jueves, 20 de noviembre de 2014

Me pillé los dedos con la puerta






        Al cerrar los ojos aquella tarde, se nubló el mundo para mí. No sé decir el tiempo que pasó, ni donde estuve. Esta es la historia de lo que ocurrió cuando me pillé los dedos con la puerta.

       La pared, de piedra, y entre las llagas, las hierbas verdes cubrían casi toda ella, que delimitaba la finca que se encontraba al otro lado. El suelo de la acera era bastante irregular, aunque era lo bastante ancha para poder andar. La población no era muy numerosa.

       - ¡Hola, buenos días, que tal!, por fin ya he dejado el móvil y por un rato, creo estar libre.

 - Pues buenos días. (Le dije yo).

 - Yo soy la juez del pueblo. NO sabe cuántas ganas tenía de sentirme sola, y libre de tanta personalidad, y mire por donde, le encuentro a usted, qué casualidad.

- Pues si quiere, yo voy al huerto para hacer algunas cosas, llegaremos pronto.

-Pues bien, mientras andamos un poco me lo pienso.

La juez, una señora joven, de unos treinta años, más bien rellena y guapa, muy guapa, y sobre todo, simpática. Vestía con ropa oscura y un abrigo de entretiempo. Caminó junto a mí un rato y tomamos el camino con dirección al huerto. Íbamos hablando de cosas del pueblo, de las gentes, de los problemas, los deseos y los logros para el bienestar de todos, y le dimos un buen rato a las cosas más necesarias de cada día. La conversación era una maravilla. Estábamos de acuerdo en todo.

- Bueno, ya hemos llegado.

Al echar el primer paso en el huerto, pitó un coche y desperté.


Trotamundos

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