La despertó el sonido del despertador. Inmediatamente
se dio cuenta de que aquel timbrazo la sacaba de un sueño muy real, quiso
apagar el reloj para saborear su sueño, tanteando sin mirar notó que el reloj
cayó al suelo, un poco enfadada puso los pies en las frías baldosas y recogió
el reloj que aún sonaba estridente.
Fue a la cocina y descubrió que no había café, calculó
un momento y pensó que sería buena idea poner la cafetera al fuego y mientras se daría una ducha rápida. El agua
estaba tan calentita que se demoró un poco más de la cuenta, de tal manera que,
cuando fue a la cocina el café había hervido y se había salido dejando un
reguero oscuro a través del mueble blanco y un charco en el suelo al que miró
muy enfadada. Ahora tenía que recogerlo.
Con el ánimo ofuscado fue a vestirse, buscó una
camiseta que no encontró por ningún sitio, desistió y se puso una blusa que no
le apetecía en absoluto. Ya preparada se dispuso a bajar al portal, el ascensor
tardaba demasiado, decidió bajar por las escaleras. Caminando hacia el metro,
un perro que pasó por su lado comenzó a ladrar fuertemente, provocándole un
pequeño susto y pensó ¿qué más me puede pasar hoy?
Pero el destino le tenía reservada una cosa más.
Al momento de cerrarse las puertas del vagón,
empezó a sonar la música, una canción
muy conocida que a ella le gustaba especialmente, llevando el ritmo con los
pies y tarareando se bajó del metro
mucho más contenta de lo que había entrado.
Sonriendo pensó que la música puede hacer que un mal
día cambie por completo.
Clave
de Sol
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