viernes, 21 de octubre de 2016

El placer de la lectura




        Le quité el precinto de plexiglás y lo examiné detenidamente. La carátula representaba un dibujo atrayente, que te invitaba a profundizar en su interior. Leí la sinopsis de la trama y quedé enganchado. Siempre que empiezo un libro, las primeras diez páginas me indican en qué grado de adicción a su lectura voy a estar. También me gusta profundizar en la pequeña biografía del autor/autora para conocer lo que le había empujado a escribir novela.

        Me aseo, me limpio bien las gafas, cojo la bolsita que utilizo para transportar el tesoro por descubrir, y me pongo en marcha hacia el parque de mi barrio. Busco el lugar idóneo, un banco con sombra cerca de una fuente cuyo chorro de agua cristalina fluye hacia arriba, como queriendo alcanzar el cielo, para caer mansamente en el estanque donde los patos anidan. Me siento plácidamente a disfrutar de un rato de lectura.

        Me abstraigo de todo lo que me rodea aunque el parque tiene una vida intensa. Gente mayor, adultos, niños, grupos de jóvenes, deportistas, mascotas, fauna y flora, conviven en un gran espacio, rodeado de bloques de viviendas.

        Comienzo como con prisa a absorber las primeras páginas, y con el murmullo de fondo de la actividad del parque, mi mente se introduce en la novela para vivir en primera persona su planteamiento, nudo y desenlace.

        Desde bien jovencito el afán de lectura se despertó en mí. Seguramente fue mi padre el que me inculcó dicho afán. El hombre gustaba de leer pequeñas novelas del autor de la época, Marcial Lafuente Estefanía, cuyo tema eran los vaqueros y pistoleros del oeste. Me las leí todas. También me aficioné a ir a la biblioteca pública para saciar mi hambre de lectura, generalmente de aventuras.

        Con la lectura de libros he enriquecido mi vocabulario, la gramática, los tiempos verbales, la ortografía, la sintaxis y en general, la cultura. A través de los relatos he viajado a lugares desconocidos para mí, he buceado en la historia de pueblos, gentes y culturas y, sobre todo, he tenido emociones, sensaciones e ilusiones, que en la vida real no hubiera sentido.

        Hoy en día se cuestiona el libro físico frente a los ingenios electrónicos, donde puedes almacenar montones de obras literarias e incluso, agrandar la letra. Reconozco que es un avance, pero siento que con ello pierdes el contacto con su envoltorio. No sientes el volumen y el peso de su contenido. Dejas sin sentido las estanterías donde admirar la prestancia de un libro bien encuadernado y tienes una dependencia cada vez mayor a los modernos artilugios que acaban esclavizándonos y haciéndonos dependientes y adictos a ellos.

        Si no sabes en qué ocupar tu tiempo libre, si tus deseos de conocer otros países, otras culturas se frustran por tu economía, si tus pasiones ocultas no puedes hacerlas realidad, cómprate un libro o pídelo en préstamo a una biblioteca pública, y disfrútalo de principio a fin.


Rabo de lagartija

Palabras en el aire




             El teléfono  empezó a sonar rompiendo el silencio reinante en la habitación. La mujer levantó la cabeza que descansaba sobre la mesa del escritorio. Con la mirada envuelta en las brumas del sueño miró a su alrededor, se había quedado dormida, mientras tanto el teléfono seguía sonando lo que la hizo tomar el auricular y comprobar quien era el que llamaba tan insistentemente- Cuando descolgó apenas alcanzó a decir palabra, una voz al otro lado del aparato, con tono visiblemente impaciente, le recordaba la cita que tendría lugar en la editorial para la que trabajaba, con el fin de hablar de su último trabajo. Cuando colgó el teléfono se  quedó pensado y preguntándose como tomaría su representante su deseo de dejar el trabajo.

