domingo, 18 de noviembre de 2018

El trayecto





            El hombre se dejó caer en el sillón. Por un tiempo permaneció sentado recordando lo acontecido la noche  y primeras horas de la madrugada. El sueño se había desvanecido dando paso al insomnio.

            Todo comenzó la tarde anterior cuando tenía que ir a recoger al aeropuerto a los viajeros que regresaban de pasar unos días de vacaciones en el extranjero.

            Antes de salir, estuvo muy pendiente de la información que le mandaban los familiares del vuelo que iban a tomar de regreso,  así como el retraso que sufriría su  salida.

            A última hora de la tarde le confirmaron  por fin la hora de salida del vuelo y  tomando las llaves del coche salió de casa con dirección al lugar donde este se encontraba aparcado. Ya en el vehículo emprendió rumbo al aeropuerto.  Durante el trayecto comprobó el poco tráfico existente en aquellas horas de la noche.  Por los cristales podía ver el  cielo encapotado, amenazando con descargar la pesada carga que soportaban las nubes. Miró el reloj. Iba con bastante tiempo por si se producía algún cambio en la llegada del vuelo. 

             Una vez llegó a su destino, dejó el coche en el parking y entró en el interior de las instalaciones del aeropuerto buscando  información del vuelo que buscaba. Las pantallas  informaban de las llegadas y retrasos  de los vuelos. Una vez comprobada la hora del avión que esperaba, se dirigió a la zona de llegadas. Una vez allí  tomó asiento para continuar la espera.

             El tiempo transcurría y el sueño amenazaba con aparecer, lo que le obligó a levantarse y dirigirse a la máquina de café para tomarse uno que le impidiera quedarse dormido durante el tiempo que le quedaba de espera. 

            Por momentos la sala se quedaba vacía, después volvía a llenarse con familiares y amigos que iban a recoger a los viajeros que llegaban. Por fin el avión que  esperaba tomó tierra. Tras minutos de espera salieron los pasajeros que estaba esperando. Se acercó a ellos y después de los saludos y abrazos, el grupo se dirigió hasta la máquina de control a abonar el parking y tomar rumbo a casa, pero cuando llegaron a la barrera de salida se dio cuenta de que no había cogido la tarjeta y no podían salir del aparcamiento. Tuvo que volver a aparcar e ir a pedir  una nueva para poder salir de él.

            Ya en la carretera, la lluvia había empezado a caer fuertemente. Las líneas de la carretera se borraban ante la gran cantidad de agua que cubría el asfalto. El trayecto se hizo interminable. En el interior del coche sus ocupantes miraban al exterior, donde a la lluvia se unió la niebla formando los tres elementos un manto que dificultaba la visibilidad de la carretera.

            Cuando por fin divisaron las primeras luces de la ciudad, los ocupantes del coche se sintieron aliviados.  No tardarían en llegar a casa, una vez en ella, tratarían de olvidar por aquella noche los malos momentos vividos durante el  trayecto.

            Había dejado de llover cuando el hombre regreso a su  casa después de dejar a los recién llegados en la suya. Miró al cielo, las nubes se movían dejando ver alguna estrella entre ellas.


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