El
hombre se dejó caer en el sillón. Por un tiempo permaneció sentado recordando
lo acontecido la noche y primeras horas
de la madrugada. El sueño se había desvanecido dando paso al insomnio.
Todo comenzó la tarde anterior cuando
tenía que ir a recoger al aeropuerto a los viajeros que regresaban de pasar
unos días de vacaciones en el extranjero.
Antes
de salir, estuvo muy pendiente de la información que le mandaban los familiares
del vuelo que iban a tomar de regreso, así como el retraso que sufriría su salida.
A
última hora de la tarde le confirmaron
por fin la hora de salida del vuelo y tomando las llaves del coche salió de casa con
dirección al lugar donde este se encontraba aparcado. Ya en el vehículo
emprendió rumbo al aeropuerto. Durante
el trayecto comprobó el poco tráfico existente en aquellas horas de la
noche. Por los cristales podía ver el cielo encapotado, amenazando con descargar la
pesada carga que soportaban las nubes. Miró el reloj. Iba con bastante tiempo
por si se producía algún cambio en la llegada del vuelo.
Una vez llegó a su destino, dejó el coche en
el parking y entró en el interior de las instalaciones del aeropuerto
buscando información del vuelo que buscaba.
Las pantallas informaban de las llegadas
y retrasos de los vuelos. Una vez
comprobada la hora del avión que esperaba, se dirigió a la zona de llegadas.
Una vez allí tomó asiento para continuar
la espera.
El tiempo transcurría y el sueño amenazaba con
aparecer, lo que le obligó a levantarse y dirigirse a la máquina de café para
tomarse uno que le impidiera quedarse dormido durante el tiempo que le quedaba
de espera.
Por
momentos la sala se quedaba vacía, después volvía a llenarse con familiares y
amigos que iban a recoger a los viajeros que llegaban. Por fin el avión que esperaba tomó tierra. Tras minutos de espera
salieron los pasajeros que estaba esperando. Se acercó a ellos y después de los
saludos y abrazos, el grupo se dirigió hasta la máquina de control a abonar el
parking y tomar rumbo a casa, pero cuando llegaron a la barrera de salida se
dio cuenta de que no había cogido la tarjeta y no podían salir del
aparcamiento. Tuvo que volver a aparcar e ir a pedir una nueva para poder salir de él.
Ya en
la carretera, la lluvia había empezado a caer fuertemente. Las líneas de la
carretera se borraban ante la gran cantidad de agua que cubría el asfalto. El
trayecto se hizo interminable. En el interior del coche sus ocupantes miraban
al exterior, donde a la lluvia se unió la niebla formando los tres elementos un
manto que dificultaba la visibilidad de la carretera.
Cuando
por fin divisaron las primeras luces de la ciudad, los ocupantes del coche se
sintieron aliviados. No tardarían en
llegar a casa, una vez en ella, tratarían de olvidar por aquella noche los
malos momentos vividos durante el
trayecto.
Había
dejado de llover cuando el hombre regreso a su casa después de dejar a los recién llegados en
la suya. Miró al cielo, las nubes se movían dejando ver alguna estrella entre
ellas.
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