sábado, 28 de abril de 2018

Libertad para todos





               Quisiera sentir mi España
                   con sol que a todos caliente,
                   con lluvia que a nadie daña,
                   con pan para toda gente,
                   con amor que a todos baña,
                   con ideas en la mente,
                   con diálogo sin regaña,
                   con semblante sonriente,
                   sin odios y sin guadaña,
                   la vida gana a la muerte.

                   Necesito tus abrazos,
                   tu empatía, tus sentidos,
                   unirnos con fuertes lazos,
                   unificar los latidos,
                   escribir los mismos trazos,
                   cantar los mismos sonidos,
                   sin tapujos ni embarazos,
                   bajo el mismo sol tendidos
                   y España en nuestros regazos,
                   por nuestra tierra unidos.

                   Lejos ya los desencantos,
                   hincando todos los codos,
                   sin odios y sin espantos,
                   consensuando de estos modos
                   vivencias sin sobresaltos,
                   sin rencores y sin lodos,
                   en beneficio de tantos,
                   con igualdad y acomodos,
                   con espíritu, con cantos,
                   con libertad para todos.


Rabo de lagartija

Pasión es observación





Jordi fue payés antes que geólogo.

Ahora  combina ambos saberes para escribir páginas inéditas
 en su tierra de Blancaflort. Sin prisas.

Con entidad propia. Viven felices consigo mismos,
sápidos Y poseedores de una superficie turgente que sabe
 cómo transmitir sensaciones. Cuando llega el sabedor atiende, claro,
pero son  como su creador: fieles al paisaje, viven concentrados,
libres de dogmas y apriorismos. Tienen la sonrisa a flor de labios,
dedicados a la observación que conduce  al aprendizaje,
al conocimiento nuevo de las cosas que muchos vieron
antes de manera distinta. Blankefort muestra con nitidez los aromas
  de la fragmentación y la fresca intensidad en pleno trabajo.

Al rato, nos habla de aromas de fruta reposada, y de la tierra:
Arcilla que perforaron los goterones de la lluvia; pimientos en la mata.

Placer y sencillez. La hospitalidad sabe a aceituna negra,
a hogaza de buen pan, a aceite y sal. Cerezas y tomillo.

Algarroba: síntesis de ligereza y contundencia, de flor en invierno
y de sombra densa, seca y acogedora en verano.

Sensaciones del primer otoño, cuando el viento dibuja nuevas
transparencias para el frío que llega.

 Hay corteza de naranja bañada en oscuro chocolate…


Quirón

Desde el mirador





Horas y horas paso en un hospital muy moderno, con un mirador que se ve toda la sierra nevada.

La habitación de la enferma tiene una ventana desde la que se ve el aparcamiento y veo a gente que se bajan de sus coches y vienen a visitar a sus familiares o conocidos, y a gente que se va de alta a terminar de recuperarse en su casa junto a los suyos.

Desde el mirador se ve un prado con algunas charcas y mucha humedad, muy verde y con árboles, una cigüeña pasea de aquí para allá buscando comida, me transmite tranquilidad con su caminar lento y elegante.

Al fondo del paisaje están las montañas nevadas como en un dibujo infantil. El cielo sin nubes y el sol brillante hacen que mis sentidos  se empapen con esta visión, que sé  que hay mucha gente que,  por las prisas o por las preocupaciones, ni siquiera levantarán la mirada y no lo apreciarán lo suficiente.

Parece una postal, llena de tonos.

Un espectáculo de color, del verde suelo al azul intenso del cielo, las montañas como espolvoreadas de azúcar, la nieve blanca como la cigüeña, los árboles sin hojas aún, van del marrón al ocre.

Las noches en el hospital son largas, pero desde el mirador, el amanecer es un espectáculo que intento no perderme.


Clave de Sol

La luna. el río y tú





                Con la luna por testigo
                te vi bañarte en el río,
                y aquel cuerpo de Sirena
                me causó un escalofrío,
                pero mereció la pena.

                Las mariposas volando
                entre las flores del campo.
                Paraban en los rincones
                Por contemplar tus encantos,
                Y bordaban corazones.

                Y también los ruiseñores
                con sus celestiales trinos,
                volaban creando un coro
                por tus nadares divinos,
                y por tu pelo de oro.

                La Luna se fue apagando
                con la llegada del día,
                y tú te fuiste bailando
cuando la Aurora venía,
                y me dejaste pensando.

