sábado, 21 de marzo de 2015

El paseo





        Llega el ocaso de la tarde, voy a salir a pasear. Necesito sacarme de encima lo cotidiano, lo de todos los días, las mismas faenas reiterativas, que a veces las haces con desgana, desidia y aburrimiento.

        Me preparo para andar. Me pongo el chándal y las zapatillas, atuendo que generalmente todos llevamos para hacer deporte. Llamo a mi hija y salimos presurosas, con el ánimo dispuesto para darlo todo. Nos acoplamos una al paso de la otra, procurando no entorpecernos en el andar, pues a veces, charlamos con vehemencia y euforia, y eso hace que pierdas el ritmo y te descontroles mientras caminas, y tropiezas.

 Muchos días me siento predispuesta a poner mis cinco sentidos en todo lo que la vida me ofrece, como ver los almendros en flor, tan bonitos en esta estación como es la primavera. Dejarse endulzar la vista por el colorido de la naturaleza. Sentarte en la orilla del camino, en la hierba descalzarte, mirar el azul del cielo, que nunca antes lo habías visto tan intenso. Abrir tus pulmones y dejar que el aire traspase todos los poros de tu piel. Contemplar a los niños jugando por el parque, con sus risas ingenuas y su mirada limpia. Y relajarme en la penumbra de la tarde, dejando volar mis pensamientos. Y que cada uno de ellos vaya a su destino, es como si una nueva energía te hiciera sentir más viva y receptora a todo lo venidero.

        Me satisface ver como un simple paseo, es capaz de hacerte reflexionar y disfrutar de las maravillas que te ofrece la vida.


Blanca

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