El
canibalismo era una antigua práctica gastronómica que consistía en comerse los
humanos unos a otros, mediante sacrificios rituales o simplemente por hambre.
Aunque está asociado a algunas tribus de cazadores de cabezas que devoraban el
cerebro del enemigo para adquirir fuerza, el canibalismo hoy sigue vigente bajo la especie informática a través de las cuatro o cinco redes
sociales, en una de esas sopas que tanto le gustan a Drácula.
Hubo
un tiempo en que unos gigantes de la
filosofía y de la ciencia, Pitágoras,
Sócrates, Copérnico, Galileo, Newton, Einstein y Hawkins, nos hicieron creer
que el conocimiento sin límites depararía
el progreso, la libertad y la independencia a la humanidad.
Ese sueño se ha desvanecido. Puede que usted
se crea libre e independiente, pero no es más que un ingrediente nutritivo,
atiborrado de publicidad e información toxica, dispuesta para el festín de los
nuevos antropófagos del sistema, quienes por medio de los dispositivos big data, de los blockchains, de las múltiples aplicaciones de la inteligencia
artificial controlan todos los movimientos, hábitos y tendencias de nuestra
vida.
Somos
como nos quiere el poder: consumidores autómatas, controlados, alegres y
desarmados. El conde Drácula ha adquirido una forma digital. Hoy todo el mundo
va con el móvil en la oreja, pegado a la yugular, sin saber que es el lugar más
propicio para que el vampiro ponga a trabajar sus colmillos.
Pero
al final del banquete, ¿dónde depositará los cráneos y las carcasas vacías
cuando el conde Drácula nos haya chupado la sangre? En el móvil tiene que haber
una aplicación.
Pulse
infierno.
QUIRÓN
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