sábado, 24 de marzo de 2018

La vida secreta de las palabras





Sus cabellos rojo oscuro, la raya en medio. Eran como de mujer.
Se rizaban suavemente  cual virgen prerrafaelista.

Pero en aquel óvalo casi santo del rostro, su fisonomía era tosca,
casi brutal, en un gesto desdeñoso.

Combinación atractiva y temerosa en un auditorio neurasténico.
Preciosa blasfemia en dos pies, donde parecía fundirse el ángel y la mano.

Velada memorable, un extraño crepúsculo la precedió.
Revestido el cielo de vivo plumaje, casi palpable.

Se diría las plumas cubren el cielo y estas caen cosquilleando la cara.
En lo alto el domo celeste aparecen grises con tintes raros,
 de violeta y malva y ataques de raso y verde sólido hacia el oeste.

 Un gris transparente y apasionado en los últimos plumones de llamas
Donde el sol se esconde, demasiado hermoso para dejarse contemplar.

¡Y el cielo tan cerca de la Tierra!  Confidencia atormentadora
¡Y el cielo mismo  hecho un secreto!

Expresión de esplendida pequeñez que existe en el alma
de patriotas locales, el cielo parecía pequeño.

 Día memorable, crepúsculo turbador, el pelitaheño revolucionario,
sin rival su reinado ¡disputado su imperio vio!

Al fin en la noche del crepúsculo, Syme el poeta respira
aire excelente, manso. Amarillentos los cabellos,
linda y puntiaguda barbita, menos manso parecía.

La señal,  discusión con el poeta del orden y hasta de  respetabilidad
como si hubiera caído del cielo emplumado.


Quirón

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