miércoles, 13 de junio de 2018

Hasta pronto






         Parece mentira como corren los tiempos, a pesar de los cambios climáticos, políticos o sociales. Un año más hacemos un paréntesis en nuestra andadura literaria, para poder disfrutar, siempre que el tiempo no lo impida, de un período de descanso, reflexión y disfrute familiar y social.

         Amenazamos con volver en octubre con nuevos, o viejos, recuerdos y vivencias que compartiremos con todos vosotros.

         Agradeciendo vuestra fidelidad, ¡que os vaya bonito!


Cómo suena la tinta

sábado, 9 de junio de 2018

La fiesta del cantueso





         Las campanas de la torre de la iglesia anuncian la misa festiva que se celebrará en breve. La gente peripuesta acude  en masa arropando a los niños que han celebrado su primera comunión este año. La iglesia se llena de voces y murmullos y las risas frescas de los niños. Saludos a conocidos, familiares y amigos. Es una fiesta grande y acude todo el pueblo.

         Suenan las dulzainas y el tamboril que acompañan a la corporación municipal, al sargento de la guardia civil, y las damas con su reina y los mozos del año, todos ellos quintos. El cura sale a recibirlos y entran con pompa en la iglesia, llenando los bancos reservados cerca del altar.

         La ceremonia religiosa transcurre según los ritos de la iglesia católica. Leen las damas y los niños de comunión. Canta el coro canciones conocidas por la feligresía. Pasan el cestillo los propios niños de comunión. Celebran la eucaristía y se llega al sacramento de la comunión donde niños, jóvenes, adultos y mayores participan con devoción.

         Al final de la misa el cura coge entre sus manos, envueltas con la capa de celebración, el cuerpo de Cristo, consagrado y guardado en la custodia, y sale en procesión fuera de la iglesia, bajo palio. Al son de la dulzaina visita los distintos altares que algunos fieles ponen a la puerta de sus casas, adornados con lienzos bordados, manteles y mantones de Manila. Encima de una mesita se ponen flores, una imagen o escultura representando a Jesús o a su Madre, y una jarra de agua con vasos que será bendecida por el cura y de la que beben niños y mayores. Mientras reza el sacerdote frente el altar, los niños echan pétalos de flores y cantueso por encima y alrededor del altar. Música, canciones y rezos, van dando la vuelta al pueblo hasta que se visitan todos los altares y se termina de nuevo en la iglesia con los últimos rezos.

         Una vez terminado el acto litúrgico, una lluvia fina empuja a todos los feligreses a los bares de la plaza para terminar la celebración y luego ir a comer a sus casas, junto a sus familias que se suelen reunir en estas fechas. En el campo la primavera recrea el paisaje con su colorido.


Rabo de lagartija

Alejandro y los prodigios



¡La  noche de los prodigios!, en la mente esponja de mi nieto Alejandro.
Su gran capacidad de asombro e ilusión. ¿Qué cosa tan esplendida fue para mí? Que noche tan inolvidable pasé, persiguiendo encantos con Alejandro de la mano.
Fue el sábado. Era por la tarde-noche, sobre las siete. Era de noche, hacía frío, pero el niño con dos añitos salía tan contento de mí mano, y más que se puso  al ver árboles y fachadas por doquier encendidos, llenos de luces de colores tintineantes, tiraba de mí gritando ¡Mira yaya, luces, luces! E íbamos de acá para allá persiguiendo luces donde las hubiera.
En la plaza del pueblo, un mercado medieval. Sólo podía mirar al niño, en sus ojos se podían ver todas las maravillas del Universo. Cómo se encendía todo él, entre tantas luces y maravillas, nuevas todas para él.
 De mí mano y de puesto en puesto y de  portal en portal, encontramos uno, con fuego en el suelo, al lado, unas grandes trébedes, Alejandro dijo, apuntando con el dedo al fuego -pupa yaya-, y al mirarme sus ojos enormes reflejaban todas las estrellas del cielo. Me tenía perpleja, le expliqué  que era una sartén sobre las trébedes y asaban castañas, y salió corriendo, -mamá, mamá-, a contarle a su madre lo del fuego y las castañas,
 En otro portal, el herrero con su fuelle atizaba el fuego, y aquel crepitar de llamas y de chispas le mantenían absorto, cada vez se acercaba más para contemplar cómo el hierro enrojecía. Mí niño, parecía querer absorber tantos asombros. Nadie es capaz de demostrar tantos anhelos como los niños pequeños. Y anoche el niño era una antorcha de luz.
Volver a casa, entre casas iluminadas de colores, hizo que él y sobre todo yo, con tal  de verle así de contento, nos adentráramos por calles adyacentes, buscando luces de colores, y vaya si había luces, y cómo corría él para verlas mejor y más cerca.  Mi hija nos mandó a Daniel, mí  Dani, para que el peque y yo no nos perdiéramos y conducirnos a casa. Cosa que hicimos cantando villancicos y medio bailando.
A mí, mis nietos vida me dan, y años me quitan con su contacto. ¡Qué gran noche la de aquel día!

