Palabra por palabra.
Las palabras hieren como la saeta.
Las palabras calman y asedan la vida. Las palabras son como la lluvia y el
viento, como el rocío y el sol, como la pena y la risa, como la sed, como el
agua, como lo bello y lo feo.
Cada palabra que se pronuncia, puede
ser una fuente de discordia sólo por el mero hecho de que cada uno, lo tome de
una manera. Y así comienza un debate que puede durar hasta que alguien se
marcha.
Escuchaba los sonidos de la noche cuando
la calma reina en la mayoría de los hogares. Esa noche que los minutos son como
horas y las horas se hacen eternas, y el desasosiego te hace salir de la cama,
y deambular por la casa sin saber qué es lo que se desea. Y es ahí el momento
que sigilosamente descubres los sonidos de la noche. Unos sonidos que aparecen por todos los
lados, difíciles de identificar pero que están ahí, a tu lado, que casi los
tocas y miras y no ves nada, y la paciencia se acaba y terminas por tomar la
botella y bebes algo, y al poco rato, vuelves a la cama y los sonidos se
marchan a dormir. Y en ese momento, aparece algo así como una llamada que te
cierra los ojos, hasta que te llama un aparato, tan odioso como necesario,
avisando que ha llegado un nuevo día. Y, sin mencionar una sola palabra,
desaparecen los sonidos de la noche y otra vez la rutina de cada día.
Trotamundos
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