domingo, 14 de octubre de 2018

La puerta





            Santiago preparaba su paleta de pintor, añadiendo los colores que iba a necesitar para la realización de la obra a la que iba a dar comienzo.. Ya había proyectado en el lienzo, con su barrita de carboncillo, las medidas, perspectiva y volumen de su idea. Pintaría la puerta de caballerizas de la casa de sus padres en el pueblo, con sus herrajes herrumbrosos y sus maderas carcomidas.

            Otra vez le volvió el dolorcillo en el bajo vientre que le venía atormentando últimamente. Sería alguna mala digestión. Ya se había tomado un Almax para contrarrestarlo.

            Hizo la mezcla de varios colores para pintar un cielo del atardecer en su pueblo. Lanzó la brocha sobre el lienzo y comenzó a pintar la primera mancha. Recordó sus tiempos de chaval en los que entraba de continuo a la cuadra a cuidar y limpiar los caballos. Ese olor a hierba seca con la que se rellenaba el suelo de los boxes donde descansaban los animales. Los herrajes colgados de un clavo. Todo ello lo tendría que plasmar en su cuadro aunque no se viera a través de la puerta.

            Hoy ha ido al médico, empujado por su mujer, para que estudiara y diagnosticara de donde le venían los dichosos dolores, Le ha mandado análisis, radiografía y una ecografía. Hasta tener los resultados no tiene que volver. Unas pastillas y unos sobres para aliviarle los dolores mientras tanto.

            Después de fumarse su pitillo en la puerta del taller, Santiago retomó su paleta y sus pinceles y continuó con su obra. El cielo ya estaba plasmado como el quería. Comenzó a perfilar la pared de la cuadra y dejó un hueco en blanco donde pintaría la puerta. La cuadra estaba hecha con piedra del lugar que aguantaba bien el paso del tiempo.

            Hoy, al ir al servicio, había visto algún rastro de sangre en el inodoro. El dolorcillo se volvía más continuo. Mañana tenía que visitar al médico con los resultados de las pruebas.

            Le había salido una hermosa pared donde se veían las sombras y luces que la tarde proyectaba sobre ella. Unos sillares de piedra y un dosel configuraban el hueco de la puerta. También había pintado la calle de la cuadra, que se perdía cuesta abajo hasta las tierras de labor. Por hoy ya estaba bien. El próximo día remataría la puerta que iba a ser el centro del cuadro, el que más potencia tenía en la composición pictórica.

            Santiago y su mujer llegaron desolados a casa. El médico había diagnosticado pancreatitis aguda. Ellos sabían lo que significaba. A Santiago le quedaba poco tiempo para poner en orden sus cosas antes del irremediable desenlace. Se acordó de su cuadro, al que faltaba pintar la puerta, y tampoco quiso dejarlo sin terminar.

            Con intensos dolores ya, retomó su paleta, sus pinceles y sus recuerdos y con emoción contenida fue apareciendo bajo su pincel una hermosa puerta que resistía el paso de los años. Lo último que pintó fue el candado que cerraba para siempre su puerta.

            Donde estés Santiago, seguro que tienes un pincel y un lienzo para pintar tus sueños.


Rabo de lagartija

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