                Y recuerdo tu figura,
                y recuerdo tu melena,
                y tu candor de cintura,
                con olor a hierbabuena,
                que provocó mi locura.


Trotamundos

sábado, 21 de abril de 2018

El tren de los sueños





         Cuando llegué, ya estaba el tren parado en la estación, preparado para iniciar la  marcha hacia su destino. Ansioso por empezar el viaje me coloqué cómodamente en mi asiento y miré la hora en mi reloj. Marcaba en ese momento las 16 horas en punto. Presioné el interruptor de la luz y al momento sonó en mis oídos el silbato de la locomotora anunciando la salida. Suavemente se fue iniciando un movimiento cadencioso que me acompañaría durante todo el trayecto.

         La estación se fue alejando del convoy. Se podía ver en los andenes gente variopinta, desde mozos maleteros, vendedores, familias despidiendo a los suyos y hasta algún perro con cara de pocos amigos. Según se alejaba el tren de la estación, pasaban más deprisa a su lado casas y arrabales y el paisaje se volvía más rústico, donde predominaba la Naturaleza.

         Sentado en mi asiento privilegiado veía pasar accidentes geográficos: ríos, lagos, montañas, bosques. De vez en cuando un caserío o una granja ponían ese punto de civilización que acabará, con el paso del tiempo, desplazando a los parajes agrestes e inmaculados. Ya no veía la monotonía que acompaña a un largo viaje, porque mi mente visionaba ensoñaciones al margen de la realidad:

         Era un feliz maquinista que echaba de vez en cuando carbón a la caldera de mi locomotora para que alcanzara la velocidad que me llevaba en el menor tiempo posible, a través de valles y colinas donde divisaba grandes manadas de rumiantes, hasta la meta de mi viaje. Pasaba por ciudades resplandecientes saludando desde mi máquina a sus habitantes. Atravesaba una llanura verde de cultivos donde las casitas de los labradores se hacinaban alrededor de un hermoso castillo donde flameaban banderas de bellos colores. Luego un largo puente me transportaba de una orilla a otra de un lago azul donde los peces de colores saltaban alrededor de las barcas de pescadores que, sin ningún esfuerzo, los amontonaban en cajas para llevarlos al mercado.

         Un túnel ocultó el tren en las entrañas de una inmensa montaña y me hizo reflexionar sobre la vida sin luz de los invidentes e hizo realidad eso que cuentan los que han estado muy cerca de abandonar esta vida. Una luz blanca al final del túnel.

         Un ruido extraño me sacó de mi ensoñación haciéndome volver a la realidad. Al principio no identificaba dicho ruido, hasta que mi mente rebuscó en los archivos de mi memoria y encontró el sonido de mi móvil.
Como un autómata mi mano fue en busca del artefacto que me había sobresaltado y mi dedo apretó un botoncito que, cual bola de mago, me ponía en contacto con cualquier parte del mundo.

-¿Diga? Hola cariño. Sí que quieres...  Dame cinco minutos y estoy contigo.

         Bueno, el viaje había terminado. Apreté el interruptor eléctrico y el tren se paró entre dos pueblos. Me levanté de mi asiento, apagué la luz de la buhardilla y bajé hasta el piso inferior donde me esperaba mi mujer para algún asunto doméstico.



                                               Rabo de lagartija

El descrédito de la democracia





Si no tuviéramos bastante con el tema catalán, tan controvertido como enredoso, en el que tan pronto “intuimos” que la UE comprende a los jueces españoles, como por el contrario, nos hacen ver que las leyes de nuestros socios tienen muy poco que ver con las nuestras, y eso nos obliga a pensar en  los reos encerrados en España. Puigdemón, está en la calle. Pero los que tenemos  en las nuestras… Dicen, que los independentistas no hicieron  nada tan grave, y que hay que levantar los cargos; oiga yo no entiendo nada ¿Pero esto debe de ser un varapalo para nuestra judicatura. O no?

 Eso sin contar con que a la vez de este follón, un periódico ha difundido un texto  en el que se asegura que el máster que se había sacado la presidenta de Madrid,  Cristina Cifuentes en 2012, era falso. Bueno, bueno, los medios estaban que echaban humo, y desbordados ante tanto despropósito.  Llevamos casi un mes, y Cristina no presenta papeles, pero luego los presenta la Universidad Rey Juan Carlos, al día siguiente otros  informes contradicen a Cristina y en la Universidad, una de las profesoras denuncia ante el juez que los papeles presentados son falsos. Esa no es mí firma, dice la profesora y se ha despedido de la universidad. Pero la presidenta no dimite. Aunque la conferencia de rectores de España, tiene que dar su veredicto.

