La
escuela de adultos, nuestra escuela, ya no es lo que era. En una ocasión
escribí ilusionada un poema dedicado a este magnífico centro, del que soy
alumna desde hace unos cuantos años. Hablaba del aire tan maravilloso que allí
se respiraba, de lo que me aportaba, de lo que me enriquecía y loo bien que me
sentía asistiendo a sus clases.
Esta entrañable escuela era
fuente de vida para las personas que, como yo, en nuestra infancia habíamos
cursado sólo los estudios primarios, pero que en cambio, teníamos inquietudes
que se nos quedaron en el camino. Porque entre las familias de los trabajadores
de nuestra generación, cuando cumplías los catorce años, tenías que ponerte a
trabajar, algunos incluso antes, aunque tu deseo fuera seguir estudiando.
Los años vividos en esta escuela
forman ya parte de mi vida, y nunca podré olvidarlos. He aprendido cosas que no
pensé que sería capaz de realizar. He hecho amigos, he compartido momentos
entrañables, y los profesores han sido siempre el vehículo que nos llevaba a
esta gran ilusión, que teníamos cada vez que asistíamos a clase.
La alegría que se vivía en esta
“nuestra casa”, era contagiosa. Empezábamos el curso con treinta alumnos, y
terminábamos con los treinta. Nadie se daba de baja, y es que las clases eran
mágicas, amenas, participativas, motivadas por todos y cada uno de los
profesores que nos hacían sentir, siempre, como alumnos aventajados.
Ahora estoy triste. Todos los
alumnos estamos tristes. La escuela, mi escuela, nuestra escuela, ya no es lo
que era. Los recortes del gobierno le han dado un duro golpe, y se tambalea.
Despidieron a varios profesores, creando un problema moral y económico para
ellos y sus familias, además de tener que restringir las clases que ellos
impartían. Hemos pasado de ser unos mil doscientos alumnos, a reducirse a
cuatrocientos.
Destruyeron las clases de
enseñanzas abiertas, que abarcaban: informática, inglés, historia, historia del
arte, literatura, taller de prensa, taller de teatro y taller de memoria. Sólo
han dejado las enseñanzas obligatorias: alfabetización, graduado escolar y la
enseñanza secundaria, porque no han podido quitarlas. Nos han robado, vilmente
y sin decoro, una parcela de nuestro corazón, nuestras inquietudes, nuestras
ilusiones y emociones, que llenaban y enriquecían tanto nuestra vida.
Cuando se impartían enseñanzas
abiertas, la escuela era un trasiego de alumnos. Se manifestaba su actividad en
todas sus dependencias. Ahora se respira en el ambiente cierta nostalgia de lo
que fue tiempo atrás.
Ojalá que esta escuela de
adultos vuelva a ser lo que era. Que los políticos que nos gobiernen en la
próxima legislatura tengan ideas progresistas, y apuesten por la cultura, como
apostaron en su día cuando se creó este magnífico centro de enseñanza. Gracias
a un grupo de profesores altruistas y enamorados de su profesión que con su
esfuerzo y vocación, consiguieron que haya estado dando su fruto durante
treinta años. Hasta que los intereses de este gobierno han decidido tener otras
prioridades, y está claro que la cultura y la educación no entraban dentro de
ellas.
¡Te queremos escuela!
Luna
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