viernes, 5 de mayo de 2017

La gotera





       Llevaba días observando la pequeña mancha que se adivinaba en el techo del cuarto de baño, justo alrededor de la bajada general. Parece que se iba secando. Pudiera ser que coincidiera con los días que llovía. La vigilaría y, en caso de persistir la humedad, daría cuenta a la comunidad de vecinos para que el seguro lo mirase.

       Por fin le habían hecho las radiografías a Laura y el lunes teníamos cita con el traumatólogo para que diagnosticase de donde le provenían los dolores de la rodilla. Hace tres meses, el médico de cabecera le dio cita para el especialista y, aunque las autoridades sanitarias aseguran, por activa y por pasiva, que no existen listas de espera médicas, no había un hueco antes de esta fecha. Le diagnosticó artrosis aguda y la pusieron en la lista de espera quirúrgica, para ponerle una prótesis completa de rodilla.

       Como estamos en verano y no llueve, nos fuimos a quitarnos el calor al pueblo, a la espera de observar a la vuelta del verano si la gotera persistía. Volvimos y parece que se secaba más. Puede haber sido una cosa puntual y no repetirse. Ya veríamos que hacíamos con la pintura del techo.

       A Laura la llamaron al poco de incluirla en lista de espera para que, si quería, en otros hospitales de la comunidad la podrían operar en un mes y así evitar la espera en el hospital que nos correspondía. Sopesamos lo que habíamos oído de vecinos y amigos y llegamos a la conclusión de que no sabíamos como ni quien iba a efectuar la operación, la distancia de nuestro domicilio para ir todos los días al hospital, cómo se iba a realizar la rehabilitación diaria, con ambulancia o taxis hasta su recuperación. Si podríamos pedirla en nuestro hospital o, al no ser operada en el mismo no nos correspondía. Dijimos que no, que esperábamos a que nos tocase en el nuestro.

       Las lluvias tardan este otoño. Alguna pequeña tormenta ha producido una pequeña humedad en la que ya existía y se volvía a secar, dejando distintos cercos amarillos en el techo. Lo comentamos al presidente, que subió hasta el tejado y no encontró ninguna anomalía en el mismo, y que esperáramos a que lloviera bien para observarlo. El seguro, si no hay humedad no abre el techo.

       Hemos ido al hospital para hacer las pruebas del anestesista para la operación. Análisis, radiografía de tórax, electrocardiograma. Esto nos anima, es signo de que pronto la llamarán para operarse. Preguntamos cuanto duran esas pruebas y nos dice que seis meses. Se  nos baja el ánimo.

       Estamos en febrero y por fin llueve. Se llama al seguro, vienen, agujerean el techo y, ¡ahí está la gota, al borde el tubo de bajada! Hay que ver el piso de arriba. Los vecinos no están. Volverá el perito otro día. Pasan las semanas y no se ponen de acuerdo seguro y vecino del piso de arriba. Hemos tapado el agujero del techo con unas bolsas para que no nos caiga suciedad o bichos al ducharnos.

       Ya llevamos siete meses esperando y, un jueves nos llaman al móvil para indicarnos que el domingo tiene que ingresar Laura para operarla el lunes. Todo eran preparaciones, acopio de comidas fáciles para que yo las pueda preparar o calentar. Compramos un neceser grande para la estancia en el hospital. Llega el día, se hacen eternas las horas hasta que la suben a la habitación. La operación había sido satisfactoria y, aunque la rehabilitación era algo dolorosa, quedaría perfectamente de esa rodilla.

       El seguro ya había abierto la bajada del vecino de arriba, habían encontrado la avería y nos había tapado el roto de escayola. Mañana vendría el pintor y quedaría como si nunca hubiera existido ninguna gotera.

       Laura se recupera perfectamente de su pierna. En una revisión rutinaria han visto que la otra rodilla también está para operar y la ponen en lista de espera. Yo miro todos los días el techo del baño, por si acaso.


Rabo de lagartija

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