camino de la ciudad, a recordar tiempos jóvenes. Nuestras manos iban unidas, transmitiendo, piel con piel, todos los sentimientos que nos sucedían al pasear por rincones que tenían un sabor especial de un amor incipiente, hace años.

        Buscamos un hueco en el mostrador del mesón, y nos comimos un bocadillo y un refresco, con la misma emoción y satisfacción que aquellas primeras veces. Paseamos por la ciudad, observando a la gente y sobre todo, a los jóvenes. Sus risas, sus miradas, delataban que ellos también estaban conociendo sus sentimientos que ya afloraban en su piel. Cuantos problemas, inconvenientes, desacuerdos y sueños no realizados les quedaban por recorrer.

        Tengo que decir que nosotros ya hemos pasado por esos recovecos, caminos angostos llenos de espinas y vicisitudes, hasta alcanzar este amor sereno, reflexivo, consensuado y alimentado día a día con pequeños gestos y actitudes el uno para el otro. Nuestro afán de recorrer y vivir experiencias pasadas, acaba minando nuestras energías físicas y nos hace retornar a nuestro querido hogar, donde hemos forjado nuestro pasado, presente y, espero, sea testigo de nuestro futuro. Las rutinas diarias, aceptadas con alegría, nos relajan. Acabamos viendo nuestro programa televisivo favorito. Eso sí, seguimos contándonos sensaciones agarrados de la mano.

        Hoy celebramos un día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera de nuestro profundo amor.


Rabo de lagartija

Envidia





                            Un pellizco que muerde las entrañas
                            y veneno que nubla los sentidos.
Así es la envidia, obsesión malsana,
que acosa y clava sus colmillos.

Como nube que el sol impide ver,
se ciega en desear lo de los otros.
Siempre quiere lo que tiene aquel
y se ahoga en su propio pozo.

No quisiera tener dentro de mí,
el tormento que sufre quien la tiene.
Se alegra del mal y no es feliz,
ansiando del prójimo sus bienes.

Mala consejera y enemiga,
escupe su veneno y te hiere.
Humilla siempre a aquel a quien envidia,
si éste tiene lo que ella no posee.

Tristes almas que sufren de la envidia,
una herida invisible que no cierra.
Bálsamo de amor regalaría,
para que la envidia no existiera.


Luna

Estos días helados




             Es febrero y ha nevado,
             y los días están gélidos,
             las fuentes están heladas,
             los árboles deshojados
             y las aceras mojadas.

             Los montes de blanco armiño,
             los embalses son de hielo.
             Hay quien mira con cariño,
             hay quien requiere consuelo,
             igual que el llanto de un niño.

             En estos días de invierno,
             nos tapamos hasta el cuello.
             Luego nos llega el infierno,
             que nos aprieta a degüello,
             con los calores ardiendo.

             La primavera aparece,
             llenando campos de flores,
             luciendo tantos aromas,
             respirando mil olores.

             Esas flores diminutas,
             y esos colores alegres,
             y la flor blanca de almendro
             y las jaras por doquieres.

             Llega mayo con sus flores,
             que nacen por los rincones,
             que nacen por todas partes,
             llenando de sensaciones.

             Lleno de flor el romero,
             llena de flor la retama,
             lleno de flor el cerezo,
             y en flor está la manzana.

Trotamundos



Me siento como un afluente




                     Me siento como un afluente
                    que desemboca en un río,
                bebiendo el agua fresquita,
                compartiéndola contigo,
                y hablando de nuestros proyectos
                que nunca fueron cumplidos.

                Por un golpe del destino
                nuestros sueños se quebraron,
                y te fuiste sin decirte
                cuanto yo te había amado.

                Me quedé sin el refugio
                que siempre fueron tus brazos,
                y me sentí como un barco
                cuando va a la deriva,
                que no tiene donde agarrarse
                para no perder la vida.

                Triste estoy con tu ausencia.
                Sin ti me cuesta vivir.
                Los días se me hacen largos.
                Siempre estoy pensando en ti.

                Quisiera ver esta etapa
                que me ha tocado vivir,
                como el que pierde el camino
                y vuelve a encontrarlo al fin.

                Pero estaban nuestros hijos,
                las personas más queridas.
                Y aunque ellos también tuvieron
                que sufrir esa agonía,
                se olvidaron de su pena
                para pensar sólo en la mía.

                Vivimos como pudimos,
                yendo siempre cuesta arriba,
                salvando algunos obstáculos
                que en el camino había.

                Que el amor hace milagros,
                es una frase muy dicha,
                pero pude comprobarlo
                cuando tuve esta desdicha.

