Después de veinte años en vuestra amable y muy agradable compañía, quisiera poder deciros lo que para mí, como alumna, ha representado vuestro continuo manar en todos estos años.
Hay un viejo
tango que dice: “que veinte años no es nada/ que feliz la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te
nombra”…O algo así.
Pues eso,
esos años hace que tuve la suerte de entrar en contacto con la escuela, y
vosotros erais los maestros/as. Un grupo de chicas/os que con una ilusión sin límites
estabais dispuestos a apagar esa sed de aprender, de saber, que en lugar de
saciarse en mí se exacerbaba. Yo cada año os pedía un poco más. Pero ahí
estabais vosotros, con la gran capacidad del manantial inagotable, para seguir
regalando agua pura
Una
de las maneras más sencillas y directas de granjearse la gratitud son los
regalos. Cualquier persona medianamente educada sabe que algunos no se pueden
aceptar, por su procedencia, por su cuantía, por lo que simbolizan, porque uno
va a sentirse en deuda con quienes se los hacen…
Esté
último es mi caso, aunque el regalo no fuera expresamente para mí, sino una
oferta para toda la clase. Yo siempre lo tomé como un regalo y como tal lo
agradezco.
Que
hermoso es vuestro trabajo, como os admiro por ello, cuanto os lo agradezco. Aunque
bien es verdad que la admiración por los maestros me venía ya de antes. De
cuando tuve que dejar la escuela y mis maestras de niña me proveían de libros
para que no dejara de leer. Más tarde aquellos maestros republicanos de las
lecturas y de las películas, que tan alto dejaron el listón de vuestra
profesión.
Nunca hubiera imaginado tener una segunda
oportunidad para seguir aprendiendo, y ustedes vosotros, (como decía mi suegro
que era sevillano) me la habéis regalado al poner vuestra agua a mí alcance y
poderla beber.
Teniendo
en cuenta lo mucho que tenéis que seguir poniendo al servicio de la sed de
saber de otras gentes, sólo me queda agradeceros por anticipado el tiempo que
quede para seguir bebiendo de esas vuestras sanas fuentes, antes de que me
jubilen del oficio de aprender, que es el que más me gusta y menos me cansa.
Muchas
gracias por ser como sois, todos estupendos.
Eso
es lo que tienen los buenos maestros, que saben abrir las puertas hacia dentro.
Y yo siempre de coronilla.
Quirón
No hay comentarios:
Publicar un comentario