He
desempolvado este texto que se me ocurrió hace unos años. En aquella época en
la que Monseñor Rouco Varela pastoreaba las manifestaciones de la mano del
Partido Popular, en contra de la, Ley
del Aborto. Ha pasado el tiempo y de nuevo las mujeres se unen para que se las
escuche. La crisis nos ha arruinado a
toda la sociedad, pero las mujeres
siguen sufriendo aquellas y otras carencias como por ejemplo, la
“desigualdad salarial”, (de la que el presidente M. Rajoy, dijo, “no nos metamos
en eso”) la “de su jubilación”, y qué
decir de “la violencia machista”, que se agudizan de día en día.
Y el texto
dice así:
Nos contaron
que existían y existen dos clases de inquisidores: unos flacos y ascéticos,
otros gordos y hedonistas, pero en ambos casos su mente está exenta de dudas y
es más fácil extraerles una piedra de la vesícula, que arrancarles del corazón
un poco de piedad hacía la debilidad humana.
De Giacomo
Savonarola, se conserva un retrato en el convento de San Marcos de Florencia,
una mirada rapaz asoma por el capuchón
con una palidez enfermiza.
Tomas de
Torquemada, en cambio, exhibe una imagen pletórica, con dos carrillos rellenos
y una papada con tres orlas carnales hacia el pecho, propias de alguien que ha
gozado muchos años de los placeres del cochinillo asado, antes de mandar a la
hoguera a un número considerable de herejes.
Pese a que el ser humano es una criatura
atrapada por un oscuro temor ante el futuro, en realidad no pierde la esperanza
de pasarlo lo mejor posible. Pero frente al deseo común de una vida sin hacer
daño a nadie, hay otros seres que se erigen así mismos en representantes del
bien en la tierra y señalan con el dedo, la ardua tarea que tienes para subir
la cuesta sin caer en el infierno.
Un ejemplo de inquisidor ascético, es la
insigne figura de Rouco Varela, enteco de voz oscura, de rigor escolástico, al
que uno imagina alimentado de acelgas y pescado hervido. Por el contrario, el
diseño de inquisidor pletórico y feliz le corresponde a monseñor Moncada Camino.
Que con su pan se lo coman. Y que
su Dios se lo premie.
QUIRÓN
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