domingo, 15 de febrero de 2015

Por fin solo





            Andaba el señor moscón revoloteando de un lugar a otro, buscando un lugar donde cobijarse del frío reinante en el ambiente.  El tiempo pasaba y sus  fuerzas empezaban a flaquear, cuando divisó a lo lejos una ventana  entreabierta,  y presuroso voló hasta ella. Cuando llegó al lugar, no lo dudó ni un instante y entró de la casa. Una vez dentro revoloteó recorriendo todo su interior.  Tras un tiempo de examinar la situación y sentir en su cuerpo el calor que de allí se desprendía, decidió quedarse, pero su contento duró poco. Un inesperado ruido le hizo agudizar sus antenas para dirigir la mirada hacia el lugar de donde procedía. Sus pequeñísimos ojos se agrandaron al descubrir la gigantesca figura que se lanzaba amenazante ante él, con intención de asestarle un golpe. El moscón decidido a salvar su integridad física esquivo la envestida y comenzó un vuelo acrobático de un extremo a otro de la habitación, perseguido por el dueño de la casa. Después de minutos de persecución  el moscón sintió que sus alas perdían fuerza  y, si nada lo remediaba, terminaría cazado, acabando así su aventura. En estos negros presagios se encontraba, cuando divisó en un extremo de la sala una abertura por donde entraba la luz de la calle. Sin dudarlo puso rumbo hasta aquel lugar. Cuando llegó, asomó su cabeza al exterior, comprobando que de nuevo el frío encogía su diminuto cuerpo. Sin dudarlo ni un segundo, decidió volver de nuevo al interior. Mientras tanto su perseguidor salió de la casa para comprobar que éste se había marchado, y al no verlo, dio media vuelta para entrar de nuevo en la vivienda. Pero antes de llegar  la puerta, esta se cerró dando un portazo a consecuencia de la fuerte ráfaga de viento que llegaba de la calle. El dueño de la casa con gesto de fastidio metió la mano en el bolsillo en busca de las llaves, comprobando que no las llevaba y,  allí estaba él en la calle en zapatillas y sin ropa de abrigo.

Mientras, al otro lado de la puerta, agazapado en un rincón del techo, el moscón esperó un tiempo por ver si se producía de nuevo el ataque, pero al ver que el tiempo transcurría y ningún movimiento se percibía en la habitación, respiró tranquilo diciéndose para sí: ¡Por fin solo!

IRIS

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