sábado, 9 de noviembre de 2019

Reflexión




        Hoy, nuestros deberes como partícipes de la sociedad, nos mandan a reflexionar. Hay que preguntarse el qué, el por qué, el para qué, a quien, el cómo, el cuando, el donde, sin olvidar quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos.

        Hasta hoy, y últimamente muchas veces, hemos depositado nuestras ilusiones y nuestra confianza en las personas, los ideales, los programas y promesas que puedan facilitar la convivencia y un reparto justo de riqueza, derechos y deberes entre todos según el criterio de cada uno.

 La pluralidad de opciones, las diferencias políticas, el quítate tú que me pongo yo, yo pongo tú quitas, yo subo tu bajas, yo, tu, yo, tu…. ¡Para cuando el nosotros! Hay que buscar lo que nos une y uno tiene fe en que, salga lo que salga, podamos tener una convivencia duradera, vigilada por las instituciones establecidas al respecto y viviendo el presente, mirando hacia al futuro y sin olvidarnos de nuestro  pasado.

        En la antigüedad, donde se nacía, se vivía y se moría. No había más ley que la que el señor feudal imponía junto a los preceptos de la religión. Hemos evolucionado hasta nuestros días donde las revoluciones tanto sociales como industriales, comerciales, éticas y religiosas nos han deparado una forma de convivencia democrática, donde el pueblo elige a sus representantes para que les gobiernen dentro de las leyes y normas sociales establecidas.

        Hoy uno se siente del pueblo donde ha nacido, de la región a la que pertenece, del país que comparte las mismas costumbres, del continente al que pertenece ese país. Nos sentimos universales, sin fronteras de lenguas, razas, religiones ni cualquier otra particularidad social o política que nos diferencie. Hoy no hay señores feudales como en la edad media. Hoy hay multinacionales, monopolios, globalidad y el poder del dinero que mueven la economía y, por tanto, el estatus de ricos y pobres, del capital y del obrero, de lo público y de lo privado, de las guerras entre países por ostentar la supremacía del poder, tanto económico como social y para imponer las doctrinas que defiende cada bando.

        A pesar de todo eso, hemos de reflexionar qué queremos vivir en el presente y qué futuro queremos para nuestra descendencia dentro del abanico que nos presentan nuestros representantes. Para ello hay que poner de acuerdo nuestra razón y nuestro corazón. Hay que exigir a los que salgan elegidos que gobiernen durante el período estipulado, teniendo en cuenta a los que están de acuerdo con sus propuestas y también a los que no.

        ¡Votemos!


Rabo de lagartija

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