Me pille los
dedos con la puerta de la despensa de mi abuela. Esa tarde fui a verla, eran
las vísperas de Navidad, y yo sabía que por esos días ella hacia los dulces
típicos navideños, mantecados, hojaldritas, y bartolillos.
.
Preparaba la
masa, los moldeaba en casa y luego los llevaba
al horno de leña de su panadero. Allí pasaban la tarde con alguna vecina
hablando, pero siempre pendiente que no se les quemasen. Cuando el panadero
abría el horno las decía ¡¡ya pueden sacarlos!! Y cada una sacaba su hornada.
De vuelta a
casa, caminaba contenta con su cesto lleno de dulces, los guardaba en la
despensa bien tapaditos. Hasta los días de Navidad allí no se comían.
Os podes
imaginar qué olor había en esa casa a canela, vainilla y ralladura de naranja.
Cuando esa
tarde llegue a la cocina, ese olor me
entró por todos los poros de mi piel.
¡¡OH!!, pensé. Ya se han hecho los dulces. Pero no dije nada para no
quitar la ilusión y descubrir a la
abuela. A ella le gustaba darnos la
sorpresa. Pasé la tarde con ella merendando pan y chocolate y en todo el
tiempo que estuve no me contó nada
del trabajo que hizo antes de que yo
llegara.
En un momento
salió al patio a recoger la ropa que tenía tendida, pues empezaba a nevar y
quería coger la ropa seca. Aproveché el momento que ella no estaba, y me pudo
más la tentación que la prudencia y me pareció que el olor estaba cerca. Corriendo
intenté abrir otra puerta, y otra vez me pille los dedos, porque sentí cerca de
mí el rastreo de las zapatillas lentas que se acercaban.
No llegué a ver
los dulces, solo la cara de mi abuela sonriente que con sus ojitos pequeños me
quería decir."Hay que guardar el secreto".
VIRPANA
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