La carretera no se encontraba en buen estado. Era estrecha
y cuando te cruzabas con otro coche tenías que arrimarte a la cuneta que, con
el tiempo, las lluvias y las heladas, estaba descarnada en muchos tramos. En
uno de esos cruces con un coche, oyó un sonido como un disparo y notó que el
volante tendía a irse hacia la derecha. Como pudo paró, se puso el chaleco
reflectante, puso las luces de avería y se apeó del coche por el lado del
acompañante. La rueda delantera derecha estaba desinflada.
Esa mañana
había tenido una discusión que alcanzó tonos elevados con Helena. Se puso a
pensar cual había sido el detonante para llegar a esos extremos y llegó a la
conclusión de que el culpable fue un cepillo de dientes que no había guardado
en su sitio.
Lo primero que
buscó fue el triángulo de averías para colocarlo a unos cincuenta metros de la
trasera del coche para avisar a los que circularan en su mismo carril. Estos
coches modernos tienen la rueda de repuesto debajo del suelo del maletero, con
lo que tuvo primero que vaciarlo de trastos para poder sacarla, junto al gato
para levantar el coche.
Últimamente discutían por cosa
nimias, sin importancia, pero que activaban la chispa de la discordia. Era
consciente que tenía que haber un problema más profundo que les llevaba a la
discusión sin motivos. Buscaría un momento adecuado para hablar razonablemente
con Helena, buscar el problema y proponer soluciones.
Cuando, con mucho esfuerzo dada su
inexperiencia, consiguió quitar la rueda pinchada y poner la de repuesto,
apareció un coche de la guardia civil, que paró delante del suyo y le
preguntaron qué había pasado y si necesitaba ayuda. Les informó del mal estado
de las cunetas y del pinchazo que ya tenía reparado. Se fueron y recogió todo.
El verano pasado, la madre de
Helena sufrió un ictus que la tuvo un tiempo hospitalizada y activó a toda la
familia a su alrededor. Trataron de buscar soluciones para cubrir la mejor
atención de la madre con las secuelas físicas que le quedaron. Había distintas
opiniones entre los hijos, nueras y yernos y no llegaban a ningún acuerdo. Se
optó por rotar a meses el cuidado de la madre. Ya llevaban seis meses y la
experiencia no gustaba a ninguno.
Como pudo, llegó hasta el taller
cercano a su casa y dejó la rueda pinchada para su arreglo. Subió a su casa con
deseo de no demorar la conversación con su mujer para tratar de mejorar su
convivencia de pareja. La encontró llorando desolada. Su madre había tenido un
nuevo episodio de ictus y no lo había superado. No hubo oportunidad de tener la
conversación.
Al cabo de un tiempo, el coche
estaba arreglado y las cosas mejoraron en su relación sin necesidad de hablar.
¿Sería porque había llegado de nuevo el verano?
Rabo de lagartija
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