Sí, Alejandro
Pizanik cuenta cómo un día de 1963, ¡en Santiago!, encontró el “centro exacto
del abandono”, justo lo contrario sería la boca
peligrosa de besar; el centro exacto del rescate. Ese “cierto punto” que
enloquecía a los surrealistas y donde lo comunicable y lo incomunicable
dejarían de ser percibidos como contradictorios. Cada vez estaba más cerca. Eso
parecía.
La vida dio un giro
inesperado. Querías ser periodista, escritor, y alguien te abrió la puerta de
un diario. Eras un chico de recados, un meritorio, no más. Pero ejercías cada
noche el derecho a soñar.Siempre eras el
último a irte, con el periódico bajo el brazo. Oías en el sótano el arranque de
la rotativa, la vibración del suelo, y era como sentir en las tripas la
pulsación de una Fender Stratocaster. El periodismo era, sí un cuento
apasionante. Y allí encontraste, de verdad, la boca peligrosa de besar.
Volví a pensar en
esa imagen, en la boca peligrosa se besar, durante un encuentro en Buenos Aires
sobre la crisis del periodismo y sus alternativas.
Habría que decirlo en plural: las crisis del periodismo. Hay crisis en muchos
campos, pero parece que el periodismo las convoca todas. Hay días en que parece el “centro exacto del abandono”
y que la crisis es existencial, autodestructiva, y no solo tiene su causa en la
incertidumbre tecnológica y la zozobra económica.
Al contrario de lo
que enunció Kapuscinski (“este oficio no es para cínicos), tienes la impresión
de que el cinismo toma posiciones e incluso
es considerada una cualidad. Es una actitud que también impera en la política. En las encuestas de
opinión en España queda situado en muy mal lugar el papel que hoy representan
los periodistas. Pero, al mismo tiempo,
la gente considera cada vez más necesario
el periodismo entendido como el lugar de los porqués, un centro de
rescate de la verdad. Al igual que las
zonas sensibles que detectan los peligros de la naturaleza, el periodismo, en
sus mejores momentos, es ese espacio ecológico que preserva el medio ambiente democrático. De
ahí esa fuerza y también su vulnerabilidad.
El periodismo vive y
sufre su propio “cambio climático”. Con
sus metamorfosis, saldrá adelante porque es necesario. Imprescindible. En ese
encuentro en Buenos Aires, en la sede de Anfibia, una experiencia alternativa
vinculada a la Universidad
de San Martín, coincidimos en que, frente a la sobreabundante dosis cínica, el
periodismo exige un activismo del deseo.
Alguien añadió: y un cierto peligro.
QUIRÓN
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