Vivía sin libertad en una casa que no era suya, una
casa grande con jardín y muchas
habitaciones, en un barrio residencial, con muy poco tráfico. En una de estas
habitaciones vivía una pareja de veganos, muy amenos y divertidos. En otra
habitación estaba él. No tenía muchas pertenencias pues había vivido en su
coche durante un tiempo, ahora disponía de una estancia para el solo.
En la casa no
había agua caliente, así que sacaban al jardín unas cuantas garrafas
y las ponían al sol para darse una ducha por la noche.
Los domingos hacían asamblea en el comedor y hablaban de
todo lo que supone una convivencia con gente desconocida, hablaron de quién se
encargaría de la limpieza de las zonas
comunes.
La comida se la proporcionaba una señora que vivía en
la casa de al lado y según decía ella, estaba acostumbrada a cocinar para mucha
gente y ahora estaba sola y le sobraba de todo, así que iba con todo tipo de
manjares y ya de paso comían todos juntos.
Una noche llamaron a la puerta, eran dos mujeres muy
nerviosas y sin nada.
Se presentaron como madre e hija.
Habían huido de una bronca tremenda y de un marido y
padre borracho e irresponsable. Les habían dicho que en esta casa las
acogerían, y así fue.
Esa noche, no
durmieron en la calle, con miedo, al menos tenían una habitación y algo de
cena.
Eran ocupas y se ocupaban de ayudar a la gente que lo
necesitaba. En el fondo hacían un bien social.
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