Amanece cada día,
como
el sol en las altas cumbres,
como
una flor en la rama,
como
el canto de las aves
cuando
la aurora temprana.
Cuando
el alba nos despierta
con
su brisa tiritante,
con
el rocío brillante
en
la hierba queda presta,
aunque
sólo sea un instante.
Porque
el alba veraniega
tiene
belleza y amor,
y
aunque despierte el calor
de
la tarde venidera,
luego
llega el esplendor.
Pequeña
bruma en la cumbre
que
al alba asoma en el día,
que
lucha con la porfía,
con
la llama en pleno día,
cada
cual en sí confía.
Cada
mañana es distinta
y
el sol cambia de color,
pero
el alba nos invita,
antes
que venga el calor,
recorrer
la veredita.
Trotamundos
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