                Y seguir por esa senda
                que puede hacerme feliz,
                sabiendo que hay personas
                que te ayudan a sentir,
                que no estás sola nunca,
                que también piensan en ti.

                Y aunque parezca mentira
                que esto pueda ocurrir,
                yo siento aquí dentro
                que puedo siempre contar
                con alguien que me ilusione
                y me haga mejorar,
                y esa tristeza que siento
                se pueda dulcificar.

                Que si tú pones tu alma
                en la persona querida,
                ella te entiende y sonríe,
                y a ti te alegra la vida.

Blanca


                        

domingo, 15 de febrero de 2015

Por fin solo





            Andaba el señor moscón revoloteando de un lugar a otro, buscando un lugar donde cobijarse del frío reinante en el ambiente.  El tiempo pasaba y sus  fuerzas empezaban a flaquear, cuando divisó a lo lejos una ventana  entreabierta,  y presuroso voló hasta ella. Cuando llegó al lugar, no lo dudó ni un instante y entró de la casa. Una vez dentro revoloteó recorriendo todo su interior.  Tras un tiempo de examinar la situación y sentir en su cuerpo el calor que de allí se desprendía, decidió quedarse, pero su contento duró poco. Un inesperado ruido le hizo agudizar sus antenas para dirigir la mirada hacia el lugar de donde procedía. Sus pequeñísimos ojos se agrandaron al descubrir la gigantesca figura que se lanzaba amenazante ante él, con intención de asestarle un golpe. El moscón decidido a salvar su integridad física esquivo la envestida y comenzó un vuelo acrobático de un extremo a otro de la habitación, perseguido por el dueño de la casa. Después de minutos de persecución  el moscón sintió que sus alas perdían fuerza  y, si nada lo remediaba, terminaría cazado, acabando así su aventura. En estos negros presagios se encontraba, cuando divisó en un extremo de la sala una abertura por donde entraba la luz de la calle. Sin dudarlo puso rumbo hasta aquel lugar. Cuando llegó, asomó su cabeza al exterior, comprobando que de nuevo el frío encogía su diminuto cuerpo. Sin dudarlo ni un segundo, decidió volver de nuevo al interior. Mientras tanto su perseguidor salió de la casa para comprobar que éste se había marchado, y al no verlo, dio media vuelta para entrar de nuevo en la vivienda. Pero antes de llegar  la puerta, esta se cerró dando un portazo a consecuencia de la fuerte ráfaga de viento que llegaba de la calle. El dueño de la casa con gesto de fastidio metió la mano en el bolsillo en busca de las llaves, comprobando que no las llevaba y,  allí estaba él en la calle en zapatillas y sin ropa de abrigo.

Mientras, al otro lado de la puerta, agazapado en un rincón del techo, el moscón esperó un tiempo por ver si se producía de nuevo el ataque, pero al ver que el tiempo transcurría y ningún movimiento se percibía en la habitación, respiró tranquilo diciéndose para sí: ¡Por fin solo!

IRIS

Mala pata





Amanecía: al lucero del alba apenas se le veía, cubierto por un cúmulo de nubes que a gran velocidad cruzaban el espacio.

Varios días después de continuas borrascas, parecía que el viento tendía a despejar las nubes de aquel pedazo de cielo que se veía tras los cristales.

Me fastidia la forma estúpida, la candidez de la caída, como suele suceder, un suelo helado, un viraje en falso para evitar las bromas de Julián y al suelo. Después un dolor intenso, continuo y prolongado me condujo, primero al dispensario, y ante la duda de fractura o lesión, la inmediata fue el hospital. En el centro, el traumatólogo fue tajante: fractura, escayola y 45 días de reposo. Era aquel médico un hombre mayor que no paraba de refunfuñar: “en España- se quejaba-, la gente en cuanto caen cuatro gotas o nieva, el trabajo se me acumula a mí, ni siquiera saben mantenerse en pie ¡Pues que no salgan de casa!” exclamó alejándose. Me quedé con la boca abierta y esperando al escayolista; no contaba yo con aquel rapapolvos y menos con una acogida tan fría y despegada.

Es una pena, me consuelo fijando los ojos en las cumbres nevadas de las montañas, que se asomaban por encima de los tejados, está tan cerca la nieve…y sin embargo tan inaccesible para mí este año.

