Al rebujo de una roca en la colina,
tras
las ramas de retamas ya resecas,
divisaba
el horizonte enrojecido
de
unas nubes juguetonas y coquetas.
Tras
las ramas del otoño,
que
las hojas van perdiendo con el viento,
contemplamos
nuevos mundos al desnudo,
y
esqueletos cada día, sin aliento.
Ese
olmo, viejo, pajizo y ocre,
ese
nogal, que se nos queda desnudo,
ese
kaki que, sin hojas, guarda el fruto,
y
un castaño, que despide los erizos, queda mudo.
Ya
las aves se han marchado,
van
buscando otras nuevas primaveras.
En los bosques los
colores son rojizos,
los
roedores ya preparan madrigueras.
A
lo lejos, las alfombras casi pardas,
ya
destacan nieves blancas y serranas,
y
esos verdes, los pinares tan altivos,
lo
que encuentro cuando miro entre las ramas.
Un
silbido caprichoso me acompaña,
cuando
busco mi relax en el paseo,
y un suspiro que me
llene los pulmones,
y una paz que me
alegre los minutos, ¡qué deseo!
Trotamundos
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