lunes, 20 de mayo de 2019

¡Hay que montar el chiringuito!





         La maquinaria se pone en marcha. Después de cuatro años de rutina, los partidos políticos se activan, crean nuevas consignas y ofrecen sueños a veces irrealizables, pero que atraen al votante. Hurgan en el almacén y sacan  los tenderetes para informar a la sociedad en las vías públicas, con sus logotipos y eslogan. Sacan los altavoces, desempolvan el himno del partido, se visten de políticos y dan discursos grandilocuentes y llenos de buenos deseos, eso sí, sin desvelar las fuentes de financiación que tienen que mover para conseguir esas utopías que ofrecen. Bajan impuestos, suben prestaciones. Los eruditos economistas sabrán cómo se marida ambas ofertas para cuadrar las cuentas del Estado.

         Prometen que van a cambiar la sociedad a un estado del bienestar, lo cual no han hecho en los cuatro años que llevan de gobierno y oposición. Últimamente se detecta en los municipios diversas obras y mejoras que no tenían presupuesto hasta un poco antes de las elecciones. Eso está bien, tenía que haber todos los años cambios de gobiernos, tanto municipales, autonómicos o estatales, aunque el gasto que producen unas elecciones no se si compensaría con los beneficios a los ciudadanos.

         Lo que es innegable es que ejercemos nuestro derecho de votar a quien nos parezca mejor, si lo miras por el lado positivo, o al que parezca menos malo, si lo ves por el lado negativo. Algo hay que hacer menos dejar que sean otros los que decidan por ti. Lo que decida el pueblo es para otros cuatro años, con todas sus consecuencias.

         ¡Vecinos y vecinas, votar a fulanito y no votéis a menganito! Es el eslogan que últimamente se oye. ¡Que viene el coco si no nos votáis! En fin, hay que reflexionar, preguntar al corazón y a la cabeza qué vida queremos para nosotros y nuestros hijos, y no faltar al derecho y a la vez deber de mantener la democracia que tantos años nos costó conseguir.

Rabo de lagartija

Sólo respirar





                   Esa flor blanca tan clara
                   como es la flor de la jara.
                   Este olor fino y sencillo
                   como rama del tomillo.

                   Y esa mata de romero
                   con su diminuta flor,
                   que le da vida a la abeja
                   y alimenta con su olor.

                   Hay una retama blanca
                   y una retama amarilla,
                   con un aroma especial
                   que hasta con la luna brilla.

                   Es el cantueso esa planta
                   con ese añil especial,
                   sus pétalos enamoran
                   con su tono sin igual.

                   Y nos salen margaritas,
                   también nos salen violetas,
                   y tréboles que florecen
                   en praderas muy concretas.


Trotamundos

Palabras vivas





            Las palabras tienen vida propia. Y por eso mismo son tan versátiles: subversivas, invasivas, repudiadas como “Amor”, sometidas, mutiladas, cargadas de arengas... “Hay que custodiar la libertad de las palabras” en todos los terrenos.

            Y sintiendo que esto es así. Me fui por el túnel de un poema de  abrazar a Izet Sarajli. Estaba en el cementerio, bajo la lluvia, al lado de la tumba de su esposa, muerta justo al terminar la guerra” ¡Cuánto me gusta empaparme junto a ti!”

Se habían amado como nunca durante el sitió de Sarajevo, el más largo de los asedios. 4 años en vilo (1992- 1996), 12.000 muertos y más de 50.000 heridos. Izet, fallecido en 2002, era antes de la guerra  un célebre poeta bosnio, el más traducido.  Lo extraordinario de Izet, y de gente como Izet, es que custodiaron la libertad de las palabras, la posibilidad de la aventura, en el imperio de la destrucción. Izet le llevó la contraria a la guerra de otra forma.

Frente al tableteo de las armas, él tecleaba muchas veces, como una provocación histórica, la repudiada palabra “amor”. Ante un incesante bombardeo nocturno, va y escribe: “Una noche ésta inconscientemente te preguntas /cuántas noches de amor te quedan”/. Caen las granadas y una de ellas está a punto de alcanzar el poema: “Ha sido lanzada desde el Mekovici/ donde antes de la guerra/cogía margaritas/ con la mujer que amo”.

Terminada la Guerra Mundial, el filosofo Judío-alemán Víctor Klemperer, un superviviente, tuvo un encuentro casual con una mujer berlinesa, no hebrea, que le contó que había estado en prisión durante el nazismo. “¿Por qué estuvo usted en la cárcel?”. Y ella contestó: “Pues por ciertas palabras”. Esa respuesta sencilla y genial, empujó a Klemperer a escribir una obra en verdad imprescindible. La LTI, La lengua del Tercer Reich. Es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal.

