sábado, 3 de diciembre de 2016

Frente al espejo





        Se miró en el espejo, como tantas veces, cogió mecánicamente el peine y se lo pasó por el cabello, en un movimiento suave y elegante. Su mirada traspasó la imagen superficial que se reflejaba y profundizó en su interior para que le contara los momentos transcurridos en su vida.

        Vio aquella juventud esplendorosa, donde la vida le sonreía gracias al estatus social de sus padres. No le faltaron profesores de canto, piano, danza o teatro, que le inculcaron su pasión por la escena.

        Aparecieron también los ramos de flores, a cual más primoroso, que llenaban su camerino después de cada función. Algún rostro conocido, que con galantería le traía un obsequio valioso de joyería. ¡Una pequeñez sin importancia! Le decían al entregárselo.  Se probaba todas aquellas “pequeñeces” frente al espejo.

        También fue testigo de abrazos y besos robados, de palabras de amor eterno, de galanteos y requiebros, de súplicas de entrega a ellos, de ofrecimientos de una vida de reina. Tuvo algún escarceo y alguna relación efímera con algún caballero. Nunca se decidió a cambiar su vida de viajes, aplausos y reconocimientos por una estabilidad dependiente de otra persona.

        Todo ello, como si de una película se tratase, se fue reflejando. Se convirtió en un mito en el cénit de su vida. No se dio cuenta del declive que paulatinamente le fue sobreviniendo con el paso de los años. Ahora lo veía en las secuencias reflejadas. Su día a día no detectaba ningún cambio con el anterior. Creyó que siempre estaría en la cúspide de la fama. La edad es muy traicionera y te va restando partes de tu vida, poco a poco pero inexorablemente.  Su vista, ya cansada, analizaba la decrepitud que en el espejo se representaba. ¿Dónde quedaron sus rasgos de belleza? ¿Dónde su mirada alegre que enamoraba a los pretendientes? ¿Dónde estaban todos sus fans de antaño? Sólo en su recuerdo y en las imágenes que le traía el espejo.

        Oyó pasos detrás de ella y volvió la cabeza con ilusión. Debía ser un nuevo pretendiente que le traía un hermoso presente para poder alcanzar su amor.

        La auxiliar de geriatría giró la silla de ruedas en la que estaba sentada y la empujó fuera de la habitación. Era la hora de comer. Se fue cruzando con otros residentes. Todos tenían esa mirada de derrota y extravío que refleja su pérdida de lucha para mantener una vida digna.


Rabo de lagartija

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