martes, 4 de noviembre de 2014

Escuchaba los sonidos de la noche






             Palabra por palabra.

            Las palabras hieren como la saeta. Las palabras calman y asedan la vida. Las palabras son como la lluvia y el viento, como el rocío y el sol, como la pena y la risa, como la sed, como el agua, como lo bello y lo feo.

            Cada palabra que se pronuncia, puede ser una fuente de discordia sólo por el mero hecho de que cada uno, lo tome de una manera. Y así comienza un debate que puede durar hasta que alguien se marcha.

            Escuchaba los sonidos de la noche cuando la calma reina en la mayoría de los hogares. Esa noche que los minutos son como horas y las horas se hacen eternas, y el desasosiego te hace salir de la cama, y deambular por la casa sin saber qué es lo que se desea. Y es ahí el momento que sigilosamente descubres los sonidos de la noche.  Unos sonidos que aparecen por todos los lados, difíciles de identificar pero que están ahí, a tu lado, que casi los tocas y miras y no ves nada, y la paciencia se acaba y terminas por tomar la botella y bebes algo, y al poco rato, vuelves a la cama y los sonidos se marchan a dormir. Y en ese momento, aparece algo así como una llamada que te cierra los ojos, hasta que te llama un aparato, tan odioso como necesario, avisando que ha llegado un nuevo día. Y, sin mencionar una sola palabra, desaparecen los sonidos de la noche y otra vez la rutina de cada día.


Trotamundos

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