lunes, 21 de diciembre de 2015

Una crónica del pasado




Esta crónica del Madrid de 1965, viene recogida en la Revista Siluetas, en las páginas de actualidad del mes de mayo madrileño. Por José M. Naveros. Su contenido: Las verjas del Retiro; Don Ramón Menéndez Pidal; El Real Madrid desahuciado; Los pies de esta novia y microrelatos.

 Las verjas del Retiro, eran noticia porque el nuevo alcalde de Madrid. Carlos Arias, ex Director General de Seguridad y nada más cambiar de Gobernación a regidor de Madrid. Nada menos que ¡La Villa del Oso y del Madroño!, tuvo la alucinante idea: de suprimir las verjas del Retiro y del Botánico. Y saltó la “marimorena” unos que “si” otros que “no” (…).

Don Ramón Menéndez de 96 años salía de su casa. Es  un auténtico sabio, quien elevó al pedestal  al héroe legendario  el “Cid campeador”, guerrero y señor de armas, al que don Ramón había unido a otro Cid espiritual por una fe común que los uniría en la historia.- Polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga…

 El Real Madrid desahuciado Al real Madrid le ha dicho el Supremo por sentencia  irrevocable que tiene que desalojar el inmueble del Frontón de Fiesta Alegre, de la calle Alfonso XI, Nº 6(…)

Los pies de esta novia. El caso es, que yo buscaba esta revista porque sabía, me lo había dicho el fotógrafo cuando nos hizo la fotografía, que saldríamos en esa revista. Como no la encontramos en dos meses ni en Madrid, ni en Carabanchel bajo, donde vivíamos, pensábamos que el chaval  de la cámara  nos había tomado el pelo con aquello de la revista, ya que la foto la mandó por correo, así que la teníamos, pero aquello de salir en una revista no era “moco de pavo” para unos recién casados y la buscamos con mucha ilusión, salir en la Revista y podernos ver así reflejados y presumir de tal milagro era todo un mundo.

 Haber tenido la suerte de “chiripa” al pararnos tras la boda en la iglesia del barrio, llevábamos el ramo de novia a la iglesia de  Carabanchel y pasamos por  la calle de la Montera, donde me esperaban mis compañeras de trabajo para darles un último adiós de soltera. Me lo pidieron-  y se  lo había prometido, pero vestida de novia ¡He! y así lo hicimos. El cochazo negro de alquiler se paró ante el edificio de ocho plantas de Segarra y del coche salió una pareja de recién casados  que se metieron en la tienda. Fuimos rodeados de inmediato por el griterío bullicioso de mis compañeras, pero un joven se metió en medio y con su cámara en ristre se dispuso a disparar. Jose se puso delante y le dijo que no queríamos más fotos. Ya nos hemos gastado mucho dinero, farfulló con cara de pocos amigos ¡ni una foto más! Entonces el joven nos dijo que aquellas fotos eran para una revista y que no nos costarían nada ¿seguro? Pregunté. Se lo prometo y para que vean les mandaré a su domicilio la foto elegida y  así fue, la foto la teníamos en casa.

Pero una excursión en moto al Escorial en el mes de mayo admirando el monasterio y paseando por sus callejuelas y soportales nos tenía obnubilados, boquiabiertos entre  magnolios y parterres floridos. Por fin  agotados de tanto subir y bajar cuestas nos sentamos a tomar una caña a secas, porque allí no dan ni una aceituna si no la pagas, y como estábamos a dos velas pues chitón,  estábamos saboreando la cerveza, la excursión, nuestra mutua compañía, la alegría lógica de unos recién casados gozando de ellos mismos, pero mis ojos no paraban  no tenía ni un segundo de quietud fisgando y fueron a caer en un kiosco de periódicos en la esquina con la plaza. Jose me vio y dijo ¡qué! pero yo ya me había levantado y le dije que me esperara. Fue como un imán.  Ponía Silueta  era una revista con estilo y en la portada, una bonita modelo morenita de cabello,  con un vestido verde de verano. La ojeé,  y en la página 41 encontré lo que buscaba con tanto ahínco.

Compre la revista y volví radiante de emoción a la mesa, se la entregue a Jose y juntos contemplamos muy contentos, cómo muchos madrileños que nos conocían nos verían asombrados en una revista de prensa. Como  si fuéramos tan famosos como don Ramón Menéndez, las verjas del Retiro, o Pétula Clark, la gran cantante de entonces que ocupa la otra página .
  