La ventana, la tele, los libros, me ayudan a pasar el tiempo de forma más amable y más corta. Pero hay veces que no puedo controlar el mal genio y mi madre es la que paga los platos rotos. ¡Quién si no los iba a pagar¡

Mis amigos han estado aquí, contando sus hazañas sobre la nieve, que si una pasada a fulanito, que si la trastada que me hizo  zutanito, que si la nieve esto, o que “sí año de nieves año de bienes”… ellos, habla que habla del tema, y yo muriéndome de envidia, sentada con la pata tiesa y sin poder incorporarme al grupo. Malhumorada les acuso de intrusos, irritada y furiosa, “vosotros de la capital y esquiando y yo que vivo aquí, tirada y sin poder hacer nada, prisionera me hallo caray”. Al verme tan mal, tratan todos de consolarme.

Fatal lo paso, viéndoles con los bártulos de esquiar alejarse: vaya juerga que me espera viendo como los demás se divierten. Está visto que no tengo nada de paciente ni de sacrificada; todo lo contrario, ellos, no toman a mal mis rabietas llenas de maldad, esas que les tiro a la cara sin consideración alguna, reconozco que me tienen que querer y que son tan majos, que yo me aprovecho de ello.

Ellos también me hacer rabiar, me han prometido una fiesta para la semana que viene. ¿Qué se les habrá ocurrido? Claro que aquí encerrados conmigo no podrán hacer mucho, seguro que se limitaran a un parchís, unas palomitas, Fanta, y pare usted de contar.

He bajado al traumatólogo: el cascarrabias no estaba. En su lugar había un tío que estaba estupendo, algo distante, pero amable muy amable. De la pierna nada, una semana más de reposo, ¡qué mala leche!, cuantas más ganas tengo de caminar, más lento va. En el traumatólogo hay otro accidentado, se llama Jesús el chaval. Su caída (según él) fue más tonta que la mía ¡fijaos! un mayoral de ganado, un caballista, al que un tropezón de su noble bruto le hace salir por encima de las orejas del caballo. Del resultado quedó Jesús con un tobillo dislocado, desesperado decía estar, así que nos consolamos mutuamente mientras esperábamos.

 Resultó que éramos vecinos; ha quedado en acercarse una tarde con unos amigos y sus guitarras. Cumplió su palabra. Lo pasamos de fábula, esos chicos tocan y cantan que da gusto, menuda marcha tienen.
 
¡Aleluya! ya me lo temía, ¡no! el parchís no, la otra cara de la oca, recordáis aquello de si caes en el laberinto atrasas 20 casillas… pues eso; pardillos, más que pardillos, si al menos hubieran subido sus guitarras. Contenta me tienen los de mi pandilla con el juego de la oca ¡bah! , esa faena no la pienso olvidar mientras viva. Son unos ñeñes.

Dicen que la oportunidad la pintan calva; esta semana he avisado por teléfono a todo el mundo, me he encargado de que podamos coincidir todos, los capitalinos y los montañeses; va a ser ésta una reunión muy peculiar.

Creedme: al final tendré que reconocer que esto de la caída ha tenido su intríngulis, me ha limitado, sí, pero he tenido tanto amor, tantas atenciones, mis padres, mis hermanos, mis amigos viejos y nuevos, con los que he compartido tantos días de amistad y canciones al amor de la lumbre, esa que no solo sirvió para calentarnos sino, además, para que los montañeses nos agasajasen con una queimada que nos puso a cien.

 Los capitalinos esa tarde noche, escogieron la ruta más difícil para bajar a la estación y lo hicieron cantando a pleno pulmón, iban más alegres que unas castañuelas; lo que puede hacer el alcohol y una buena compañía…

La ventana; esta ventana ha sido mi confidente de tantos días de vivir encerrada y me ha puesto en contacto directo con el discurrir del pueblo y de sus gentes, los caminos escondidos, árboles desnudos, caminantes ligeros y embozados, los huertos blancos... a los que de normal no prestaba la debida atención. He sido ventanera en el más amplio sentido de la palabra durante mes y medio.

 Cuando Martin Gaite comentaba en sus libros, que a sus protagonistas por “la ventana se les escapaba el alma, encerrada  a aquellas antañonas ventaneras”. Yo me solidarizo con ellas. Tener que ver discurrir la vida sin poder intervenir en ella es aterrador. Y lo digo yo, que he sido ventanera por accidente únicamente y no por obligación, como aquellas antiguas y sacrificadas denominadas “mujeres ventaneras”, porque si salían eran livianas  


Quirón

sábado, 14 de febrero de 2015

Miro al horizonte de nuevo







            He salido de mi agonía, puedo respirar y soy feliz. Hoy el corazón me revolotea en el pecho, como una paloma en libertad, ansiando recuperar el tiempo perdido. Tiempo de letargo que sufrió cuando tú eras su dueño y él, un esclavo de tus vilezas. Hoy he empezado a quererme y me voy a querer toda la vida, hasta recuperar todo lo que me arrebataste, mi dignidad, mi yo. ¿Cuándo me decidí a dar el paso? Fue aquella mañana, en la que me levanté dolorida por la paliza de la noche anterior, y avergonzada por consentir de nuevo tus caricias y besos, que compraban mi perdón, como tantas y tantas veces.