Escribía lo posterior por lo estupefaciente que es para el pueblo español el sistema de gobierno que nos impone el capitalismo occidental, pero de política poco y por tanto el Gobierno Rajoy. No está y no se espera. M. Rajoy, está pero en forma de D. Tancredo.

Señorías: y me dirijo al pueblo llano como ustedes y yo. Lo que veo es que el sistema de gobierno en vigor, no puede ser una democracia limpia (tiene a todas las instituciones del Estado tan deterioradas que da vergüenza). Como  poco está desacreditada. Por eso el resto del texto nos viene al pelo para aclararnos un poco.  
 
Qué pasaría me pregunto,  si los científicos se dedicaran a desacreditar los descubrimientos que realizan otros equipos de investigación y por principio solo aceptarían los avances de la ciencia que salen de su propio laboratorio, es decir, si se comportaran como lo hacen  los políticos con la ideología, ¿no estaría la ciencia todavía en poder de la fe o incluso de la Inquisición?

Y, si los médicos en lugar de curar enfermos, se pasaran el día metiéndose zancadillas mutuamente por los pasillos del hospital y cada uno pusiera en duda la honestidad y la competencia de otros colegas, es decir, si se comportaran  como lo hacen los políticos con sus adversarios, ¿acaso no causaría terror ponerse en sus manos?

O, si los farmacéuticos proclamaran que las medicinas que expende la farmacia de la otra esquina pueden causar daños irreparables a la salud, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con el programa de otros partidos, ¿quién sería el estúpido que les confiara una receta?

Entonces, si los maestros, lejos de  transmitir un conocimiento libre y sosegado, optaran por envenenar el cerebro de los alumnos con bajas pasiones, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con el patriotismo, ¿no estaríamos todavía en la caverna?

 Además, si los tenderos en lugar de vender sus mercancías a un precio razonable, se pasaran el día de juzgado en juzgado de cárcel en cárcel, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con la corrupción, ¿no sería el comercio lo más parecido a una escuela de malhechores?

Si un empresario  se viera obligado a aceptar a un ejecutivo cuyo talento fuera similar al de la mayoría  de nuestros políticos, ¿no estaría temblando ante la posible quiebra de su negocio? Por fortuna este es todavía un país habitable  gracias a que los científicos, médicos, maestros, empresarios  y tenderos, no se comportan como los políticos.

Solo he nombrado a cinco grupos de especialistas  y acreditarlos para comprobar “El Descredito”, cierto que los políticos con sus acciones e inhibiciones, tienen a España convertida en un gran erial. Y ellos mientras tanto jugando a ver quién lo hace peor y queda más desacreditado.        


Quirón                                              

Las manos






Grandes, fuertes, de dedos gruesos, manos acostumbradas al trabajo duro, expuestas al frio y de piel morena, siempre dispuestas  “a echar una mano”. Expertas en manejar herramientas, manos que me ayudan a hacer mis trabajos manuales.

Manos siempre preparadas para ayudar a bajar del autobús a una anciana, manos que son tendidas a la joven mamá con el cochecito de su bebé.

Manos que gesticulan mucho.

Manos que me hacen reír con trucos de magia, manos equilibristas con naranjas. 
Manos hábiles.

Manos bondadosas, nunca sudorosas, manos vigorosas.

Manos firmes cuando son estrechadas por otras manos, cariñosas cuando rozan la mejilla infantil.

Manos que me hacen cosquillas y no paro de retorcerme de risa.

Manos preparadas para la caricia, nunca para la violencia.

Manos que me tratan con cariño, manos que me ayudaron a aprender a caminar, manos que me cogieron al vuelo evitando una caída, manos que curan. Manos que recuerdo como un soporte vital.

Recuerdo una mano en cada una de mis mejillas, manos calentitas y llenas de cariño, manos que me quieren y me hacen bien.

Manos salvadoras que me buscan cuando me pierdo, manos que me guían.

Las manos de mi padre.

Clave de Sol

El silencio de las musas





            Un suspiro rompió el silencio reinante en la sala. El bolígrafo, negándose a cumplir la orden que le daba la mano. La hoja de papel esperando la caricia de los trazos convertidos en palabras.

