Cuando nacemos, toda la vida la tenemos ante nosotros y la muerte nos
acompaña siempre.
Ya de niños se nos muere nuestra mascota, pero nos
cuentan que está en el reino de los animales con lo cual nos hacen pensar que
está bien y es algo bueno, también es para quedarnos más tranquilos.
Cuando somos adolescentes y jóvenes nos creemos
inmortales hasta que llega el día trágico en que se nos
“muere el móvil “, entonces pasamos unos días de verdadera angustia hasta que
nos compramos uno nuevo y volvemos a tener vida social y a pertenecer al mundo.
Cuando después de un tiempo lleno de luz y calor,
viene una tarde desapacible con frio y viento, anunciando el invierno, pensamos
que ya murió el verano.
Cuando cambiamos el armario y sacamos ropa del año
anterior que se nos quedó pequeña o ya no se lleva, la tiramos a la basura y
pensamos; “ya murió la chaqueta roja que
tanto me gustaba” y te pones otra cosa añorándola durante unos días.
La palabra muerte está vedada en una sociedad dedicada
a la vida.
Siempre se mueren los demás.
Ya lo dijo Epicuro, gran filósofo griego:
La muerte es una quimera, porque mientras yo existo, no
existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.
Clave de sol
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