Se dice que el perro es el
mejor amigo del hombre, pero en ocasiones puede llegar a ser algo más que un
animal de compañía.
Hace
unos días cruzaba por un parque infantil, cuando vi en uno de los bancos a un
hombre que dormitaba. A su lado, sentado sobre sus patas traseras, se
hallaba el perro en una postura
estática, impasible al frío reinante de la mañana y con la mirada al frente en
un compás de espera.
Según
me alejaba del lugar, no dejaba de pensar en el hombre dormido en el banco. No
llevaba ropa de abrigo, pero por la expresión de su cara no parecía sentir el frío que dejaba caer la
niebla, que había cubierto la ciudad en las primeras horas de la mañana. También
me hizo recordar, mientras continuaba mi marcha, a KUKI, un perro que había pertenecido a la familia.
KUKI,
no tenía raza definida, pero era súper inteligente y cariñoso. Acompañaba a su
dueño por las mañanas hasta el autobús que le llevaba hasta el lugar donde
trabajaba, y cuando se acercaba la hora del regreso de este, ladraba para que
le abrieran la puerta y salir en su busca para llevarle a casa. También
olfateaba a distancia la llegada de los niños que iban a visitar a los abuelos.
En una ocasión, los dueños de la casa
recibieron la visita de una vecina. Después de los saludos, la mujer se dirigió
hasta una de las sillas que se encontraba enfrente de la puerta de entrada, y cuando llegó hasta
ella, se encontró que el perro, adivinado su intención, se le adelantó y ocupó
el asiento para no dejarla sentarse. El animal había mostrado en varias
ocasiones que aquella visita no le era grata.
Al
cabo de unos minutos volví a pasar por el lugar. El hombre y el perro ya no
estaban. El hombre había despertado de su sueño y el perro había cumplido con
su trabajo de guardián.
Un perro no es solo un animal de
compañía, es un animal que se entrega desinteresadamente y solo pide un poco de
cariño y respeto de nuestra parte.
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