domingo, 27 de mayo de 2018

Sombras en el andén





         El perro levantó la cabeza. El gato dejó escapar un maullido. Por el agujero abierto en la pared asomaban los bigotes de los dos ratones que habitaban en él. Uno a uno se fueron aproximando para comprobar el motivo que les había sacado de su letargo 

         Una vez los animales estuvieron reunidos, iniciaron los pasos hacia  la puerta de entrada de la sala, por donde se escuchaban los ruidos que habían llamado su atención. El perro marchaba primero, el gato sigiloso le seguía los pasos y los ratones cautelosos cerraban el cortejo. Cuando llegaron al lugar donde se encontraba el hombre, vieron como éste iba de un lado a otro de la habitación, tratando de encontrar lo que andaba buscando, hasta que por fin al abrir uno de los cajones del armario halló lo que buscaba. Tras unos segundos de vacilación, sacó las ropas que guardaba en su interior y se dispuso a cambiarlas por las que llevaba puestas. Una vez terminado el cambio se miró al espejo y sonrió al ver la imagen que este le devolvía. Allí estaba, vestido con su uniforme de traje negro, corbata roja y la gorra a juego. Hacia tanto tiempo que no se ponía aquellas prendas, pero hoy iba a ser un día especial, había recibido una llamada donde le comunicaban el paso del tren por la vieja estación.  Volvería a esperar la llegada del tren entrando en la estación, pensó, y tocaría el  silbato como aviso a los pasajeros. Después seguiría con la mirada la marcha del convoy hasta que este  se perdiera en la distancia. El sonido de unos roces hizo que el hombre girara la cabeza para ver de dónde venía  el sonido que le había sacado de sus recuerdos, fue entonces cuando recaló en la presencia de los animales. Estos habían seguido todos los movimientos del hombre hasta que el gato dando un salto quiso atrapar al pájaro que se había posado en la ventana, pero el ave viendo las intenciones de éste, emprendió el vuelo rápidamente, rompiendo el silencio de la habitación.

         El hombre se encaminó a la salida y al pasar junto a ellos, les llamó por su nombre, comunicándoles que el tren pararía aquel día en la estación. Los animales al oírle saltaron contentos a su alrededor.

         El perro sacudió el polvo de sus patas, el gato se lavó la cara y afiló sus uñas y los ratones peinaron sus bigote. Cuando por fin todos estuvieron preparados se encaminaron hacia el exterior a esperar el paso del tren. El tiempo pasaba, la mañana dio paso a la tarde y la tarde a la noche, y en el andén sombras esperando al tren.

         Por un tiempo siguieron esperando hasta que perdida la esperanza que de este pasara se fueron alejando del lugar.

         El perro volvió a la caseta donde tenía su cama. El  gato, agrandando sus ojos en  la obscuridad vigilaba por si algún intruso despistado se acercaba y le daba caza. Los ratones entraron en la ratonera.

         Tras apagar las luces el hombre se dirigió hasta la estancia donde guardaba las ropas y abriendo el cajón del mueble las depositó en su interior, esperando algún día volver a por ellas.

         En el exterior la huella de las sombras en el arden.


I R I S

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