viernes, 21 de noviembre de 2014

La cita





          No paraba de mirar el reloj. Faltaban dos horas para la cita. No estaba seguro de cómo reaccionaria cuando la viera. Tenía sentimientos encontrados y le surgían serias dudas sobre si debía asistir a la misma.

         En la última conversación que tuvo con ella, le dejó entrever que seguramente habría momentos difíciles y obstáculos que solventar. Si era constante podría alcanzar un estado satisfactorio, siempre que cumpliera todas las normas que ella le indicara. Le gustó su sinceridad y lenguaje directo. Llevaba dos días sopesando los pros y los contras. Todavía no se había puesto de acuerdo su razón con su corazón. La primera analizaba la situación desde todos los ángulos y el segundo se dejaba guiar por impulsos. Todavía no estaba seguro de acertar con la decisión que tendría que tomar al verla de nuevo.

         Salió a la calle, se montó en el coche y condujo ausente, imbuido en la corriente de tráfico, que a aquellas horas recorría la ciudad. Hacía un sol de justicia que disminuía aún más su capacidad visual. Dio unas vueltas hasta que encontró un hueco para aparcar. Echó a andar dubitativo. Aún no había resuelto sus cuitas. Esperaría hasta tenerla enfrente y decidiría según le dictase su corazón en ese momento.

         Empujó la puerta y preguntó por ella en recepción. Le indicaron un pasillo y la tercera puerta a la derecha. Estaba entreabierta y se asomó con miedo. Ella levantó la vista y, al verle, fue floreciendo una sonrisa en su boca y notó la alegría de sus ojos al mirarle. Ya está, se había decidido. Sin pensarlo dos veces le dijo:

-Hola. Vengo a sacarme la muela.

Rabo de lagartija

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