sábado, 30 de noviembre de 2019

La cárcel que tenemos todos dentro





         Nuestra vida, nuestra existencia, desde pequeños se rige por las normas de una cárcel. Hay un director, que es nuestra conciencia, que te conmina: “Esto no, esto si, esto tal vez, esto más adelante”.

         Actuamos con arreglo a unas normas establecidas para la convivencia del ser humano. Incluso en las dietas, en las horas de ocio. Pero, somos seres humanos y, a veces, tenemos nuestros fallos, relajamos las normas, nos fabricamos a escondidas del director normas nuevas más placenteras. Los guardianes hacen la vista gorda y nos permiten vislumbrar lo que hay fuera de nuestras cuatro paredes.

         Llega un momento en que cumplimos nuestra condena y rompemos las cadenas que nos han tenido atados a lo que nos dictan los demás. Vislumbramos eso que nombran en voz baja, la libertad. Podemos hacer nuestras nuevas normas que se acomoden a nuestro deseo de un futuro de bienestar y de realización de lo que hasta ahora fueron sueños imposibles. Pero, siempre hay que respetar una única regla, o volveremos a la cárcel interior. Nunca podrás dañar las reglas y los sueños de los demás. Vive y deja vivir. Respeta las opiniones ajenas aunque no las compartas. Empatiza con los demás sin dejar de perseguir tus ilusiones.

         Comparte tus ideas y tus sueños y deja que los demás consideren si las aceptan o si no. Escucha las ideas de los demás y quédate con lo que te pueda ayudar a ser mejor o a alcanzar tu estado del bienestar. Tenemos en nuestra mano cinco dedos y cada uno corresponde a una de las normas que deberíamos cumplir: Respeto, firmeza, sinceridad, empatía y amor con todo lo que nos rodea.

         Mirémonos la mano de vez en cuando y recordemos estas normas.


Rabo de lagartija

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