sábado, 14 de abril de 2018

Meditar con cabras





Como estarán los urbanitas catalanes que pagan por la experiencia de pasear sin móvil un par de horas por el campo tras un rebaño. La idea es conectarse  con el presente, dicen.

¿Pastorea el pastor a las cabras, o las cabras al pastor? Filosófica cuestión que no debería estar planteándome ahora. De hecho, no debería estar pensando en nada. Porque  nuestro meditar de hoy no es reflexionar. Es otra cosa, algo así como vaciar la mente. Salir de ella. La pastora- meditadora nos ha dicho que las cabras son “expertas en meditación”, porque siempre están en el presente.

Intentar ser una cabra más, nos ha dicho Gloría la pastora. Hace tres años que montó este negocio, que ella llama proyecto de investigación sobre la vida sostenible en el campo. Sus “paseos silenciosos de meditación con cabras” cuestan 45€. Gloría dice que normalmente vienen 8 personas cada fin de semana. Urbanitas entusiastas de la vida campestre. Ó crédulos objeto del último timo de la corriente del bienestar. Según se mire. Por esta zona donde estamos no es nada raro pagar buenos euros por abrazar vacas, pavos o cerdos en granjas- zoo que viven de ello. Y Gloría ha sabido combinar está ansia de contacto con los animales con la moda. Si los urbanitas disfrutan, y ella consigue mantener a sus cabras, todo el mundo gana. Los rumiantes están encantados en su elemento.

 Ahora mismo estamos en  la ladera norte del monte, disfrutando del paisaje excepcional que nos rodea. Mientras las 37 cabras y el macho, 38, se lo pasan pipa saltado entre los arbustos y comiendo sin parar todo lo más tierno y jugoso que encuentran a su paso, como sin creerse que tanto manjar seguirá estando ahí mañana,  nada escapa a su gula. Eso es estar en el presente.

 Yo creo que las cabras “meditan comiendo” mientras se ponen de hoja verde hasta las trancas.  Y  por otra parte resulta muy entretenida esta caminata. Gloria vuelve a sus raíces, a su forma de hacer queso, el parto de una cabra la noche anterior. No hemos protestado cuando comenta que los cabritos macho que nacen se los come, (aunque mirando a los chiquitines tan alegres como vivos me da un poco de yuyu saber su final).  Alega que no quiere que su rebaño aumente demasiado. Quiere  controlar el impacto que causan en el monte (eso demuestra su reintegración plena). Pero eso fue al llegar, luego hemos dejado los móviles y hemos comenzado a caminar en silencio, en busca del santo grial: desconectar del mundo virtual, reconectar con la naturaleza, con uno mismo. Intentar centrarnos en las cabras, lo que hacen, lo que escuchan, lo que ven. 

"El truco para evitar pensar es concentrarse en uno de los sentidos”, aconseja la pastora. Con los ojos cerrados, el masticar de las cabras es un sonido relajante como de lluvia. De pronto, unánimemente, emprenden su trote, carrera y saltos cuesta abajo camino del establo.Las seguimos, no queda otra.

¿Cuánto quedará para las dos horas? El tiempo es incierto cuando no se puede mirar la hora o hacerse una foto (selfie) con las cabras. Claro que las cabras cuando han emprendido la vuelta, por algo sería. En fin, satisfechos y cansados, montamos en el coche y regresamos a casa.


QUIRÓN

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