            El escritor se encamino hacia donde estaba la mesa de trabajo, una vez allí fijó su mirada en la cuartilla que descansaba y sobre ella el bolígrafo en actitud de espera. Tras unos segundos de vacilación, tomó la silla acomodándose en ella con el propósito de terminar el trabajo que había comenzado hacia días y que había abandonado después de darle vueltas y vueltas, buscando el desenlace que no encontraba.

            Desde hacía ya algún tiempo escribir se le hacía cuesta arriba, no porque no lo intentara, pero los personajes que siempre le habían acompañado, permanecían en silencio en espera de que  les volviera a dar vida.

            El sonido de un teléfono se escuchó en la habitación. El hombre levantando la cabeza miro extrañado a su alrededor, allí no había  teléfono y el móvil estaba apagado. De dónde había salido aquel sonido, se preguntaba al tiempo que una idea se perfilaba en su mente. Cogió el bolígrafo y se puso a escribir en el cuadernillo que tenía sobre la mesa, no quería perder aquel  momento en que la musa había salido de su silencio. Aprovecharía la extraña llamada para crear un nuevo relato dándole un aire de misterio que envolvería a los personajes que le acompañaban en su aventura.

            Cuando terminó de escribir el relato, respiro aliviado.

            Las musas, rompiendo su silencio le habían acompañado 
             


I R I S

Lo que vemos cada día





    Cada día siento más pena de todo lo que veo y oigo, me siento indefenso, inútil, olvidado y no es para menos.

    25 horas al día tengo que escuchar las mismas cosas, en todas las cadenas de este país, que ya no sé a quién pertenece y cual es la manera de vivir.

    Las cadenas de T.V., sea cual sea, te cuentan lo mismo, la misma publicidad, los mismos tertulianos, los mismos temas, las mismas rabietas, los mismos deseos de destacar, las mismas ganas de despellejar al político de turno, el dese vehemente del acoso y derribo del contrario/a.

    Y aquí estoy yo, Juanito, tocando a la puerta de San Pedro por ley, y viendo que el pueblo no pinta nada, que los ciudadanos no pintamos nada, que los políticos no hacen nada de lo que prometieron, que sólo piensan en ellos, que no se preocupan de la nación para nada y que todo les importa un bledo. Sólo les importa el puesto y, para eso, son capaces de cualquier cosa, hasta de provocar a las masas para lograr publicidad e intentar salir airosos de algún atolladero. Recurrir a tiempos pasados, aunque sean dolorosos, como que un día no podíamos comprar pan. Qué falta de honorabilidad y decencia.

    Que la suerte nos acompañe.


Trotamundos

sábado, 14 de abril de 2018

La mancha





        Timoteo volvía a casa después de una intensa mañana jugando a las cartas. Llegaba agotado y deseoso de comer y ver su programa favorito desde su sillón. Su mujer le había insinuado que, a lo mejor, tenía ganas y le hacía unas torrijas para tomar con el café.

        Abrió la puerta y llamó a su mujer con el tono cariñoso de siempre. Nadie le contestó. Llegó a la cocina y vio una nota que le había dejado Adelina. La habían llamado de la peluquería que tenían un hueco libre y se había ido para hacerse un moldeado y otras cosas, que esperara a que volviera para comer.

        Timoteo se acordó de la promesa de Adelina y hurgó por los almarios hasta que encontró una fuente llena de deliciosas rebanadas de pan, bien remojadas y fritas, con su canela y azúcar espolvoreado por encima. ¡Cómo se iba a poner con el café después de comer! Esperó pacientemente un rato y su mujer no llegaba. Volvió a mirar de nuevo las torrijas y, en un impulso echó mano a la de la esquina y se la zampó sin remordimiento alguno. Ahuecó un poco las que estaban cerca y allí no parecía que faltase alguna. Se sentó más contento a esperar.

        Llegó Adelina y se saludaron con cariño, como llevaban haciendo ya muchos años. Prepararon la mesa, calentó ella la comida y comieron con el gusto y apetito de siempre. Cualquier comida que le hiciera su mujer siempre era un manjar exquisito pues, aunque no le gustaba cocinar, cuando se ponía le echaba todo el amor a los guisos. Llegó el esperado momento del café, que Timoteo siempre preparaba.