            Me miré al espejo detenidamente, y no me reconocí. Mi sonrisa, aquella sonrisa de adolescente que tanto me caracterizaba, había desaparecido de mi rostro. Estaba enterrada en lo más profundo de mi alma, y en su lugar ahora residía la melancolía de alguien que está viviendo una pesadilla, de la que nunca va a despertar. ¿Dónde estaban mis sueños de juventud? ¿En qué se habían convertido? Yo, que tanto había proclamado que la libertad era el primer derecho del ser humano, ahora estaba prisionera, acorralada.

            Mientras intentaba reconocerme en el espejo, fueron pasando por mi mente todos los momentos de los últimos años, como si fuera una película de terror. Contemplé mi calvario como una espectadora al margen de la situación de la historia. Y tanto dolor me produjo el sufrimiento de la protagonista, que decidí armarme de valor para ayudarla. Y así lo hice. Me duché, borré de mi piel el sabor y las huellas de tus falsas caricias, quedando al descubierto las marcas de tu agresión, y salí de la casa decidida a denunciar, de una vez por todas, los maltratos a los que fui sometida durante tiempo.

            Mientras caminaba hacia la comisaría con paso seguro, no daba crédito a mi sumisión de todos estos años. ¿Cómo pude permitir que me degradaras hasta los límites? Me rompiste el alma, el corazón y algunos huesos. Los huesos aún lloran  cuando va a cambiar el tiempo, pero mi corazón y mi alma sonríen a la vida. Han unido sus pedazos, como un maravilloso puzzle, fusionando gracias a las personas que me valoran y me apoyan todos los días. He vuelto a ser persona, la mujer que fui antes de conocerte. Quiero olvidar para siempre esta dolorosa etapa de mi vida, y mirar al horizonte de nuevo, con esperanza.

            ¡Hasta nunca!


                                               Siguen naciendo mentes violentas
                                               que disfrazan complejos escondidos,
                                               y por exceso de amor consentidos
                                               hasta dejar las entrañas abiertas.

                                               El corazón de ninfas adorables,
                                              que un día enamoradas entregaron,
                                              son pedazos de hielo destrozado.
                                              Sus amantes, verdugos miserables.

                                              ¡Cómo pueden dañar a quien se ama!,
                                              ¡o destruir vilmente a un semejante!
                                             Humillar, degradar, romper el alma.

                                             Monstruos viles, cobardes, arrogantes.
                                            Corazones vacíos de nobleza.
                                           Como lobo feroz usáis la fuerza.



Luna


Gracias





Gracias al sol de cada día.
Gracias por ver un nuevo amanecer.
Gracias por ver esa rosa cada día al despertar.
Gracias por el fruto que nos da la vida. Ese fruto que nos ayuda en la continuación del mundo.
Gracias por esa mano que nos ayuda a seguir.
Gracias por el saludo de las personas.
Gracias por el ruido de los niños. ¿y… sin  ellos?
Gracias al sol y la lluvia, por formar el arco iris.
Gracias por la palabra para el entendimiento del mundo.
Gracias a la ciencia y el estudio.
Gracias por todo lo que nos rodea.
Y… gracias por ser razonables.


Trotamundos

Me quiero




        No he recibido ninguna llamada diciéndome cuanto me quieren, ni un patético regalo de enamorados….

Pero yo me quiero. Es más, voy a declararme: me gusto cuando río, y también cuando lloro por estar sola.

Me gusto cuando sueño despierta, cuando me levanto los domingos y leo el periódico al sol, cuando me pinto los labios y me pongo tacones, cuando me silban por la calle,  cuando hago bien mi trabajo se me iluminan los ojos contemplando los pequeños detalles que hacen especiales cada uno de mis días.

Un sol radiante, una luna triste….Si,  me quiero.

        Soy lo mejor que me ha pasado.

Virpana

Caza y paseo




        La mañana, soleada. La brisa del viento hacía daño en la cara pero, aún así, era muy agradable caminar por la senda que nos habían marcado, para hacer un poco movimiento de las piernas.

         El camino a seguir era muy ameno, pues lo mismo era subir que llanear y no nos hacía pasar fatiga alguna. Al estar en lo más alto de la llanura, la panorámica era espléndida y la vista se expansionaba y relajaba.

