El tren
fantasma acabaría por llenarse de sonidos y colores
que resultarían tan reales como la propia
vida.
Por el
balbuceante invento cuyos primeros pasos presenció.
Eran
mineros que añoraban el verdor de su valle.
Eran
cómicos que cantaban bajo la lluvia, eran aventureros
que salieron al espacio para hacerse con el
secreto de la eternidad.
Eran
vagabundos que se vieron arrastrados por la quimera del oro.
El cine
ha sabido condensar, en solo un siglo, la historia
que las personas han tejido desde que
estuvieron en pie
tratando de responder a sus miedos.
Ha
servido para bailar, para besar. Ha hurgado en las almas.
Ha sido
vehículo y testimonio del amor, de la pasión, del desamor…
Veréis
que el denso relato que contiene, ha sido escrito por bastardos
y líderes, por emigrantes y privilegiados, por
putas y ángeles,
por bellos y deformes.
Como
todo en la vida, por otra parte.
Vivió lo suficiente para presentar el paso de
aquel tren por algunas
de las principales estaciones que jalonaron su
trayecto hacia la madurez.
El de
ahora es feliz, aunque no del todo final. En cualquier parte del planeta, hay
alguien no conocido que sueña con reunir dinero
y hacer una película. Alguien que enseña
gestos ante un espejo.
Que
algún día serán de otra.
Otra en la pantalla del
sorprendente invento.
QUIRÓN
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