miércoles, 4 de febrero de 2015

La papeleta





         Cada vez es más complicado acertar a la hora de depositar tu confianza en un programa electoral. Uno espera que incluyan todos aquellos anhelos que necesitas para alcanzar un estado de felicidad perdurable. También hay que ser consciente de no esperar falsas expectativas, quimeras y utopías. Estamos como estamos y de un día para otro no vamos a dar un giro a nuestra vida. Tenemos experiencia en creer a pie juntillas en un programa, que en parte o casi en su totalidad se incumple por el partido ganador. Basta ya de politiquear. Que dejen de ser ambiguos a la hora de presentar soluciones a nuestra crisis y aporten ideas sencillas, claras y creíbles.

            Miro con interés los mensajes que transmiten los líderes que quieren ser nuestros gobernantes el próximo cuatrienio. Frases llenas de palabras agradables a nuestros oídos que, sin concretar nada, tratan de convencerte que lo que ofrecen es la panacea que tú necesitas. Deseo tanto encontrar un político que tenga el carisma y la bonhomía necesaria para convencerme. Qué difícil es encontrarlo. Hay tantos frentes abiertos que socavan nuestros deseos de paz, sosiego, tranquilidad, estabilidad. Exigencias europeas, ingerencias religiosas en los quehaceres sociales, enriquecimientos injustos, corrupción en los poderes públicos. No existirían políticos corruptos si no hubiera poderes económicos dispuestos a corromperlos para su lucro económico. Lo que si existe es la pobreza injusta, el mirar para otro lado, el cerrar los ojos ante tanta injusticia, el egoísmo, el y tú más en vez de declarar el mea culpa.

            Tengo un dilema. El ser humano se pasa toda su existencia eligiendo entre opciones posibles tanto en la vida social, familiar, económica, moral o cualquier otra cuita que nos surja. ¿A quién votar las próximas elecciones? Al cambio, ¿hacia donde? Al podemos, ¿Qué podemos? A izquierdas, a derechas, socialismo, comunismo, continuismo, liberalismo, extremismo, pacifismo. Estoy en un istmo, rodeado por todas partes por incertidumbres menos por una, mi conciencia. Al final será la que dicte mi intención de voto.

            Ante tanta incongruencia, tengo dos cosas muy claras. A quien no voy a votar y que voy a ejercer mi derecho democrático de equivocarme o no introduciendo mi voto en la urna.

Rabo de lagartija

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