 Allí  estábamos: la foto, con mis compañeras rodeándonos y nosotros sentados, como si me estuviese probando zapatos. Era únicamente una pose para Siluetas. Nada que ver con la realidad para los demás. Para mí, una fecha, y una foto únicas que recuerdan una gran época de mi vida pasada.

El novio es de buena pasta y sonríe (foto Denis)               Crónica y foto de 23 -3 1965

Denis nuestro fotógrafo estaba allí. Y no porque le llamaran. Ni mucho menos. Él tiene olfato de perro o imán en su cámara. A la novia le hacían daño los zapatos y ni corta ni perezosa entró en una zapatería a cambiárselos. El novio la mira como divirtiéndose y las dependientas todas la rodean.

Suponemos  que la novia ya está a gusto con los nuevos zapatos y que entraría con buen pie en la iglesia. ¿Por qué había de casarse  con los pies martirizados?

Hay que suponer que no se entretuvo mucho y que la anécdota no la olvidarán. Uno pregona a los cuatro vientos algo que no es frecuente. Esta novia parece que tenía bastante sentido común  y el novio buena pasta para casado. Ni más ni menos que lo lógico.

Lo había olvidado por completo. Pero revisando montones de  folios grapados que guardo acumulados de mis casi 30 años de Escuela de Adultos, apareció la Revista, con las tapas  un poco ajadas  pero por dentro perfecta. Comencé a ojearla con una especie de temblor y cuando encontré la foto y la pequeña “fabula” que la acompañaba tonta de mí se me pusieron tiernas hasta las uñas de los pies. ¿Cuántos años, más de cincuenta? ¡Qué guapos y jóvenes éramos!   ¡Qué enamorados estábamos! Cuantas  ilusiones y cuantos apuros para salir adelante, pero cuanta decisión y cuanto compromiso y arrojo pusimos para seguir arrostrando todas las dificultades que la vida nos ponía por delante.

 Y  triunfamos a base empujar la roca, como el mítico a Sísifo. Que la roca  se caía montaña abajo, nosotros corríamos tras ella tratando de subirla a la montaña. Con tantas veces como la vida nos ha hecho caer y nos hemos levantado a base de coraje y querer vivirla, poniéndole mucha ilusión a la vida.

Y como de aquella vida pasada hemos llegado a esta situación presente. Creo que sin  pasado no puede haber futuro. Y he aquí las dos caras de la misma moneda. Mi foto vestida de novia de hace 50 años, y el rostro arrugado pero arrogante que sigue resistiendo los avatares del presente. Y recordando amorosamente el pasado. 
               

QUIRÓN


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Las gafas






Últimamente no veía con nitidez tanto de cerca como de lejos. Muchas veces tenía que intuir lo que mis ojos enfocaban. Estaba claro que así no podía seguir, viendo a medias las cosas y quedándome con la duda de si lo que creía ver era real o irreal.

            Quedan tres semanas para las elecciones generales. Otras veces tenía claro desde el primer momento a quien quería votar para que rigiera el destino del país durante los próximo cuatro años, pero esta vez, veía tan borroso el panorama, escuchaba tantos discursos utópicos,  con un optimismo desmedido, tanta basura echada hacia los partidos contrarios, y poco contenido real de lo que había que hacer para levantar al país.

            Decidí pasar por la óptica para que me graduaran de nuevo la vista, no fuera que hubiera perdido capacidad visual. Nada más entrar, uno de los empleados se acercó sonriente preguntando en qué me podía ayudar. Nos sentamos, le conté las sensaciones que notaba últimamente y me observó en los distintos aparatos electrónicos que evaluaban mi visión.

            Otros años me entusiasmaba acudiendo a los mítines que impartían los candidatos de los partidos afines a mi ideología. Analizaba sus discursos, los motivos por los que luchaban, los errores que había que enmendar y otras cuestiones que planteaban con esa fineza política que encumbra a un verdadero líder. Esta vez sólo escuchaba verdades a medias, pocos “mea culpa” de lo que se podía hacer y no se hizo y de lo que se hizo y no se debía hacer. No veía nada claro el panorama político actual.

            Al cabo de un rato de observarme, taparme un ojo y luego el otro y ponerme en la pantallita iluminada letras de distintos tamaños para que las adivinase, me di cuenta que la letra pequeña no era capaz de descifrarla. Necesitaba unas nuevas lentes para tener una visión clara de lo que me rodeaba.

