Santiago
preparaba su paleta de pintor, añadiendo los colores que iba a necesitar para
la realización de la obra a la que iba a dar comienzo.. Ya había proyectado en
el lienzo, con su barrita de carboncillo, las medidas, perspectiva y volumen de
su idea. Pintaría la puerta de caballerizas de la casa de sus padres en el
pueblo, con sus herrajes herrumbrosos y sus maderas carcomidas.
Otra
vez le volvió el dolorcillo en el bajo vientre que le venía atormentando
últimamente. Sería alguna mala digestión. Ya se había tomado un Almax para
contrarrestarlo.
Hizo
la mezcla de varios colores para pintar un cielo del atardecer en su pueblo.
Lanzó la brocha sobre el lienzo y comenzó a pintar la primera mancha. Recordó
sus tiempos de chaval en los que entraba de continuo a la cuadra a cuidar y
limpiar los caballos. Ese olor a hierba seca con la que se rellenaba el suelo
de los boxes donde descansaban los animales. Los herrajes colgados de un clavo.
Todo ello lo tendría que plasmar en su cuadro aunque no se viera a través de la
puerta.
Hoy
ha ido al médico, empujado por su mujer, para que estudiara y diagnosticara de
donde le venían los dichosos dolores, Le ha mandado análisis, radiografía y una
ecografía. Hasta tener los resultados no tiene que volver. Unas pastillas y
unos sobres para aliviarle los dolores mientras tanto.
Después
de fumarse su pitillo en la puerta del taller, Santiago retomó su paleta y sus
pinceles y continuó con su obra. El cielo ya estaba plasmado como el quería.
Comenzó a perfilar la pared de la cuadra y dejó un hueco en blanco donde
pintaría la puerta. La cuadra estaba hecha con piedra del lugar que aguantaba
bien el paso del tiempo.
Hoy,
al ir al servicio, había visto algún rastro de sangre en el inodoro. El
dolorcillo se volvía más continuo. Mañana tenía que visitar al médico con los
resultados de las pruebas.
Le
había salido una hermosa pared donde se veían las sombras y luces que la tarde
proyectaba sobre ella. Unos sillares de piedra y un dosel configuraban el hueco
de la puerta. También había pintado la calle de la cuadra, que se perdía cuesta
abajo hasta las tierras de labor. Por hoy ya estaba bien. El próximo día
remataría la puerta que iba a ser el centro del cuadro, el que más potencia
tenía en la composición pictórica.
Santiago
y su mujer llegaron desolados a casa. El médico había diagnosticado
pancreatitis aguda. Ellos sabían lo que significaba. A Santiago le quedaba poco
tiempo para poner en orden sus cosas antes del irremediable desenlace. Se
acordó de su cuadro, al que faltaba pintar la puerta, y tampoco quiso dejarlo
sin terminar.
Con
intensos dolores ya, retomó su paleta, sus pinceles y sus recuerdos y con
emoción contenida fue apareciendo bajo su pincel una hermosa puerta que
resistía el paso de los años. Lo último que pintó fue el candado que cerraba
para siempre su puerta.
Donde
estés Santiago, seguro que tienes un pincel y un lienzo para pintar tus sueños.
Rabo de lagartija
Puedes d3cir que pintor es? Gracias
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