sábado, 27 de octubre de 2018

La caja de música





        Lorenzo cerró el libro y recostó la cabeza en el sofá. Le estaba venciendo el sueño y se durmió profundamente.

        Elisa estaba en la cocina preparando la cena y los olores fluían hasta el cuarto de estar, donde estaba Lorenzo liado con el puzzle de turno. Qué suerte había tenido. Su mujer, aparte de cariñosa era buena cocinera. A veces le gruñía cuando no hacía las cosas bien, pero siempre acababa dándole un cálido beso.

        Al día siguiente tenían preparada una salida a la capital, donde pasarían todo el día, recorriendo con nostalgia los barrios de su infancia y juventud, comerían en los sitios que más recuerdos les traían, visitarían el casco antiguo, donde sus ascendientes habían participado en la forja de la historia y los grandes acontecimientos que daban prestigio a la ciudad. Rematarían el día disfrutando de una obra teatral divertida que les habían recomendado ver.

        Su vida estaba llena de alegres viajes, buenos amigos con los que compartir ratos agradables, un trabajo digno que les había facilitado disfrutar del tan cacareado estado del bienestar. Únicamente no habían alcanzado uno de sus más deseados sueños, ser padres y crear una gran descendencia. Nunca supieron, ni quisieron saber, el por qué de no engendrar hijos.

        No les afectó la crisis en su fase más cruel y desesperada, como a muchos de nuestros conciudadanos. No tenían deudas ni cargas sociales y su hogar y sus necesidades estaban cubiertas con la jubilación. Envejecerían juntos, amándose con la serenidad y la profundidad que habían encontrado al cabo de tantos años de convivencia.

        Un sobresalto le despertó bruscamente. El dichoso gato se había subido a la estantería y había tirado algo al suelo. Desde que se quedó viudo trataba de paliar su soledad con un animal doméstico que lo entretenía y al que acariciaba y regañaba como si de un hijo se tratara.

        Empezó a sonar una música que en principio le asustó, y al reconocerla le trajo recuerdos gozosos y una lágrima de añoranza. El gato había tirado la caja de música que le regaló hace muchos años a su mujer, y al abrirse con la caída, comenzó a sonar la melodía “Para Elisa”.

Rabo de lagartija

Pequeños placeres





No todo el mundo es consciente de los pequeños placeres que se pueden disfrutar.

Cada persona tiene  sus gustos y costumbres, pero; ¿quién no encuentra placentero, llegar a casa y quitarse los zapatos después de un largo día?

Cuando en invierno sale un poquito el sol y quedarte ahí  parado a  disfrutarlo.

Pararse frente  a un árbol, observar su majestuosidad  y fijarse en el baile que hacen las hojas  e imaginarte una música.

Quedarte cinco minutos más en la cama una fría mañana.

Salir en verano a caminar muy pronto, cuando aun no hace mucho calor.

Las noches de fiestas y baile.

Caminar bajo la lluvia.

Saborear un bombón con los ojos cerrados.

Jugar con los más pequeños.

Nadar en el agua fría.

Estrenar algo de ropa nueva.

Leer, oler y manosear un libro, disfrutando de cada página.

Estar de sobremesa hablando con la gente que aprecias, solamente por el puro placer de estar con ellos.

A veces hay que pararse y  pensar lo  que verdaderamente nos va a dar ese pequeño placer diario que seguro nos merecemos.


Clave de sol

La libertad





Ya se ha hablado en otros tiempos del
divorcio entre las instituciones y la sociedad civil.
Son muchos, demasiados, los procesos judiciales
en marcha que afectan a la libertad de expresión.
Podríamos ironizar: ¡Qué buen momento vive la libertad en España
que andan las jaulas detrás de ella!
Creo que vivimos uno de esos momentos,
y la mejor expresión fue la eclosión feminista del 8 de marzo,
esos millones de personas en la calle, una España avanzada,
en vanguardia democrática, y por otro lado, la perplejidad
de los gobernantes y otros estamentos viriles, como ese arzobispo
que reza un padrenuestro para salvar del pecado “a la prensa libre”. Un estupor
que nos recordaba una estampa de  El ruedo ibérico, de Valle- Inclán,
en La corte de los  milagros: “La gente nea se santigua con susto y aspaviento.
Las doctas calvas del moderantismo enrojecen”.
Son ya demasiados los procesos que atañen
a la libertad de expresión y manifestación.
No solo afectan a jóvenes raperos, artistas provocadores,
titiriteros, sino también activistas ecologistas  o sindicalistas.
Son posiciones  en muchos casos, radicales y orilleras,
pero ese es el espacio, en la orilla, donde se prueba la libertad.
También la tolerancia. En una de esas frases luminosas
que dicen más que un tratado jurídico, el filósofo Charles Péguy advirtió:
“Porque las leyes suelen ser duras se cree que lo que es duro es forzosamente ley”.
Un pensamiento del que podemos sacar muchos injertos.
Tenemos, por ejemplo, una ley muy rigurosa, discutible como ley,
que es  la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, en la voz popular ley mordaza.
Me temo que se está convirtiendo en una causa de inseguridad para la ciudadanía.
La crisis de la que puede aprovecharse para cerrar más una sociedad
o para abrirla.
Los cerrajeros, los que tienen las llaves no pueden llamarse a engaño.
Se habló mucho del valor de los periodistas a propósito de la película
The Post, de Spielberg, sobre los papeles del Pentágono.
Se habló menos del papel decisivo que tuvieron los jueces
en ese asalto adelante en la defensa de la libertad de expresión.
Al principio, un juez federal, Murray Gurfein, atendió la petición de la Casa
Blanca para parar la publicación de esos documentos que demostraban
la política de embuste sistemático a la ciudadanía en la guerra de Vietnam.
El Juez compartía la postura del Gobierno: esa revelación  ponía en peligro la “seguridad nacional”.
Menos  mal que Lisistrata, de vez en cuando, como el 8-M,
sale a limpiar el miedo.

