Oye el quebranto de tus enamorados, el alarido de las
multitudes.
Hazme, oh ciudad, poeta oficial de la catástrofe.
 Porque es cierto
que ya no quedan sueños, todos los sueños han sido ya soñados.
Lloro ¡Oh! Dueña de las desolaciones. Impón a mi voz
acento trágico,
y una nueva inspiración a mi ternura. Instrúyeme en el
arte del lamento.
Inspira novedad en mis palabras, soy plagio del lamento
de otros dramas.
Soy el sueño innoble que clausura la agonía.
Dejaron sobre el mar una niebla que avanza eterna, y en
el cielo se proclaman
insólitos prodigios que al chocar, emitían el estrépito
de bajeles destrozados.
En las alturas, cometas de fuego batallan con los astros.
Trescientos años 
antes de la muerte de Cleopatra, el poderoso cadáver
 que ya era Egipto,
padecía aún el yugo de los persas invasores de
  feroz raigambre,
usurpadores de ambición sacrílega.
¡Estrellas! Amigas, compañeras, amantes de mi soledad.
Ese milagro soy yo. Ese portento está dentro de mí, no
tengo que buscar, 
no tengo que pedir. Yo soy el sueño de Alejandría.
Yo soy el único sueño. Que nadie soñó antes.
 Yo soy mí propio
sueño.
QUIRÓN

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