         A nuestro paso podíamos contemplar retamas, tomillos, esparragueras, acebuches, zarzales, enebros centenarios, pequeños arroyos, edificaciones de adobe muy antiguas, que marcaban el paso de otra forma de vivir en el pasado.

         También nos encontrábamos con la caza, que otros se esmeran en conservar y que lo consiguen con trabajo y sabiduría. Lo nuestro era caminar, gozar de todo lo que veíamos a nuestro paso. Saltamontes, lagartijas, conejos, perdices, águilas, buitres, señales de zorros y miles de bichos que no mencionaré.

         De pronto, a la orilla del camino, una perdiz estaba parada y no se movía. Eso me llamó la atención y me acerqué a donde estaba. Mi intención era cogerla, y sí que lo logré. La tomé por las patas, la acaricié, y no se movía. Así la tuve un rato en la mano, luego la examiné y me di cuenta que tenía una pata rota. La puse en un lugar donde hay un bebedero y comida, y allí la dejé. Nosotros continuamos el camino para llegar a nuestro punto de partida.


Trotamundos

miércoles, 4 de febrero de 2015

La papeleta





         Cada vez es más complicado acertar a la hora de depositar tu confianza en un programa electoral. Uno espera que incluyan todos aquellos anhelos que necesitas para alcanzar un estado de felicidad perdurable. También hay que ser consciente de no esperar falsas expectativas, quimeras y utopías. Estamos como estamos y de un día para otro no vamos a dar un giro a nuestra vida. Tenemos experiencia en creer a pie juntillas en un programa, que en parte o casi en su totalidad se incumple por el partido ganador. Basta ya de politiquear. Que dejen de ser ambiguos a la hora de presentar soluciones a nuestra crisis y aporten ideas sencillas, claras y creíbles.

            Miro con interés los mensajes que transmiten los líderes que quieren ser nuestros gobernantes el próximo cuatrienio. Frases llenas de palabras agradables a nuestros oídos que, sin concretar nada, tratan de convencerte que lo que ofrecen es la panacea que tú necesitas. Deseo tanto encontrar un político que tenga el carisma y la bonhomía necesaria para convencerme. Qué difícil es encontrarlo. Hay tantos frentes abiertos que socavan nuestros deseos de paz, sosiego, tranquilidad, estabilidad. Exigencias europeas, ingerencias religiosas en los quehaceres sociales, enriquecimientos injustos, corrupción en los poderes públicos. No existirían políticos corruptos si no hubiera poderes económicos dispuestos a corromperlos para su lucro económico. Lo que si existe es la pobreza injusta, el mirar para otro lado, el cerrar los ojos ante tanta injusticia, el egoísmo, el y tú más en vez de declarar el mea culpa.

            Tengo un dilema. El ser humano se pasa toda su existencia eligiendo entre opciones posibles tanto en la vida social, familiar, económica, moral o cualquier otra cuita que nos surja. ¿A quién votar las próximas elecciones? Al cambio, ¿hacia donde? Al podemos, ¿Qué podemos? A izquierdas, a derechas, socialismo, comunismo, continuismo, liberalismo, extremismo, pacifismo. Estoy en un istmo, rodeado por todas partes por incertidumbres menos por una, mi conciencia. Al final será la que dicte mi intención de voto.

            Ante tanta incongruencia, tengo dos cosas muy claras. A quien no voy a votar y que voy a ejercer mi derecho democrático de equivocarme o no introduciendo mi voto en la urna.

Rabo de lagartija

Dos pequeños esfuerzos




Palabras, palabras, palabras


NOCHES BLANCAS

MIRARSE POR DENTRO,
CAPACIDAD DE EXPLORACIÓN.

INTENSAS OJERAS.

NOCHES BLANCAS DONDE LA MENTE
HABITA TODO EL CUERPO.

CON INSOMNIO ERES EL DUEÑO
DE TODO Y DE NADA.

TE MUEVES EN MEDIO DEL MUNDO
DEL CIELO Y DEL INFIERNO.

TE CERCAN LOS FRACASOS,
TE ACARICIAN LOS ÉXITOS.

TODAS LAS SOLEDADES CABEN
SIN PROVOCAR ASOMBRO.




Etiquetados:

  ¿Un mundo? ¿Dos mundos? ¿Tres mundos?
Cultos…
          Avanzados…
                           Limpios…                                                                                                            
                Civilizados…

Teorizamos.

             Analfabetos…
                            Brutos…
                                  Sucios…
  Depauperados…
                     Incivilizados…
                                    Desposeídos…

Sin orgullo, sin raíces, sin fortuna,
                   Ni devenir.

                                               Esperando…                                               

Qirón