        Expectante, esperaba a que le sorprendiera Adelina presentándole la bandeja de las torrijas, pero su mujer se tomó el café sin más y por allí no aparecía el asunto. Como si se hubiera dado cuenta en ese momento le preguntó si no se había acordado de hacer ese postre especial de la fecha en que estaban. Adelina le contestó que sí, que estaban hechas, pero que no se las sacaba porque ya las había probado. Timoteo con cara de no haber roto un plato, le negó que en absoluto las hubiera probado, puesto que desconocía si estaban hechas.

        Adelina le sonrió y con toda la ternura del mundo le preguntó que cómo se había manchado tanto la camisa jugando a las cartas. Timoteo confesó su pecado y le pidió que le perdonara, que no había tenido valor de resistir la tentación y que estaba buenísima. Adelina lo besó y le sacó la bandeja junto con una servilleta de papel que le colocó con todo el cuidado como un babero. Le dijo que si no hubiera sido tan guarro, no habría dejado pistas de su delito.

        Satisfecho, Timoteo se sentó en su sillón y puso el programa que más le gustaba de la televisión. Cuando vio que se había terminado dijo, como todos los días, que qué corto se le había hecho. Adelina, a su lado, le miraba con ese amor profundo que los años había afianzado en la pareja y le dijo que a ella también le había parecido que el tiempo había pasado muy deprisa.

Rabo de lagartija

Meditar con cabras





Como estarán los urbanitas catalanes que pagan por la experiencia de pasear sin móvil un par de horas por el campo tras un rebaño. La idea es conectarse  con el presente, dicen.

¿Pastorea el pastor a las cabras, o las cabras al pastor? Filosófica cuestión que no debería estar planteándome ahora. De hecho, no debería estar pensando en nada. Porque  nuestro meditar de hoy no es reflexionar. Es otra cosa, algo así como vaciar la mente. Salir de ella. La pastora- meditadora nos ha dicho que las cabras son “expertas en meditación”, porque siempre están en el presente.

Intentar ser una cabra más, nos ha dicho Gloría la pastora. Hace tres años que montó este negocio, que ella llama proyecto de investigación sobre la vida sostenible en el campo. Sus “paseos silenciosos de meditación con cabras” cuestan 45€. Gloría dice que normalmente vienen 8 personas cada fin de semana. Urbanitas entusiastas de la vida campestre. Ó crédulos objeto del último timo de la corriente del bienestar. Según se mire. Por esta zona donde estamos no es nada raro pagar buenos euros por abrazar vacas, pavos o cerdos en granjas- zoo que viven de ello. Y Gloría ha sabido combinar está ansia de contacto con los animales con la moda. Si los urbanitas disfrutan, y ella consigue mantener a sus cabras, todo el mundo gana. Los rumiantes están encantados en su elemento.

 Ahora mismo estamos en  la ladera norte del monte, disfrutando del paisaje excepcional que nos rodea. Mientras las 37 cabras y el macho, 38, se lo pasan pipa saltado entre los arbustos y comiendo sin parar todo lo más tierno y jugoso que encuentran a su paso, como sin creerse que tanto manjar seguirá estando ahí mañana,  nada escapa a su gula. Eso es estar en el presente.

 Yo creo que las cabras “meditan comiendo” mientras se ponen de hoja verde hasta las trancas.  Y  por otra parte resulta muy entretenida esta caminata. Gloria vuelve a sus raíces, a su forma de hacer queso, el parto de una cabra la noche anterior. No hemos protestado cuando comenta que los cabritos macho que nacen se los come, (aunque mirando a los chiquitines tan alegres como vivos me da un poco de yuyu saber su final).  Alega que no quiere que su rebaño aumente demasiado. Quiere  controlar el impacto que causan en el monte (eso demuestra su reintegración plena). Pero eso fue al llegar, luego hemos dejado los móviles y hemos comenzado a caminar en silencio, en busca del santo grial: desconectar del mundo virtual, reconectar con la naturaleza, con uno mismo. Intentar centrarnos en las cabras, lo que hacen, lo que escuchan, lo que ven. 

"El truco para evitar pensar es concentrarse en uno de los sentidos”, aconseja la pastora. Con los ojos cerrados, el masticar de las cabras es un sonido relajante como de lluvia. De pronto, unánimemente, emprenden su trote, carrera y saltos cuesta abajo camino del establo.Las seguimos, no queda otra.

¿Cuánto quedará para las dos horas? El tiempo es incierto cuando no se puede mirar la hora o hacerse una foto (selfie) con las cabras. Claro que las cabras cuando han emprendido la vuelta, por algo sería. En fin, satisfechos y cansados, montamos en el coche y regresamos a casa.


