sábado, 15 de noviembre de 2014

Guardar un secreto





Me pille los dedos con la puerta de la despensa de mi abuela. Esa tarde fui a verla, eran las vísperas de Navidad, y yo sabía que por esos días ella hacia los dulces típicos navideños, mantecados, hojaldritas, y bartolillos.
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Preparaba la masa, los moldeaba en casa y luego los llevaba  al horno de leña de su panadero. Allí pasaban la tarde con alguna vecina hablando, pero siempre pendiente que no se les quemasen. Cuando el panadero abría el horno las decía ¡¡ya pueden sacarlos!! Y cada una sacaba su hornada.

De vuelta a casa, caminaba contenta con su cesto lleno de dulces, los guardaba en la despensa bien tapaditos. Hasta los días de Navidad allí no se comían.

Os podes imaginar qué olor había en esa casa a canela, vainilla y ralladura de naranja.

Cuando esa tarde  llegue a la cocina, ese olor me entró  por todos los poros de mi piel. ¡¡OH!!, pensé.  Ya se han  hecho los dulces. Pero no dije nada para no quitar la ilusión  y descubrir a la abuela. A ella  le gustaba darnos la sorpresa.  Pasé la tarde con ella  merendando pan y chocolate y en todo el tiempo que estuve  no me contó nada del  trabajo que hizo antes de que yo llegara.

En un momento salió al patio a recoger la ropa que tenía tendida, pues empezaba a nevar y quería coger la ropa seca. Aproveché el momento que ella no estaba, y me pudo más la tentación que la prudencia y me pareció que el olor estaba cerca. Corriendo intenté abrir otra puerta, y otra vez me pille los dedos, porque sentí cerca de mí el rastreo de las zapatillas lentas que se acercaban.

No llegué a ver los dulces, solo la cara de mi abuela sonriente que con sus ojitos pequeños me quería decir."Hay que guardar el secreto".


                                                                                              VIRPANA

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