  QUIRÓN

Las tormentas de otoño





             Las tormentas son eso, tormentas
             y el tormento no es bueno,
             porque no es beneficioso
             y destroza lo propio y lo ajeno.

             Este año nos ha tocado de lleno
             en Baleares y en Andalucía,
             también la región de Murcia,
             Cataluña y Valencia, la gota fría.

             Se han perdido vidas,
             se han perdido cosechas,
             han sido grandes destrozos
             en corto espacio de fechas.

             No diremos que la Naturaleza
             es así de violenta, es salvaje
             porque todo lo arrasa
             y lo cambia de pelaje.

             Acaso tendremos que cambiar de actitud,
             respetar más las laderas de los ríos,
             separarnos de sus cauces y sus torrentes,
             para evitar desgracias y escalofríos.

             Ya sé que todo esto no vale nada,
             que lamentarse no repara nada,
             pero tengamos en cuentas lo sucedido,
             para que no nos vuelva lo acontecido.

Trotamundos

sábado, 20 de octubre de 2018

Siempre queda la sonrisa





                            Si tienes preocupaciones,
                            la vida te mete prisa
                            y no encuentras soluciones,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si tu pareja te agobia,
                            si te aprieta la camisa
                            y al trabajo tienes fobia,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si el dinero se termina,
                            no tienes saldo en la visa
                            y la ruina te domina,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si llegan las elecciones
                            y tu conciencia te avisa
                            que no votes a ladrones,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si tu vida ya se otoña,
                            si tu pelo ya se agrisa,
                            depresiones, ni de coña,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si te revisas la boca,
                            el precio no te da risa
                            y en tu ruina desemboca,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si la enfermedad te acecha,
                            no te consuelas ni en misa
                             y tu porvenir se estrecha,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si tu amor se resquebraja,
                            tu vida un cambio precisa
                            y tu lívido rebaja,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si caduca tu belleza
                            y los piropos te sisa,
                            llévalo con entereza,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si tu voz se queda muda,
                            no ejerces de poetisa
                            y tu declamar desnuda,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Cuando por fin te jubilas,
                            el trabajo no es premisa
                            y de nietos no espabilas,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Cuando acabas vacaciones
                            y tu vida queda lisa,
                            con problemas y marrones,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Cuando la Hacienda de España
                            te desangre de esta guisa
                            y tu economía daña,
                            siempre queda la sonrisa.

                            Si tus piernas ya no andan,
                            el pie el suelo no pisa
                            y tus impulsos no mandan,
                            siempre queda la sonrisa.


Rabo de lagartija

Un sistema caníbal





El canibalismo era una antigua práctica gastronómica que consistía en comerse los humanos unos a otros, mediante sacrificios rituales o simplemente por hambre. Aunque está asociado a algunas tribus de cazadores de cabezas que devoraban el cerebro del enemigo para adquirir fuerza, el canibalismo  hoy sigue vigente bajo la especie informática  a través de las cuatro o cinco redes sociales, en una de esas sopas que tanto le gustan a Drácula.

Hubo un tiempo en que unos gigantes de  la filosofía  y de la ciencia, Pitágoras, Sócrates, Copérnico, Galileo, Newton, Einstein y Hawkins, nos hicieron creer que el conocimiento sin límites depararía  el progreso, la libertad y la independencia a la humanidad.

 Ese sueño se ha desvanecido. Puede que usted se crea libre e independiente, pero no es más que un ingrediente nutritivo, atiborrado de publicidad e información toxica, dispuesta para el festín de los nuevos antropófagos del sistema, quienes por medio de los dispositivos big data, de los blockchains, de las múltiples aplicaciones de la inteligencia artificial controlan todos los movimientos, hábitos y tendencias de nuestra vida.

Somos como nos quiere el poder: consumidores autómatas, controlados, alegres y desarmados. El conde Drácula ha adquirido una forma digital. Hoy todo el mundo va con el móvil en la oreja, pegado a la yugular, sin saber que es el lugar más propicio para que el vampiro ponga a trabajar sus colmillos.