            Por más que me esforzaba no lograba centrarme en la elección de la candidatura que mejor me representase. Leí panfletos, programas electorales, escuché el “todo va bien, estamos saliendo de la crisis”, mientras por otro lado las noticias daban cuenta de la cantidad de hogares que estaban por debajo del umbral de la pobreza, el paro no disminuía a la velocidad que los políticos anunciaban, el problema de la inmigración no se enfocaba debidamente, sólo poner normas rígidas para su acogimiento.

            Al cabo de dos semanas volví a la óptica a recoger mis nuevas gafas, antirreflectantes, de grosor mínimo, con una montura de buena marca que me iba perfecta para la hechura de mi cara, y otras mil cosas que prometían que vería todo con una nitidez asombrosa. Me regalaron un estuche, una bayeta para la limpieza y unas gafas de sol graduadas. Qué contento salí del establecimiento porque mejoraría mi vista.

            El día de la papeleta había llegado, estuve toda la noche dándole vueltas a quién o a qué iba a votar. Llegué al colegio electoral, me acerqué a la mesa de las listas que agrupaban los distintos partidos que presentaban candidaturas y dudé. Mi cabeza me dirigía hacia una, mi corazón hacia otra, y, al final, fue el recuerdo de mis hijos y su futuro lo que me decidió a escoger por fin mi voto. Qué contento salí del establecimiento porque mejoraría mi vida.

Rabo de lagartija



Aficiones





        Hace años, con mucho esmero y cuidado, guardé en mi cajita de chapa todos mis utensilios de costura por una temporada.  No quise deshacerme de ellos, habían sido parte de mis juguetes de infancia.

Pasado un tiempo descubrí otra actividad para mis ratos libres. En mis manos apareció un libro, REQUIEN POR UN CAMPESINO ESPAÑOL, y ahí empezó mi afición por la lectura. Y detrás de ese libro fueron sucediendo otros que me hacían pasar ratos agradables.

Por esos días cambié de casa y de barrio y al abrir la ventana de mi cuarto, mi vista se fijó  que enfrente había un  ventanal acristalado donde hombres y mujeres de una edad más o menos como la mía, ponían atención mirando a una profesora que les explicaba algo en una pizarra, que ya no pude distinguir.
 
Levanté un poco más la vista y leí: ESCUELA DE ADULTOS. Dejé la mudanza sin terminar y al día siguiente fui a informarme y sin ningún problema me admitieron. Empecé mi nueva actividad donde encontré otra forma de sentirme bien.

Ahora tengo un dilema, me gusta la escuela, leer, escribir, y disfrutar de las actividades que hacemos. Pero no puedo dejar que mis agujas y alfileres se oxiden en la caja de chapa.

He pensado poner la caja y las carpetas del cole en mi mesa de trabajo, y crear un orden para poder disfrutar de mis actividades, que al igual que lea un libro, al día siguiente pueda hacer una falda a mi amiga.

                                                                                              VIRPANA

jueves, 3 de diciembre de 2015

El baldón de ser mujer





Por el pelo los Neandertales las arrastraban.
Las no sumisas, como soles deslumbraban,
yen la hoguera redentora las domeñaban.

En Oriente regaladas en harenes, las preñaban.
Los Don Juanes, se las intercambiaban.
Los románticos, una vez muertas las supervaloraban.

La mujer por los hombres poseída debe ser,
para que el varón  presuma de su mucho poseer.
Posesión forzada es, si el amor no es consentido,
el sentido de poder el hombre cree perdido.

Ellas ultrajadas, sin honor. Ellos con galardón.
 Con su hombre complaciente debe ser y complacida parecer.

La mujer que al hombre sirvió de entretenida,
tendrá que pasar por el mundo desentendida,
y pensar como escalar por la vida.
La tele, la despelota y explota su fama bien merecida.
son los caminos para vivir desinhibida.

La mujer que por varón se deja embaucar,
tendrá que saber que por ello  debe penar.
 Más si se hace respetar sin dejar de folgar.
el hombre dejará de llevar las de ganar.

