Andaba el señor moscón revoloteando
de un lugar a otro, buscando un lugar donde cobijarse del frío reinante en el
ambiente. El tiempo pasaba y sus fuerzas empezaban a flaquear, cuando divisó a
lo lejos una ventana entreabierta, y presuroso voló hasta ella. Cuando llegó al
lugar, no lo dudó ni un instante y entró de la casa. Una vez dentro revoloteó
recorriendo todo su interior. Tras un
tiempo de examinar la situación y sentir en su cuerpo el calor que de allí se
desprendía, decidió quedarse, pero su contento duró poco. Un inesperado ruido
le hizo agudizar sus antenas para dirigir la mirada hacia el lugar de donde
procedía. Sus pequeñísimos ojos se agrandaron al descubrir la gigantesca figura
que se lanzaba amenazante ante él, con intención de asestarle un golpe. El
moscón decidido a salvar su integridad física esquivo la envestida y comenzó un
vuelo acrobático de un extremo a otro de la habitación, perseguido por el dueño
de la casa. Después de minutos de persecución
el moscón sintió que sus alas perdían fuerza y, si nada lo remediaba, terminaría cazado, acabando así su aventura. En estos negros presagios se encontraba,
cuando divisó en un extremo de la sala una abertura por donde entraba la luz de
la calle. Sin dudarlo puso rumbo hasta aquel lugar. Cuando llegó, asomó su
cabeza al exterior, comprobando que de nuevo el frío encogía su diminuto cuerpo.
Sin dudarlo ni un segundo, decidió volver de nuevo al interior. Mientras tanto
su perseguidor salió de la casa para comprobar que éste se había marchado, y al
no verlo, dio media vuelta para entrar de nuevo en la vivienda. Pero antes de
llegar la puerta, esta se cerró dando un
portazo a consecuencia de la fuerte ráfaga de viento que llegaba de la calle.
El dueño de la casa con gesto de fastidio metió la mano en el bolsillo en busca
de las llaves, comprobando que no las llevaba y, allí estaba él en la calle en zapatillas y sin
ropa de abrigo.
Mientras, al otro lado de la puerta, agazapado
en un rincón del techo, el moscón esperó un tiempo por ver si se producía de
nuevo el ataque, pero al ver que el tiempo transcurría y ningún movimiento se
percibía en la habitación, respiró tranquilo diciéndose para sí: ¡Por fin solo!
IRIS
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