            Mientras se preparaba para salir a la calle no dejaba de pensar en la noche anterior. Se había propuesto avanzar el relato que había comenzado hacía ya tiempo. Después de tomar algo ligero de cena se sentó frente al ordenador. Sus dedos comenzaron a caminar sobre el teclado, pero una y otra vez borraba y empezaba de nuevo. No entendía qué la estaba pasando. Recordaba cómo en otro  tiempo una fuente de inspiración  era todo cuanto la rodeaba. Durante semanas había estado tomando información que pudiera servirle para su trabajo, pero no conseguía enlazarlo en sus  relatos y quedaban como palabras en el aire. Los personajes que deambulaban por su mente, que en un tiempo salían al exterior para ser protagonistas de las aventuras narradas en su escrito, ahora permanecían en silencio.

            Cuando salió a la calle con dirección al coche, no dejaba de pensar cómo  tomarían sus jefes su decisión de abandonar el trabajo que le habían encargado. Tendría que hablarles de la imposibilidad de continuar porque su fuente de inspiración se había secado.  Podía imaginar la sorpresa en las caras de los dirigentes de la editorial ante la noticia de su abandono y su propósito de tomarse un tiempo donde poder comprobar si una nueva fuente de inspiración despertaba a los personajes que llevaba  dentro, y sobre la hoja de papel, escritas las palabras  en el aire.



I R I S

jueves, 13 de octubre de 2016

Para ti




                        Porque el Agua es de todos,
                        igual que es el Sol y el Viento,
                        y las zarzas, y las rosas,
                        y el clavel y el pensamiento.

                        El rocío de la mañana,
                        riega la planta y la flora,
                        y el sol le da su calor,
                        y la mirada lo adora.

                        También la brisa invernal,
                        deja ajada alguna planta,
                        que luego la primavera
                        las revive y las encanta..

                        El Sol, el Agua y el Viento,
                        son difícil de expresar,
                        pueden ser muy deseados,
                        y otras veces detestar.

                        Para ti quiero claveles,
                        para ti quiero azucenas,`
                        para ti te mando rosas,
                        para ti cositas buenas.

                        Y también mi corazón,
                        con el viento te lo envío,
                        y en tu carita de sol,
                        se desprenda del rocío.


Trotamundos

La burra grande y su dueño




El Mariano se compró una burra grande y cómoda. Tal era así, que el animal se pensaba mucho echar una pata tras la otra. Como sería de pava, que el hombre se dormía encima de ella mientras iba a cualquier pueblo, pero sobre  todo  a Cantalejo que estaba muy lejos.   La burra, era una especie de mecedora con un ton, ton incorporado.  La burra le llevaba a donde él quería, no crean que se equivocaba el animal, que no. Pero tenía un inconveniente, y no era flaco para este hombre que pertenecía a la cofradía del puño cerrado.

Mientras él dormía sobre ella, la enorme burra con su largo cuello, le comía la comida y él ni se enteraba hasta que no la buscaba en el fondo del serón, a la hora del mediodía.

 Se lo hizo tantas veces, que una vez, estaba  tan furioso con la pobre burra que no solo la pegó, como cada vez que lo hacía, sino que la desgarró la oreja de un mordisco, de lo furioso que estaba. Cuando volvió, se lo contó muy enfadado a su familia, ellos le escuchaban con gesto contrito, (no solo le comía la comida, es que le obligaba a comprar otra y gastar dinero, ¡y en aquel tiempo, que todo era trueque! Pero cuando el  Mariano se marchó todo enfadado, las carcajadas de su mujer  y sus hijos  rompían el silencio que suele reinar en el campo. Su mujer, siempre que le pasaba algo así decía: “no le está mal, no quiere ir tranquilo y cómodo pues ahí tiene la comodidad. ¿Pero cómo se las arreglará la burra, para comerse la comida sin tirar lo que lleva encima?, decía ella muerta de risa, mientras los críos reían  gozosos con ella.

