viernes, 31 de marzo de 2017

El nido





        Ramón se asomó a la ventana despacio, sin movimientos bruscos que asustaran a los pájaros. Vio a la pareja de urracas hacendosas entrelazando ramitas con el pico. Estaban preparando su nido donde poner sus huevos y traer a la vida su prole. La primavera avisaba con llegar.

        Hace algunos años, Ramón y Laura también buscaban el sitio idóneo donde establecer su nido. Corrieron barrios, poblaciones y urbanizaciones en su busca. Este es muy caro. Este tiene mucha cuota de comunidad. Este está con vistas a un patio. Este está bien, pero vamos a ver más. A partir de ver este último, comparaban todos los que veían con él. Llegaron a la conclusión que era perfecto para su proyecto de hogar.

        Ramón paseó por la avenida que daba a sus ventanas y  miró hacia arriba del árbol donde se proponían anidar la pareja de maricas. Un platanero enorme y en sus ramas más altas se apreciaba ya la forma de un cesto que se apoyaba en la confluencia de varias ramas. Desde la ventana también se apreciaba que, junto al cesto, también estaban construyendo una especie de tejadillo unido al mismo, con la orientación hacia donde normalmente venían los aires y la lluvia, que daba más solidez y consistencia al nido.

        Firmaron no se cuantas letras y después de más de un año que tardaron en construirla, por fin, les entregaron las llaves de su nueva vivienda. Fueron a verla con toda la familia. Las paredes vacías les hicieron soñar con el piso ya totalmente amueblado, con cortinas, lámparas y muchos electrodomésticos. A los seis meses, con la cocina, el cuarto de baño y la habitación de matrimonio amueblados, se casaron.

        La primavera ya se está asentando, los árboles, jardines y toda variedad de plantas, explotaban en coloridos vivos. El nido estaba a punto de su estreno.  En cuanto se asomaba Ramón o Laura a la ventana, salían disparados a otros árboles lejanos. Un día, sólo echó a volar uno de los pájaros. El otro, seguramente la hembra, ya no se separó del nido en varios días. Había puesto sus huevos y tenían que incubarlos. Cuando la hembra tenía necesidad de volar a comer o a ejercitarse, el macho la suplía en su función.

        Dieciocho días antes de la boda, en un avance informativo, Carlos Arias Navarro informó al país del fin de la dictadura de Franco. Días de luto nacional. Ramón y Laura temieron que su enlace matrimonial no pudiera tener su fiesta de alegría desbordante que cualquier boda que se precie tenía que tener. Al final, asumido que la sombra de Franco no iba a regresar, volvió la vida normal al país.

        Ya se ven los piquitos alzados al cielo cuando uno de los progenitores aterrizaba en el nido portando comida en el pico que regurgitaba a los recién nacidos. Pasados unos días, los polluelos se asomaban al borde del nido para saciar su curiosidad sobre el entorno que los rodeaba. Poco a poco, siempre acompañados por sus padres, fueron haciendo pinitos con vuelos cortos a las ramas cercanas, hasta que un día, ya completo el plumaje y la instrucción paterna, desaparecieron del nido a plantearse una vida libre.

        Al fin libres. El día de la celebración fue largo, banquete, baile, discoteca. Unos primos de la pareja los llevaron en coche hasta su nuevo hogar sin prisa por marcharse. Les echaron y, con un frío de espanto y de madrugada, inauguraron el amor que se habían jurado en la boda.

                Rabo de lagartija  

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