sábado, 9 de noviembre de 2019

El regreso a la tribu





Asisto  con apenado interés al desastre de Brexit.

No he sido anglófila, pero ahora los veo caminar contra la historia y sumirse  en un caos involucionista. Es lo que tienen los discursos del odio: empiezas con soflamas populistas contra los emigrantes y los vecinos europeos, y terminas envenenándolo todo y matándote con tus propios compañeros de viaje. Una vez que se suelta la bicha del odio no hay quien la pare; el sectarismo posee  una fertilidad conejíl, que hace vaya pariendo sucesivas subsectas cada vez más pequeñas, todas rabiosamente enfrentadas entre sí. Se diría que una buena parte del planeta ansía  regresar a la horda.

La furia xenófoba que engorda en la Tierra tiene en el Brexit una expresión perfecta. La psicóloga Celia Arroyo, especializada en duelo migratorio, contaba hace un año en El País que la mayoría de sus pacientes residen en Reino Unido. Según ella, el Brexit ha disparado la incertidumbre entre los emigrantes; alguno ha llegado a definir la situación de “puro racismo”. Sabemos que los flujos migratorios son quizá el mayor reto del mundo.

Si no logramos que los emigrantes prefieran quedarse en sus países, el populismo ultrarrevolucionario lo utilizará como caballo de Troya para tomar el poder.

Dolor y vergüenza. Los últimos trabajos de Celia Arroyo se centran precisamente en la vergüenza, un sentimiento nefasto se mire por donde se mire. Hay otras emociones negativas, como el miedo y la culpa, que, si no se exageran, tienen su utilidad: avisan de los peligros, te hacen consciente de tu responsabilidad.

 Tras varios estudios, el neurocientifico David Eagleman, dice “la tensión social de ser emigrante en un  nuevo país es uno de los factores fundamentales para sufrir esquizofrenia. Perece ser que un repetido rechazo social perturba el funcionamiento normal de los sistemas de dopamina.”   Aviso para caminantes. Nos  va en ello tanto, tanto.


Quirón

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