Dicen
que evocar y contar recuerdos del pasado es un síntoma de vejez. Yo debo de ser
Matusalén, porque siempre estoy recordando cosas de mi infancia, y no es que a
estas alturas de mi vida no esté contenta con lo que me ha tocado vivir y el
momento que vivo, pero sí es verdad que, al tener tanto camino recorrido, es
lógico que sin darte cuenta evoques los momentos pasados de tu vida para, sin
querer, comparar aquello con esta etapa que vivimos ahora.
Estoy
ya en la década de los sesenta, o sea la “década prodigiosa”, y recuerdo que
los juguetes de mi generación eran muy distintos a los de ahora. Si los vieran
nuestros nietos se reirían. Un juego que nos gustaba mucho a las chicas era el
de las tabas. Mis compañeros de época sabrán a lo que me refiero. Eran unos
huesos que se extraían de la pierna del
cordero. Necesitabas seis para el juego. Y consistía en que estando sentadas en
el suelo, las echabas en él, tirabas al alto una pequeña pelota o una canica, y
al tiempo ibas cogiendo las tabas una a una, que tenían diversas posiciones.
Otro
juego de chicas eran los alfileres de colores, los “monis”, el rescate, el
pañuelo, el pico, la comba. En juegos de mesa teníamos el parchís, la oca, el
palé… Leíamos tebeos de aventuras, los intrépidos Roberto Alcázar y Pedrín, el
Guerrero del Antifaz, el Capitán Marvel y los cómic, Pulgarcito, Jaimito, TBO,
y así nos iniciamos en la literatura.
Éramos
súper felices sin tener grandes cosas, o más bien sin tener nada. No quiero
decir que los niños de ahora no lo sean, si no que al vivir en esta sociedad de
consumo, antes de anunciar un juguete en el televisor, ya lo tienen. Y eso
quiere decir que, sin ellos pretenderlo, no valoran las cosas.
No
teníamos tele, pero la radio era un entretenimiento fascinante. Escuchábamos
cuentos, seriales radiofónicos para mayores y pequeños. Entre los infantiles
estaba “Diego Valor, el héroe del espacio y del futuro”. La radio en nuestra época fue una gran amiga y compañera
de nuestra vida cotidiana.
Nos
sentábamos toda la familia alrededor de la mesa para escuchar a nuestro querido
“Gila”, o a “Pepe Iglesias el Zorro”, un humorista argentino que imitaba voces.
Alquilábamos
bicicletas por horas, porque tener una bici entonces era un privilegio.
Hacíamos
colección de cromos de animales, de futbolistas, de artistas de cine. Teníamos
inventiva para hacer nuestros propios juguetes.
En
fin, no quiero ponerme pesada con mis historias. Pero de vez en cuando recuerdo
estas pequeñas cosas, y me hacen reflexionar que en el largo viaje de la vida,
ya tengo un camino recorrido, y espero seguir recorriendo y disfrutar de todo
lo que la vida me depare, porque realmente estoy con los tiempos modernos. Pero
recordar es bueno para que no se nos olvide lo que hemos prosperado y lo que
hemos adelantado.
Creo
que la infancia es una parte muy importante de nuestra vida, que de vez en
cuando nos gusta recordar.
Luna
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