QUIRÓN

Libros de autoayuda





Abrió los ojos y vio  su habitación exactamente igual que cuando era adolescente, conservaba algún póster de sus actores favoritos y alguna muñeca olvidada en el fondo de una estantería; el edredón y las cortinas hacían  juego con sus diminutas flores y colores.

Oyó la lluvia y el viento fuera, lo que hizo que se encogiera dentro de la cama y se tapó toda entera. Intentó quitarse la pereza, pero no tenía nada que hacer, así que se quedó un rato más en la cama. Lo que hizo que se levantara de una vez fue el hambre. Necesitaba desayunar algo, un café con una tostada, estaría bien.

Perezosa y sola en la casa, pues su madre había salido al mercado a comprar algo para la comida, se sintió fatal, ella debería estar trabajando, tener una habitación de adulta, una casa para ella, que pudiera decorar a su estilo. En  la casa de sus padres estaba tan a gusto, a esa casa pertenecía su infancia. Lo que realmente necesitaba era su propio espacio.

Mientras desayunaba decidió que iría a una librería y miraría libros de autoayuda. Debía salir de esa situación y pensó que los libros la podrían ayudar.

En el estante de Coelho se paró, abrió uno de sus muchos libros y ahí estaban las frases que debían ayudarla.

SE VALIENTE. TOMA RIESGOS. NADA PUEDE SUSTITUIR A LA EXPERIENCIA

NINGUNA VIDA ESTÁ COMPLETA SIN UN TOQUE DE LOCURA

EL CAMBIO DE ACTITUD SUCEDE CUANDO NOS ENTERAMOS DE QUE REALMENTE PODEMOS MODIFICAR NUESTRO FUTURO.

Mientras dejaba el libro en la estantería de nuevo, apareció un brillo nuevo en sus ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro,

Tomó una decisión que cambiaría su vida

CLAVE DE SOL

Explosión de tinta





Se derramó por fin la tinta que estaba en el tintero del abuelo.

Esperó  mucho tiempo prensada  entre el cristal macizo y oscuro, por el tiempo.

Todos los días se agitaba esperando su liberación, no podía estar tranquila  sin que su preciada sustancia nadie utilizase.
Ella pensaba que felizmente podría llenar libros, ilustrar sus portadas, dar vida a tanta voz callada.

Un día una pluma, que, estaba vagando por el corredor sin dueño, se apoderó del silencio y oyó los lamentos de ese azulado líquido que brillaba  con destellos, formando caracolas de nácar.

La pluma unió todas sus fuerzas y explosionó el tapón. Sin miedo, se fundieron en la alegría del encuentro. Desde ese día tinta y plumas no se han separado, siendo fieles a su trabajo.

Una algarabía de letras se fusionaron, llegaron las palabras, y se hicieron cómplices en sus gestos. Desde ese día alimentaban manos inquietas.

Otras plumillas que estaban  en pupitres de madera seca, sintieron el frescor de ese líquido azulado que llegó con los tinteros, llenando los huecos vacíos, para  cuando llegasen los niños, descubrieran la unión de plumillas y tinta y desde ese día el líquido hizo brotar en ellos incalculables  sueños, sus primeras palabras escritas fueron:

                ¡¡MI ESCUELA¡¡

Pasados unos años esos niños crecieron, las palabras les hicieron grandes. Nos han ido dejando una buena herencia  en literatura, que hoy nos hacen pasar tardes plácidas, sin prisas, disfrutando con sus creaciones.


VIRPANA

invasión de quijotes





                Este país quijotesco,
                lleno de bellos rincones,
                de tenorios valentones
                y de acento pintoresco.

                En todas las artes hay
                vengadores y pastores,
                que pretenden arrastrarnos
                para lograr sus favores.

                Con palabras rebuscadas
                y recursos engañosos,
                nos demuestran quijotadas
                para ponernos nerviosos.

                Y nos quieren convencer
                para logar nuestro apoyo,
                por su ambición de crecer,
                aunque nos lleven al hoyo.

                Es penoso comprobar ¡amigo Sancho!,
                la ambición por el poder,
                montar el mejor caballo
                y las ganas de ejercer.

                Y… está Sancho cabreado,
                por conseguir una ínsula,
                y gobernalla y regirla,
                igual que si fuera suya.

                Pero esta tierra es así,
                llena de quijotes, tantos,
                que aparecen y se pierden
                con penas y sin encantos.


Trotamundos