Cada
vez es más complicado acertar a la hora de depositar tu confianza en un
programa electoral. Uno espera que incluyan todos aquellos anhelos que
necesitas para alcanzar un estado de felicidad perdurable. También hay que ser
consciente de no esperar falsas expectativas, quimeras y utopías. Estamos como
estamos y de un día para otro no vamos a dar un giro a nuestra vida. Tenemos
experiencia en creer a pie juntillas en un programa, que en parte o casi en su
totalidad se incumple por el partido ganador. Basta ya de politiquear. Que
dejen de ser ambiguos a la hora de presentar soluciones a nuestra crisis y
aporten ideas sencillas, claras y creíbles.
Miro con interés los mensajes que
transmiten los líderes que quieren ser nuestros gobernantes el próximo
cuatrienio. Frases llenas de palabras agradables a nuestros oídos que, sin
concretar nada, tratan de convencerte que lo que ofrecen es la panacea que tú
necesitas. Deseo tanto encontrar un político que tenga el carisma y la bonhomía
necesaria para convencerme. Qué difícil es encontrarlo. Hay tantos frentes
abiertos que socavan nuestros deseos de paz, sosiego, tranquilidad,
estabilidad. Exigencias europeas, ingerencias religiosas en los quehaceres
sociales, enriquecimientos injustos, corrupción en los poderes públicos. No
existirían políticos corruptos si no hubiera poderes económicos dispuestos a
corromperlos para su lucro económico. Lo que si existe es la pobreza injusta,
el mirar para otro lado, el cerrar los ojos ante tanta injusticia, el egoísmo,
el y tú más en vez de declarar el mea culpa.
Tengo un dilema. El ser humano se
pasa toda su existencia eligiendo entre opciones posibles tanto en la vida
social, familiar, económica, moral o cualquier otra cuita que nos surja. ¿A
quién votar las próximas elecciones? Al cambio, ¿hacia donde? Al podemos, ¿Qué
podemos? A izquierdas, a derechas, socialismo, comunismo, continuismo,
liberalismo, extremismo, pacifismo. Estoy en un istmo, rodeado por todas partes
por incertidumbres menos por una, mi conciencia. Al final será la que dicte mi
intención de voto.
Ante tanta incongruencia, tengo dos
cosas muy claras. A quien no voy a votar y que voy a ejercer mi derecho
democrático de equivocarme o no introduciendo mi voto en la urna.
Rabo
de lagartija
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