Hoy,
nuestros deberes como partícipes de la sociedad, nos mandan a reflexionar. Hay
que preguntarse el qué, el por qué, el para qué, a quien, el cómo, el cuando,
el donde, sin olvidar quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos.
Hasta
hoy, y últimamente muchas veces, hemos depositado nuestras ilusiones y nuestra
confianza en las personas, los ideales, los programas y promesas que puedan
facilitar la convivencia y un reparto justo de riqueza, derechos y deberes
entre todos según el criterio de cada uno.
La pluralidad de opciones, las diferencias
políticas, el quítate tú que me pongo yo, yo pongo tú quitas, yo subo tu bajas,
yo, tu, yo, tu…. ¡Para cuando el nosotros! Hay que buscar lo que nos une y uno
tiene fe en que, salga lo que salga, podamos tener una convivencia duradera,
vigilada por las instituciones establecidas al respecto y viviendo el presente,
mirando hacia al futuro y sin olvidarnos de nuestro pasado.
En
la antigüedad, donde se nacía, se vivía y se moría. No había más ley que la que
el señor feudal imponía junto a los preceptos de la religión. Hemos
evolucionado hasta nuestros días donde las revoluciones tanto sociales como
industriales, comerciales, éticas y religiosas nos han deparado una forma de
convivencia democrática, donde el pueblo elige a sus representantes para que
les gobiernen dentro de las leyes y normas sociales establecidas.
Hoy
uno se siente del pueblo donde ha nacido, de la región a la que pertenece, del
país que comparte las mismas costumbres, del continente al que pertenece ese
país. Nos sentimos universales, sin fronteras de lenguas, razas, religiones ni
cualquier otra particularidad social o política que nos diferencie. Hoy no hay
señores feudales como en la edad media. Hoy hay multinacionales, monopolios,
globalidad y el poder del dinero que mueven la economía y, por tanto, el
estatus de ricos y pobres, del capital y del obrero, de lo público y de lo
privado, de las guerras entre países por ostentar la supremacía del poder,
tanto económico como social y para imponer las doctrinas que defiende cada
bando.
A
pesar de todo eso, hemos de reflexionar qué queremos vivir en el presente y qué
futuro queremos para nuestra descendencia dentro del abanico que nos presentan
nuestros representantes. Para ello hay que poner de acuerdo nuestra razón y
nuestro corazón. Hay que exigir a los que salgan elegidos que gobiernen durante
el período estipulado, teniendo en cuenta a los que están de acuerdo con sus
propuestas y también a los que no.
¡Votemos!
Rabo de lagartija
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