Sus cabellos rojo oscuro, la raya en
medio. Eran como de mujer.
Se rizaban suavemente cual virgen prerrafaelista.
Pero en aquel óvalo casi santo del
rostro, su fisonomía era tosca,
casi brutal, en un gesto desdeñoso.
Combinación atractiva y temerosa en un
auditorio neurasténico.
Preciosa blasfemia en dos pies, donde
parecía fundirse el ángel y la mano.
Velada memorable, un extraño crepúsculo
la precedió.
Revestido el cielo de vivo plumaje, casi
palpable.
Se diría las plumas cubren el cielo y
estas caen cosquilleando la cara.
En lo alto el domo celeste aparecen
grises con tintes raros,
de
violeta y malva y ataques de raso y verde sólido hacia el oeste.
Un
gris transparente y apasionado en los últimos plumones de llamas
Donde el sol se esconde, demasiado
hermoso para dejarse contemplar.
¡Y el cielo tan cerca de la Tierra ! Confidencia atormentadora
¡Y el cielo mismo hecho un secreto!
Expresión de esplendida pequeñez que
existe en el alma
de patriotas locales, el cielo parecía
pequeño.
Día memorable, crepúsculo turbador, el
pelitaheño revolucionario,
sin rival su reinado ¡disputado su
imperio vio!
Al fin en la noche del crepúsculo, Syme
el poeta respira
aire excelente, manso. Amarillentos los
cabellos,
linda y puntiaguda barbita, menos manso
parecía.
La señal,
discusión con el poeta del orden y hasta de respetabilidad
como si hubiera caído del cielo
emplumado.
Quirón
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