sábado, 30 de marzo de 2019

Las constelaciones y Morel





Las tormentas que arranca noviembre, la huida de Orión.

Seguida del viento sur, el agitado Austro había aprendido a temer el paso de las Híadas, que arrimadas a la cola del toro anunciaban malos presagios.

Hallo placer ante la rutilante hermosura de Arturo  o descubrir la aparición de los gemelos.
La historia maravillosa de aquella corona que Teseo regaló a Ariadna.

Desesperado por recobrar aquellas sensaciones maravillosas se acurrucaba en un rincón del angosto patio y envuelto en su manta  buscaba su parcela de firmamento para coloquiar con sus  amigas.

En aquel espacio árido brutalmente desnudo, destacaba un planeta desde hacía años, como si intentara una comunicación privada que nadie más debía conocer.

Era un planeta brillante, de luz centelleante arrojando diminutas saetas argentadas, marcando mil caminos con signo positivo.

Su planeta, al aparecer en el ocaso y acompañarle hasta el amanecer, le dictaba mensajes para su vida con Adonis.

            La sensación de felicidad se borraba al volver los ojos al suelo de argamasa, surcado por charcos putrefactos y agujeros que daban salida a ratas gigantes.

De pronto  llegó a un prodigioso vergel. Numerosas plantas exóticas crecían junto al Nilo.

La gloria es caprichosa como meretriz voluble de corcho. Una meditación elemental es navegar a merced del ocaso. El auxilio de los astros regían desde antiguo los destinos del Imperio
.
Al conjuro, las imágenes  idílicas abandonaban la opresiva  muralla de montañas venteadas.


Quirón

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