Cuando el poder abusivo somete al lenguaje, (y es sometido en cada momento y lugar), cuando contagia todo de arenga desaparece  lo que Esther Cohen denomina “la posibilidad de aventura”. Ese es el meollo. En la literatura y en la vida.

Hay una poesía de Antonio Machado tan estremecedora que resume todo el horror de una guerra, esa en la que podemos sentir a través del tiempo un bombardeo sobre la población civil y el peor destrozo:

            LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO, allí donde dice así :
 
  /“Invisible avión moscardonea. /
¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?  /   El cristal del balcón repiquetea, 
/ ¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!” /.

Así es la gente del turno de noche en el corazón del mundo.


Quirón

lunes, 6 de mayo de 2019

¡Qué bien se está de vacaciones!





La tarde era plácida y el sol se recreaba fabricando sombras de los objetos que rompían  la monotonía de la verde pradera. El ganado pastaba con pereza y las aves se posaban en las ramas de los frondosos árboles frutales que salpicaban de vez en cuando el prado. Luisito jugaba con su carretilla de madera, transportando a los gatos que compartían sus juegos en la granja de su abuelo. Estaba de vacaciones y, salvo unas pocas horas que debía dedicar a los estudios de repaso, todo el día estaba a su disposición para dejar volar su imaginación y crear los mundos mágicos que cualquier chiquillo de su edad soñaba.

         El abuelo, después de las tareas que le ocupaban parte del día, se había sentado en su hamaca en el porche de la vivienda y, después de efectuar el ritual de cargar y encender su pipa con ese tabaco oloroso que bailaba flotando a su alrededor, se dedicaba a leer la prensa de días anteriores. Los padres de Luisito se habían marchado unos días a resolver asuntos en la capital, y volverían pronto. El chico disfrutaba con esa ausencia, ya que no le daban tantas órdenes e instrucciones de comportamiento. El abuelo le consentía muchos más juegos y hacía a veces la vista gorda si terminaba antes sus estudios.

         Al cabo de un rato, le pareció escuchar como una lejana voz. Como estaban solos miró hacia su abuelo y vio que estaba caído en el suelo y levantaba un brazo para llamar su atención. Corrió hacia él y con voz asustada le preguntó qué le pasaba. El abuelo, con apenas voz le dijo  que avisara al médico del pueblo porque no sabía que le estaba pasando. Le ayudó a incorporarse y sentarse en su hamaca y preguntó a su abuelo cómo podía llegar más rápido al pueblo. No sabía montar a caballo, no había vecinos alrededor y, manías de su abuelo, no había un solo teléfono en la casa. Sus padres se llevaron sus móviles y por allí sólo pasaba el panadero con la furgoneta dos veces por semana.

         Corrió hacia el granero donde recordaba haber visto por algún rincón una bicicleta antigua. La encontró detrás de unos tablones y la miró con desolación. No tenía frenos, la cadena estaba suelta, el sillín doblado, un manillar enorme que no sabía como iba a poder abarcarlo con sus manos y las ruedas sin aire. No podría utilizarla sin perder mucho tiempo en ponerla en orden. Miró en todo el granero y lo único que encontró fue un carrito pequeño, como en miniatura,  que tenía unos arneses para engancharlos a un animal pequeño. ¡Peludo!, el perro pastor de su abuelo. Si pudiera engancharlo, seguro que podría tirar del carro y llevarle al pueblo. Salió del granero y lo llamó a voces. ¿Dónde estará el perro? Seguro que tumbado a la bartola detrás de la casa, donde le daba la sombra. Corrió hasta allí y viéndolo tumbado, lo agarró del pelo del cuello y tiró de él hasta que se levantó y le siguió dando saltos con intención de jugar. Lo llevó hasta el carrito y sin saber cómo, logró atarle las cinchas y el cabezal. Se sentó en el carro, se agarró a la barandilla del mismo y le gritó a Peludo para que corriera. El perro, contento pensando que era un juego, tiró poco a poco del carrillo hasta que cogió un poco de velocidad y, dando ladridos trotó por el camino que llevaba al pueblo.

         El niño no sabría decir lo que tardó en llegar ni los botes y baches que tuvo que sufrir hasta mandar parar al perro en la casa del médico. Saltó corriendo y llamó a la puerta como si se estuviera quemando la casa. Dando voces de qué pasa, a qué tanta prisa, el médico abrió la puerta y el niño, a toda prisa y sin coherencia le explicó que su abuelo se había puesto malo y que tenía que ir urgentemente a verle. El médico, que conocía al abuelo desde hacía años, comprendió la premura del niño y cogiendo un maletín y su chaqueta, invitó al niño a acompañarle en el coche. Luisito miró a Peludo que estaba agotado de la carrera, pero como no podía perder tiempo le dijo que volviera a casa cuando pudiera. Montó en el coche con el médico y, en poco tiempo estuvieron en la granja.

