sábado, 24 de febrero de 2018

Una épica





El tren fantasma acabaría por llenarse de sonidos y colores
 que resultarían tan reales como la propia vida.
Por el balbuceante invento cuyos primeros pasos presenció.
Eran mineros que añoraban el verdor de su valle.
Eran cómicos que cantaban bajo la lluvia, eran aventureros
 que salieron al espacio para hacerse con el secreto de la eternidad.
Eran vagabundos que se vieron arrastrados por la quimera del oro.
El cine ha sabido condensar, en solo un siglo, la historia
 que las personas han tejido desde que estuvieron en pie
 tratando de responder a sus miedos.
Ha servido para bailar, para besar. Ha hurgado en las almas.
Ha sido vehículo y testimonio del amor, de la pasión, del desamor…
Veréis que el denso relato que contiene, ha sido escrito por bastardos
 y líderes, por emigrantes y privilegiados, por putas y  ángeles,
 por bellos y deformes.
Como todo en la vida, por otra parte.
 Vivió lo suficiente para presentar el paso de aquel tren por algunas
 de las principales estaciones que jalonaron su trayecto hacia la madurez.
El de ahora es feliz, aunque no del todo final. En cualquier parte del planeta, hay alguien no conocido que sueña con reunir dinero
 y hacer una película. Alguien que enseña gestos ante un espejo.
Que algún día serán de otra.

                 Otra en la pantalla del sorprendente invento.        

QUIRÓN

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