Quirón                

Nos gustaría saber





          Nos gustaría saber “cómo suena la tinta” en U.S.A., y como tenemos buenos embajadores en Dallas (Texas), les queremos desear unas felices fiestas de Navidad. Y para todos sus alumnos les mandamos un saludo desde España. Nos gustaría mandaros un chocolate con churros y un bocata de jamón, pero mejor lo tomamos juntos cuando vengáis a vernos.

            Un abrazo muy fuerte para Miguel, Elena y Margarita.


Trotamundos

Hasta luego





        Los vimos llegar desde la ventana. Aparcaron la furgoneta muy cerca del portal. Se bajaron y vinieron por la acera agarrados de la mano, alegres, ilusionados.

        Nuestro hijo Damián se emancipaba de nosotros. Después de treinta y cuatro años, abandonaba nuestro hogar para crear su propio nido donde formar una nueva familia. Ya lo teníamos hablado Perla y yo. Ya lo habíamos llorado a solas. Era la inversión más larga que habíamos hecho, tanto en afectos como en convivencia y en economía familiar. La hipoteca del piso hacía años que la habíamos amortizado totalmente.

        Sentimientos distintos se mezclaban en nosotros. Por un lado la alegría de haber formado a nuestro hijo para que fuera independiente y supiera afrontar por sí solo los avatares y problemas que la vida te va poniendo, como pruebas para superar, para alcanzar la felicidad. Por otro, aunque no se alejara tanto de nosotros, perdíamos la convivencia diaria, compartir nuestras alegrías y penas cotidianas, los gestos sin palabras que expresaban lo mucho que nos queremos. Todo eso lo cargaba en su mochila y lo iría sacando en su nuevo hogar, junto a la pareja que, libremente, había elegido para compartirlo.

        Habíamos visitado innumerables veces su habitación desde el primer día que empezó a guardar sus cosas en cajas. La fue desnudando de recuerdos de su niñez y adolescencia, que ya no podríamos disfrutar. Qué serían los desayunos sin las prisas de: “Que vas a llegar tarde. Desayuna bien que el día es largo. Llámanos si te vas a retrasar”. Todas esas cosas que como padres nos preocupan mientras están bajo nuestro ala protector, y que ahora no vamos a poder controlar. Los hijos se van con el certificado de que son los propietarios de sus decisiones y toman las riendas de sus vidas.

        Cargamos la furgoneta con todas esas vivencias y, después de mil besos y abrazos, despedimos a nuestro hijo y su pareja con la sensación de haber perdido algo muy importante en la cotidianeidad de nuestra vida. Regresamos a nuestro hogar y fuimos a ver con más tranquilidad la soledad de la habitación del niño que se hizo mayor y voló a vivir su vida. Qué vacío nos pareció. Todos los objetos que identificaban su presencia habían desaparecido. Aún quedaba la esencia de él, que se podía respirar dentro del cuarto. Sobre la mesilla vimos que se había dejado un sobre. Miramos qué podría ser y vimos nuestros nombres en su exterior. Papi y mami, como nos llamaba siempre. Lo abrimos expectantes y dentro había una nota de él y dos impresos rellenos. Leímos ansiosos la nota que ponía:

        “Hola papis. No creáis que me vais a perder de vista tan fácilmente. Pienso daros la lata todo lo que pueda y explotaros al máximo. Ya podéis ir comprando táper. A cambio os ofrezco mi cariño y mi amor eterno. Como no vais a saber que hacer porque me he ido, ahí os dejo dos pasajes para un crucero de quince días por el mediterráneo. Aunque hayáis perdido tener que cuidarme y mimarme en vuestra casa, que ha sido y seguirá siendo la mía siempre, habéis ganado en libertad de hacer lo que queráis sin tener que contar conmigo y con los problemas que os ocasiono. Dedicaros el uno para el otro y disfrutar de la vida que os queda. Yo siempre estaré a vuestro lado cuando me necesitéis o yo os necesite.

Vuestro hijo que os quiere.”

        Nos miramos, sonreímos, lloramos, nos abrazamos y salimos de su cuarto dispuestos a emprender nuestra nueva forma de vida los dos juntos, como siempre.


Rabo de lagartija


Soñando





El sonido insistente del despertador no conseguía sacarla de su sueño. Por fin abrió los ojos, se  desperezó y  se sentó en la cama dispuesta comenzar la tarea de un nuevo día. Fue a la cocina y preparó el café mientras despertaba a los niños.

