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Abuelo, aquella estrella que brilla tanto en el cielo te mira y sonríe…
Cundo
llegaba el verano y con él el tiempo de vacaciones, la familia Estrella
organizaba su viaje, como cada año cuando llegaban estas fechas. Unos días
irían al pueblo donde los esperaba el abuelo y para finalizar en la playa donde
todos disfrutaban de los baños de las aguas del mar.
El
pueblo estaba situado en la ladera de la montaña. En el invierno la nieve lo
cubría con su manto blanco y la
primavera lo vestía con sus mejores galas.
Desde
hacía años, la casa del pueblo con la llegada de los más pequeños se llenaba de
voces y risas, rompiendo el silencio reinante, mientras que el abuelo, por unos
días, dejaba a un lado la soledad en que vivía el resto del tiempo.
Durante
los días que la familia pasaba en el pueblo, se ocupaban de reparar lo que se
había deteriorado desde su última visita, y los más pequeños acompañaban al
abuelo a dar de comer a los animales, disfrutando con esta tarea, ya que en la
ciudad nada de esto podían hacer.
Llegada la noche y después de cenar, todos los
miembros de la familia salían a la puerta de la casa a tomar el fresco. Durante
la velada el abuelo contaba historias que le habían contado sus mayores. Aunque
todos ya las conocían, las escuchaban como si fuera por primera vez. Cuando
llegó la hora de retirarse para ir a dormir, el abuelo se despidió hasta el día
siguiente y se encaminó hasta el camino que pasaba junto a la casa,
desapareciendo en la obscuridad de la noche.
Esto sucedía cada noche, lo que despertó la curiosidad de uno de los
pequeños, quien en un descuido de los padres, se dirigió hacia el camino por
donde se había ido el abuelo. El niño caminaba despacio para que sus pisadas no le descubrieran. Cuando llegó
a un recodo del camino, divisó al abuelo sentado en un pequeño montículo
mirando al cielo. El pequeño se quedó quieto pero la voz del abuelo llamándole,
le hizo ver que le había descubierto, lentamente se aproximó hasta donde estaba
el hombre, quien al tenerle junto a él le sentó a su lado y con el dedo le
indicaba donde estaba la estrella que, con
su brillo, sobresalía de las demás y fue entonces, cuando el pequeño le dijo al
abuelo:
._
Abuelo, aquella estrella que brilla tanto en el cielo te mira y sonríe…
Años
más tarde el niño ya se había convertido en hombre. Cada verano volvía a casa
del abuelo, aunque este ya no estaba. Al anochecer iba hasta al lugar donde el
abuelo buscaba cada noche su estrella. Ahora mirando al cielo, la estrella ya
no estaba sola. Otra estrella brillaba junto a ella y las dos desde arriba le
sonreían.
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