         Una inyección, unos medicamentos y una llamada a los padres para que volvieran cuanto antes fue lo que el médico hizo. Llamó también a una señora del pueblo, que era enfermera, para que se quedase con ellos hasta el regreso de los padres, y le recomendó reposo al abuelo. Se marchó porque tenía más enfermos que atender. Dejó  al niño al cuidado del enfermo hasta que llegara la enfermera. Luisito estaba preocupado por Peludo. ¿Sabría volver a la granja? ¿Tendría fuerzas para llegar?

         Entrada la noche, la enfermera cuidaba al abuelo y había hecho la cena a los dos. El niño estaba acostado, tratando de dormirse. Oyó un ladrido y se tiró de la cama. Salió corriendo de la casa y se encontró a Peludo tirado en el suelo respirando fatigoso con la lengua fuera. Seguía enganchado al arnés del carrillo pero del carro sólo quedaban unos cuantos palos. En la carrera de vuelta, con los envites que debió de dar a los árboles del camino, se había ido destrozando poco a poco. Luisito se tiró a su lado y le abrazó acariciándole la cabeza. Se había portado como un campeón. Le soltó el arnés y le llenó su lata de agua dentro del granero para que descansase.

         Al día siguiente llegaron los padres, el abuelo se había recuperado bastante y se había vuelto a sentar en su hamaca plácidamente, después de abrazar al niño y decirle que había sido muy valiente. Se fue a jugar con sus gatos. A uno lo montó en la carretilla y le ató con un trapo la patita. Al otro le hizo un cabezal con una cuerda atada a la carretilla y le animaba a tirar mientras el niño  imitaba el sonido de la sirena de una ambulancia. Ahora era experto en atender a enfermos.


Rabo de lagartija

Léame los labios, miento





En la política hay mucha competencia, muchos codazos. La política impaciente favorece a un nuevo tipo de liderazgo. El primero que desenfunde, el más rápido en el insulto. Por ejemplo en el gran espacio del centro- derecha tendríamos centristas, conservadores y ultras. Mantener la diferencia exige un cultivo de ideas. Pero se ha vuelto al artificio de la “derecha natural” de la que Fraga hablaba cuando quería devorar al centrismo. Y se lo comió en un churrasco. El tableteo de insultos no deja huecos a la inteligencia, donde el acuerdo y la confianza dieran lugar a la democracia. La historia del churrasco se repite. Si el discurso se llena de insultos, el único discurso será el insulto. Compitiendo por crear malestar, tierra quemada, enemigos…

 Sorprende la facilidad con la que muchos que se definen como liberales, políticos o gentes de la cultura y el periodismo, han sido fagocitados por una dinámica del pensamiento grosero. En el set de Colón, más que líderes pensando en el bienestar de la gente, me pareció ver a émulos de Joker o Darth Vader compitiendo por crear malestar, miedo, angustia… 
Cuando era aprendiz de periodista me enviaron a cubrir una información municipal. Se oteaba el final de la dictadura, pero en los Ayuntamientos no pasaba nada o casi nada. Aquel día  ocurrió algo. El concejal  de Cultura, Deportes y Fiestas había convocado  a personas de ese ámbito. Surgió un debate inesperado. El concejal afirmó tajante que no permitiría  la representación de una obra de teatro titulada La Hostiada. Por muy clásica que fuera. 
-Es la Orestiada- le aclararon.- ¡Peor todavía!

Uno de los asistentes se levantó, pero antes de marchar le dijo: “el monstruo que todos llevamos dentro, usted lo lleva por fuera”.

Y el munícipe respondió: “Ya empezamos con las indirectas”

El máster en insultos, hasta ahora, lo ha ganado Pablo Casado. Un récord mundial. Ganchos de intención letal al mentón de Pedro Sánchez. Pero no es cierto lo que han visto y oído: “Lean mis labios, mienten”. El hombre que quiere presidir  una España  unida dice que han sido, no más unas indirectas… 


    QUIRÓN

El valor de lo importante





En estos días que la prensa escrita y televisada, nos están  mostrando la decadencia de algunos  pueblos Castellanos Manchegos; uno se pone a pensar y sacar conclusiones.

¿Qué ha pasado en esos pueblos serranos? ¿Por qué  los han dejado solos?