                           Quirón

Carta a mi prima, la zurda





Me pongo a recordar y no paro, y es que recuerde lo que recuerde ahí estas tú, prima, en lo más hondo de mi memoria.

Recuerdos vagos en la niñez, cuando disimulada y sigilosamente  entrabamos en la casa de la abuela a coger los pestiños, que tan ricos hacía y que guardaba debajo de la cama en una caja de cartón

En la adolescencia, cuando jugábamos a ser mayores y nos escondíamos para fumar y hablábamos de los chicos que nos gustaban. Cuando enlazábamos las fiestas de pueblo en pueblo.

 ¡Qué bien lo pasábamos!

Que risa me daba cuando me decías: “Tú estás loca” porque hacía cosas que ni siquiera pensaba que podía hacer.

Cuando te mordió aquel perro, que te dejo esa cicatriz. Nunca llorabas

Ahora de mayores nos hemos distanciado un poco. A ti te agobia la ciudad y yo voy poco al pueblo, pero siempre te he admirado, por tu coraje, valor y fuerza a la hora de afrontar esta delicada enfermedad.

Siempre te he considerado muy inteligente, porque dicen, que aunque no esté comprobado, los de tu colectivo son mucho más creativos, y yo, prima, lo creo.

Además de la fecha de tu cumpleaños, acuérdate que cada trece de agosto también es tu día, porque es el día mundial de los zurdos.

Carta de admiración a mi prima, la zurda.

Clave de Sol


Mirada entre las nubes





         Si me preguntaran si me gusta viajar en avión tendría que, por unos instantes, pensar en la respuesta.

         Cada vez que tengo que volar al destino a donde me dirijo, siempre al coger el asiento pido que este sea al lado de la ventanilla. Una vez   comienza el vuelo, miro a través de ella, para seguir con la mirada el recorrido que tiene que hacer el avión por las líneas que anuncian por donde tiene que iniciar el despegue y elevación a las alturas. Tras unos minutos de ascenso, el aparato se nivela para seguir el rumbo marcado por el plan de vuelo.

         Durante el viaje miro desde la ventanilla. El paisaje que se me ofrece del exterior me atrapa. Las ciudades y pueblos apenas son motas. Las tierras forman cenefas que van cambiando de colores. Los ríos serpentean y el mar convertido en una gran mancha azul verdosa, ribeteada con puntilla de blanca espuma, creada por las olas al romper sobre la arena de la playa.

         Otra imagen que llama mi atención son las nubes. Estas parecen blancos  algodonales que te dan ganas de alargar las manos para tocarlas, a sabiendas que se esfumarían entre ellas. También el cielo, con su color azul intenso, sobresaliendo por encima de la capa creada por la  contaminación que amenaza con oscurecerlo.

         Mientras el vuelo continúa, las imágenes grabadas en mi mente me siguen hablando de la inmensidad que se divisa desde las alturas y de lo insignificantes que somos en la tierra vistos desde allí arriba.

         El tiempo pasa y el viaje sigue su curso. La voz del comandante anunciando que pronto tomaremos tierra, rompe el hilo de mis pensamientos. Miro por última vez por la ventanilla, despidiéndome hasta la próxima vez de la mirada entre las  nubes.


I R I S

El bolígrafo de Paula





A Paula le gustaba mucho hablar de su familia y escribir cosas que les pasaban.

Es la sexta de ocho hermanos,  todos en edades pequeñas.

Sus padres, pescadores de bajura, todos los días  salen a recoger lo que pueden y con ilusión lo llevan a casa y entre todos seleccionan el cargamento del cesto. El hermano más pequeño, con  avidez,  siempre se queda con alguna pieza para su gatito Sanfor.

Por la mañana su madre irá al mercado a vender su mercancía.

BUENO YO SOY PAULA y como veis formo parte de esta familia.

¿PERO QUE SABEIS DE MÍ?

Os diré que siempre me confortaba el olor que traían mis padres impregnado a Mar, y lo felices que llegaban. Yo me decía, cuando sea mayor querré ser como ellos.

Os he dicho que tengo siete hermanos, y según he ido escribiendo ¡¡han crecido¡¡ y hoy todos trabajamos, y hemos seguido viviendo del Mar.

OS cuento otro secreto: un día soñé que mis padres vivían en un faro muy grande, y nosotros éramos  los que orientábamos  la entrada y salida a los barcos por la BOCANA.

La vida de mis padres y las nuestras siempre han estado alimentadas de agua de Mar y la linterna del faro el complemento perfecto  para contemplar cómo la  luna ascendía por las noches con un color anaranjado precioso.

                                                                                                          Virpana