domingo, 14 de octubre de 2018

Olas vagabundas





El capitán Xosé Iglesias llegó a la conclusión de que la de un barco es
una de las dos mejores construcciones humanas. La otra es la poesía.
 En la cartografía de los territorios salvajes hay un lugar marino donde
se podría situar  el centro exacto del abandono.
 Allí donde hay días que se sobrepasa la fuerza de lo medible
en la escala de la fuerza de los vientos de  Beaufort.
Los antiguos fenicios transmitían una regla útil e irónica para enfrentase a
una tempestad: “reza si quieres, pero  no sueltes nunca el timón”.
Iglesias, en la tempestad, no soltaba el timón y ejercía a la vez el derecho de soñar.
Tener su propio barco. “Uno es como el barco que sueña”, dice.
“Si tienes cicatrices las tendrá el barco y según pienses así pensará el barco”.
 El sueño de Xosé no era un gran buque. No era un moderno Titanic.
 Según el santo Brandán, el alma tiene forma de barca.
Y otro legendario navegante, el capitán Joshua Slocun, dio  la vuelta al mundo
en su balandra, el Spray,  que tenía más o menos la eslora del Primero Villar, 
el barco de pesca artesanal que compró Xosé con los ahorros del larguísimo
combate en Rockar. Un alma de nueve metros.
Cuatro años en el extremo Gran Sol, en el límite de lo inaccesible, en el Rockar.
En el sitio  más duro, donde casi nadie se aventura.
De los pioneros gallegos en ese frente sin tregua se decía:
“Barcos de madera, hombres de hierro”. 
En febrero del 2000, un buque oceanográfico ingles registró en el Peñón
de Rockar las mayores olas jamás medidas por instrumentos científicos en el mar.
Olas gigantes a las que también llaman las vagabundas.
Xosé Iglesias  estaba allí, en el Grampian Avenger, aquel febrero, cuando pareció
que se habían dado cita todas las olas vagabundas para tocar el cielo con la cresta.
Una de ellas alcanzó 29 metros de alto. El equivalente a un edificio de 10 pisos.
Lo supo después, cuando los oceanógrafos publicaron el informe.
En la medula del esqueleto le quedó para siempre  la memoria
de la vibración causada por la vagabunda gigante.


Quirón

No hay comentarios:

Publicar un comentario