            Comenzó a programarse la jornada: Les llevaría al colegio como todos los días, después, como todos los días, se pasaría por el mercado para comprar algo de fruta o leche, o pan de molde, siempre había algo que comprar. A continuación llegaría a casa, y como todos los días, pondría la lavadora y, mientras ésta realizaba la colada, haría las camas. Seguidamente, y como todos los días, pondría la comida que se fuera haciendo y mientras,  pasaría la aspiradora y limpiaría el polvo, como todos los días.

            La lavadora ya habría terminado todo el ciclo, así es que tendería la ropa, como todos los días. Y  ya casi sería  la hora de que los niños salieran del colegio, con lo cual, y como todos los días, los recogería. ¡OTRO .DÍA IGUAL! Comenzó a darse prisa y realizó las tareas que tenía en mente, con una terrible desgana. Estaba harta. No soportaba la monotonía. Le  agobiaba la rutina. ¿Qué podría hacer para dar un vuelco a su existencia?

Se puso a pensar qué habría sido de su vida si se hubiera casado con el hijo del boticario de su pueblo. La pretendía desde que era una niña, y su madre la animaba a que se pusiera en relaciones con él. Pero es que a ella no le gustaba, y por más que le decían “es un buen partido”, nada, a ella no le llenaba.

¿Por qué no haría caso a su madre?

Ahora recordaba con cierta envidia a su amiga Maribel, que se había convertido en la esposa de su antiguo pretendiente.  Ella sí que había tenido suerte. Asistenta tres veces a la semana, miembro del club de campo al que asistían todas las mujeres pudientes del pueblo, disfrutando de maravillosos viajes, que su detallista marido organizaba de cuando en cuando.

Pero Alejandra en aquel momento sólo pensaba en el amor, y Rodrigo no le hacía sentir esas mariposas en el estómago que sintió cuando al llegar a Madrid, conoció a Pablo, que pronto se convertiría en su marido. No importaba que Pablo trabajara en una fábrica, ni que no tuviera carrera. Cuando se veían todo eran mieles y besos, música  celestial  acompañaba cada uno de sus encuentros.

Evocando un poco sus recuerdos, revivió los cinco años de casada. No la importó dejar su trabajo para dedicarse enteramente a la casa, a sus hijos y a su marido. Ella así era feliz y la habían educado para ello, con lo cual se sentía realizada.

            Pablo no podía ser mejor marido. Siempre pendiente de ella y de sus hijos. Cuando llegaba a casa después del trabajo, se deshacía en elogios para su esposa y le encantaba jugar con los niños. ¿De qué se quejaba? No tenía derecho.

Siguió divagando sobre su suerte, y llegó a la conclusión de que lo que ahora le hacía infeliz, era la rutina.  “La monotonía mata el amor y la alegría” se dijo, y eso es lo que le ocurría a ella. Habría que encontrar alguna fórmula que le permitiera compaginar sus tareas de casa, atender a sus tres hijos y a Pablo, con una actividad que a ella le llenara. Necesitaba tiempo para sí misma.

Convencida de su reflexión, dejó a los niños  en el cole y se dirigió al centro cultural de su distrito, para ponerse al corriente de cuantas actividades impartían. No se podía creer que quisiera añadir a todo su trabajo alguna tarea más. Ojeó los folletos que se encontraban encima del mostrador de  información.
.
Curso de corte y confección. Este no, ya había cosido bastante confeccionando ropa a los niños. Taller de bordado y filtiré. Tampoco, sabía bordar desde niña, lo había aprendido cuando iba al colegio de las monjas. Curso de cocina. “Podría yo enseñar tal asignatura”, se dijo. Encaje de bolillos. Pero bueno, ¿es que las únicas actividades que impartían en ese centro eran las del ama de casa perfecta, de toda la vida? “En cada una de esas   áreas, tenía yo matrícula de honor”. Pensó. “Les  podría enseñar a todos”.

Salió del centro cultural contrariada. No era eso lo que ella buscaba para evadirse de su rutina. Se puso a contemplar el cielo que amenazaba lluvia, y según bajaba los ojos se paró su vista en un balcón del primer piso de un inmueble, conocido de toda la vida, pero que ahora pendía de él un enorme cartel en el que se leía: “Se dan clases de guitarra”. Se ilusionó al ver el anuncio y pensó que, tal vez eso, era lo que andaba buscando. Siempre había tenido inquietudes y la música era una de sus aficiones favoritas.