Son muchas preguntas que deberían tener respuestas. Unos pueblos tan bonitos, hechos en años anteriores con buena calidad de materiales, piedra tras piedra uniendo paredes, haciendo unas casas para toda la vida sin olvidar hacer un  banco  también de piedra, a la entrada de la casa  donde en los tiempos de descanso se sentaban  los lugareños  y  conversaban con sus vecinos de puerta a puerta.

Destacando los edificios emblemáticos  desde lejos por su altura, estaba la iglesia, el Ayuntamiento y el Castillo con todas sus vertientes de agua.

Eran pueblos muy visitados por personas de las ciudades,  recorrían sus calles valorando bien su construcción, casas de doble altura, otras más sencillas pero, todas con una estética muy particular   terminando  el recorrido en algún mesón a degustar platos típicos de la zona.

Ahora es para pensar, ¿qué ha pasado con estos pueblos? ¿Qué mala gestión se ha hecho para que estos estén prácticamente sin habitantes?

            La escuela está en  buenas condiciones  lo que hace falta son niños, los jóvenes  han tenido que emigrar a las ciudades o inclusive al extranjero y han dejado a sus familias  en la tesitura de qué hacer ellos también, cada vez son menos en el pueblo y al final tendrán que entrar a las ciudades.

Los abuelos resisten, lo tienen más claro, ellos no dejaran su pueblo, sus costumbres, recorren las calles con sus bastones, ellos con el saber que dan  los años siguen recordando sus cosas, se reúnen en el bar de Paco que aún tiene algunas sillas.

Alguien tendrá que responsabilizarse  de estas salidas masivas de estos pueblos. Hay  que recomponer lo destruido, fomentar otra vez la vida donde quedó un poco parada. Los cimientos están firmes, ¡¡en las calles corre el agua!! Los campos en primavera tienen  flores.

Sólo se necesita voluntad para hacer resurgir esos pueblos  y crear nuevas expectativas para que empiecen otra vez a resurgir.

Señores hablantes de televisión y prensa deben seguir hablando de estos pueblos, pero que el discurso sea diferente del  anterior, para pedir a quien corresponda una nueva incorporación de personas que puedan vivir dignamente en los pueblos.

                                                                                  VIRPANA

Diálogos y gladiolos





Estaban un poco distanciados, hablaban poco y hacían pocas cosas juntos. Aún se querían y habían sabido darse el espacio que cada uno necesitaba, después de toda una vida juntos.

Cuando trabajaban, ella se quedaba en la ciudad a comer con las compañeras y al cine, en alguna otra ocasión a pasear por la ciudad, que tenía una luz especial, él de reunión en reunión  lograba tener un rato y quedaba en el gimnasio con algún amigo.

Lo que siempre hacían juntos era la cena, frugal pero siempre juntos.

Él, de vez en cuando, llevaba a casa  unos gladiolos que ella agradecía porque le gustaban las flores y los gladiolos en especial, por su forma de espiga, por su altura y sus flores vistosas.

Se preguntó si no sería el momento de cambiar de vida, desde la jubilación su situación había cambiado.

Ahora preparan la cena juntos, adornan el salón con los gladiolos de distintos colores y se disponen a dialogar sobre los cambios que vendrían a partir de ahora.

¿Su vida será diferente?


Clave de Sol

Hasta donde somos





        Se puede ser dueño de un coche. Se puede ser propietario de una moto, hasta de una casa, de un palacio. Hasta ahí, todo bien. Pero… ¿y de ti mismo?, ¿no eres dueño de ti?

        Parece que no somos nada, que no tenemos derecho a decidir por  nuestra propia voluntad, que hay que estar a la voluntad de los demás y hacer lo que ellos te obligan. Pero, ¿ellos lo hacen y acatan las leyes? Esta es la palabra que se escucha en los corrillos hoy en día, como consecuencia de la EUTANASIA de una persona que, después de treinta y un años ya no pudo más.

        El tema no es fácil para nadie, es muy complejo y por lo tanto hay que valorarlo con calma y sensatez, desde las personas que conozcan los casos en profundidad, que cada caso puede ser diferente, y en cada caso tomar una medida distinta, pero que sí se pueda llevar a efecto cuando se compruebe el estado de cada persona. Porque cada cual pensamos de una manera y no en todos los casos acertamos. Por eso es necesario que haya una regulación profunda para decidir qué es lo más acertado en cada caso, y valorar todos los puntos, tanto de la vida como el sufrimiento de cada persona.

        Es muy posible que quien esté sufriendo la enfermedad sea el que más desee acabar con el sufrimiento. Pero quizá hay que valorar si la medicina puede curar o no la enfermedad, y decidir lo mas acertado y tener en cuenta la opinión de todos los afectados por el caso.


Trotamundos