La
noche se aleja con el resto de sus sombras. La luz del nuevo día devuelve a las
calle la vida que dormita durante la
noche. El sol, que no quiere perder su protagonismo en el nuevo día que amanece,
desprende sus rayos dando calor y
alejando con su presencia el fresco reinante de las horas pasadas.
Poco
a poco los comercios abren sus puertas, esperando que sea un buen día de
ventas. Los transeúntes van y vienen de un lado hasta el lugar de su destino.
Los árboles
de los parques empiezan a sentir que la primavera se acerca y en los extremos
de sus desnudas ramas asoman tímidamente los brotes de las nuevas hojas, y las
flores de invierno empiezan a florecer, llenando con su colorido espacios donde
duermen las raíces de las plantas, que aflorarán cuando llegue su tiempo.
Las
horas del nuevo día siguen su curso. El buen tiempo reinante en la ciudad da muestras que se ha adueñado de los días de
invierno.
Padres
y abuelos aprovechan el buen tiempo para llevar a los niños, al salir del
colegio, a jugar y tomar el sol a los parques infantiles que tienen próximos,
llenando con sus voces y risas su tiempo de juego.
Los
más mayores del lugar buscarán un banco al resguardo, donde más caliente el sol,
para reunirse con los que cómo ellos
aprovecharan el buen tiempo y recordar y revivir los
viejos momentos.
El
día llega a su fin. Los comercios echan su cierre. Las gentes regresan a sus
hogares, donde esperar la llegada del nuevo día para aprovechar el buen tiempo
que la primavera ha robado al invierno.
IRIS
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