Sin esperar el ascensor subió al primer piso excitada: había encontrado lo que buscaba. Salió a recibirla un joven muy amable que la informó sobre el curso. Le convenció el horario y el precio, y salió de la casa llena de ilusiones. Por fin iba a realizar uno de sus sueños de juventud. “Nunca  es tarde”, se dijo, y se dirigió a su casa con paso ligero. Había perdido mucho tiempo divagando sobre su vida y tratando de resolver el pequeño problema que le acuciaba. Ahora tendría que darse prisa en realizar sus tareas, o le pillaría el toro.

Tan absorta estaba en sus pensamientos que tropezó con el bordillo de la acera y cayó al suelo.

 La caída la despertó. Había estado soñando, y se había caído de la cama. El despertador le estaba anunciando la toma de las pastillas de la tensión, el sintrón y el azúcar, y Alejandra se había quedado dormida de nuevo. El dolor que sentía en la cadera le hizo pensar que quizá podía habérsela fracturado .Buscó en su pecho el botón que le permitía ponerse en contacto con el centro de atención para mayores y, mientras lo hizo, pensó ¡“Cuanto daría por volver a aquella maravillosa rutina!”





LUNA

Fantasía





Apenas comenzó él a recitar el poema,

ella sintió como su corazón le golpeaba fuertemente el pecho.

Todo su cuerpo temblaba,

como ramas a merced del viento.

Él procuraba tranquilizar las palabras que escapaban de su boca,

pero su voz se enredaba en un doloroso gemido,

al tiempo que sentía el temblor de su cuerpo

cayendo lentamente hasta el suelo,

como si fuera un muñeco de trapo

al que le han dejado caer unas gotas de llanto,

y sólo era el principio.

Sus cuerpos se unieron en un desesperado abrazo.

Apenas se besaron, un ciclón los envolvió,

los agitó y estremeció.
.
De pronto el cielo,
,
la luz brillante de una estrella,

la noche envidiosa del beso,

los latidos de sus corazones en una alocada carrera.
.
Subidos en la cima del mundo

se sentían volar libres al viento,

como si fueran un solo cuerpo.

Temblaba el deseo,

se vencían las tinieblas,

Y todo se mezclaba en un profundo suspiro,

 en caricias que los llevaba hasta el límite de la fantasía.


                                               I R I S

El ser o no ser. He ahí la cuestión





Apenas expresamos algo lo empobrecemos singularmente. Creemos habernos sumergido en las profundidades del abismo y cuando volvemos a la superficie, la gota de agua que pende de la pálida punta de nuestros dedos ya no se parece al mar del que procede.

Creemos que hemos descubierto una gruta maravillosa, un tesoro en cristales y cuando volvemos a la luz, sólo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio, y sin embargo, en las tinieblas relumbra aún inmutable el tesoro.

El entendimiento del hombre llega muy lejos, en tanto que su explicación científica elaborada en su cabeza, una vez fuera se congela, se enfría.

¿Qué cosa ocurre en un momento? ¿Qué cosa apunta como un clamor hacía el cielo y qué cosa se apaga repentinamente?  

La cámara gozosa había captado un instante único, mágico,  extraordinario, bellísimo para ella. En casa, al contemplar aquella fotografía, ya no  encontró el gozo. La fragilidad del vuelo, captado en un instante quebradizo, ya no existía, se había escapado. Todo vuela ahora por una Mastaba Universal.


Quirón

El color de la vida





                Cada persona en esta vida tiene un color,
                un color del cual se sirve para vivir,
                le sirve para vestir y ver el mundo,
                le sirve para opinar de las cosas,
                y también para ver las cosas desde un color.

                Claro está que dentro del color
                puede ver todo cuanto nos rodea,
                y así la opinión de los demás tiene un color,
                y si no es nuestro color lo vemos distinto a él,
                y ese color existe en todos los medios
                y en todas las cosas y hasta en el día a día.

                Contemplamos una rosa,
                olemos un clavel,
                acariciamos las flores,
                saboreamos laurel.

                Respiramos del aroma del tomillo,
                nos deleita el sabor de manzanilla,
                nos alegran esos tonos del cantueso,
                y admiramos la preciosa campanilla.

                Cómo no el color de primavera,
                con los campos y los árboles en flor,
                y el otoño con los tonos tan confusos,
                y las nieves en los riscos, que primor.

Trotamundos