Que le pasaran estas cosas a alguien tan pluscuamperfecto, les producía cierto goce, porque como ya se sabe, él era muy estricto y tacaño con los demás y no pasaba ni una, sobre todo a su mujer y a su hijo mayor. Al final tuvo que vender la burra por que no ganaba para disgustos, con ella.

 Este hombre estaba lleno de unas manías que no admitían discusión. Por ejemplo: para salir a vender a los pueblos las verduras, no se las podía extraer de la tierra la  tarde anterior, por mucho que su mujer tratara de convencerle, “Pero no ves que dejarlo para mañana es tener  que levantarnos a las 5 de la madrugada”. Pues no Señor, tenía  que ser ese día. Así que les tocaba levantarse a todos a las cinco de la madrugada. Él arrancaba las cebollas que creía mejores y las manitas de sus pequeños las pelaban, mientras su mujer e hijo cortaban con las manos las porretas y las unían de cinco en cinco con un junco. Idéntica faena con los repollos, lechugas, etc.

Después de tal fregado, al que le tocaba viajar y vender de puerta en puerta en Cantalejo, era generalmente a su mujer. Se ponía en marcha antes de las 8 de la mañana con el ronzal en una mano y  la varita de fresno en la otra, partía después de darles las recomendaciones habituales: cuidado con la carretera, portaros bien en la escuela, comeros todo lo que ponga la abuela María.   No volvería hasta última hora de la tarde después de recorrer los 40 kilómetros, más los que se pateaba por esa población tan  enorme y extendida  al sol, sobre la meseta segoviana, como es Cantalejo. Y cuando llegaba, le tocaba hacer la cena e irse a dormir porque  a las 9 de la noche todo el mundo estaba en la cama, no se podía gastar luz.

Que vida  tan durísima llevaron aquellas familias. Pero sobre todo, las madres de familia, casadas con hombres que se creen pluscuamperfectos. ¡Un bravo por las mujeres valerosas!

Quirón

martes, 4 de octubre de 2016

Querida Lusi





         Aunque no sé a que dirección dirigir este escrito, tenía que sacar dentro de mí todas estas sensaciones, emociones y añoranzas que me produces. Desde el primer minuto que te alejaste de mí, te he echado de menos. No me di cuenta de que te ibas marchando poco a poco, y que nuestra relación ya no tenía esa intensidad y esa complicidad, que nos ha acompañado durante toda nuestra relación. Te he buscado empujado por la necesidad de volver a tener todas esas experiencias que, juntos, hemos conseguido vivir. Es inútil. Pregunto por aquí y por allá, y nadie sabe darme la más mínima pista de por donde puedes andar.

         He recapacitado y he indagado dentro de mí para llegar a comprender la razón por la que te he perdido. Quizá pueda ser que he apostado fuerte por ti, y que podríamos realizar todos nuestros sueños juntos. Siempre he tenido una venda, que no me permitía ver los defectos de la humanidad, a la cual pertenezco, y que todo lo que me propusiera lo podría realizar teniéndote a mi lado. Te he exigido demasiado y mi exigencia te ha ido apartando de mi.

         Si la fortuna me tocara y fuera capaz de encontrarte de nuevo, y darte razones suficientes para que volvieras, cambiaría. Aunque mi relación contigo siempre se ha basado más en los impulsos de mi corazón que en escuchar las voces de la razón, que actuaban de escudo para evitar salir malherido y magullado de mis actos impulsivos, siempre he tenido una fe ciega en ti. Esa fe no la he perdido, pero te prometo que pondré en una balanza impulsos y razones y tendré la voluntad de discernir hasta qué punto son realidad o quimera los proyectos de futuro.

         Deseo y anhelo poder compartir el resto de mi vida contigo, y que, desde la serenidad, podamos hacer realidad muchos proyectos. Vuelve pronto, mi querida Ilusión.

                   Rabo de lagartija