Pero al final del banquete, ¿dónde depositará los cráneos y las carcasas vacías cuando el conde Drácula nos haya chupado la sangre? En el móvil tiene que haber una aplicación.

Pulse infierno.    


QUIRÓN  

En el metro





La despertó el sonido del despertador. Inmediatamente se dio cuenta de que aquel timbrazo la sacaba de un sueño muy real, quiso apagar el reloj para saborear su sueño, tanteando sin mirar notó que el reloj cayó al suelo, un poco enfadada puso los pies en las frías baldosas y recogió el reloj que aún sonaba estridente.

Fue a la cocina y descubrió que no había café, calculó un momento y pensó que sería buena idea poner la cafetera al fuego y  mientras se daría una ducha rápida. El agua estaba tan calentita que se demoró un poco más de la cuenta, de tal manera que, cuando fue a la cocina el café había hervido y se había salido dejando un reguero oscuro a través del mueble blanco y un charco en el suelo al que miró muy enfadada. Ahora tenía que recogerlo.

Con el ánimo ofuscado fue a vestirse, buscó una camiseta que no encontró por ningún sitio, desistió y se puso una blusa que no le apetecía en absoluto. Ya preparada se dispuso a bajar al portal, el ascensor tardaba demasiado, decidió bajar por las escaleras. Caminando hacia el metro, un perro que pasó por su lado comenzó a ladrar fuertemente, provocándole un pequeño susto y pensó ¿qué más me puede pasar hoy?
Pero el destino le tenía reservada una cosa más.

Al momento de cerrarse las puertas del vagón, empezó  a sonar la música, una canción muy conocida que a ella le gustaba especialmente, llevando el ritmo con los pies y tarareando  se bajó del metro mucho más contenta de lo que había entrado.

Sonriendo pensó que la música puede hacer que un mal día cambie por completo.

Clave de Sol

Qué hacemos con el gas-oil






         Somos millones de personas que utilizamos el GAS-OIL para movernos por el mundo, y ahora se escuchan voces de que se va a eliminar, porque es un contaminante muy nocivo para la salud, y se habla de suspender la circulación de vehículos que utilizan dicho carburante en ciertas zonas. Pues bien hasta ahí. La salud es lo primero para todos, eso no lo duda nadie, y todo el mundo está de acuerdo.

         ¿Se ha contado cuantos vehículos hay en el mundo que circulan con GAS-OIL?

         ¿Se ha pensado cómo se ha de hacer el cambio a otro tipo de combustible?

         ¿Se ha calculado el coste de dicho cambio?

         ¿Quién pagará el cambio del gasto y cómo se hará?

         ¿Acaso Los propietarios de los vehículos son los culpables del problema?

         Cuando se empezó a consumir el GAS-OIL, nadie explicó a los compradores de vehículos que dicho combustible era malo para la salud. Nos dijeron que era un derivado del petróleo y que, para poder utilizarlos, se tenía que tener un motor preparado para tal fin, y que por eso los motores diesel eran más caros que los de gasolina, y ya lo hemos sufrido en los bolsillos. Y ahora nos dicen que también lo sufrimos en la salud. ¿Es que hasta ahora nadie se ha dado cuenta de lo malo que era? Aún se están vendiendo vehículos de GAS-OIL. ¿Cómo llamamos a eso, estafa, engaño, maldad, atraco?

         Esperemos que aparezca alguien con la mente limpia y las ideas claras, para eliminar pronto algo que nos está dañando, para la salud de todos y…, que sea pronto y efectivo, y que el dolor y el costo económico se haga con responsabilidad por parte del Gobierno, que es el que se lleva buena parte de los beneficios, y no dejemos a un lado las petroleras y los fabricantes de vehículos, que todos son responsables.


Trotamundos

domingo, 14 de octubre de 2018

La puerta





            Santiago preparaba su paleta de pintor, añadiendo los colores que iba a necesitar para la realización de la obra a la que iba a dar comienzo.. Ya había proyectado en el lienzo, con su barrita de carboncillo, las medidas, perspectiva y volumen de su idea. Pintaría la puerta de caballerizas de la casa de sus padres en el pueblo, con sus herrajes herrumbrosos y sus maderas carcomidas.

            Otra vez le volvió el dolorcillo en el bajo vientre que le venía atormentando últimamente. Sería alguna mala digestión. Ya se había tomado un Almax para contrarrestarlo.

            Hizo la mezcla de varios colores para pintar un cielo del atardecer en su pueblo. Lanzó la brocha sobre el lienzo y comenzó a pintar la primera mancha. Recordó sus tiempos de chaval en los que entraba de continuo a la cuadra a cuidar y limpiar los caballos. Ese olor a hierba seca con la que se rellenaba el suelo de los boxes donde descansaban los animales. Los herrajes colgados de un clavo. Todo ello lo tendría que plasmar en su cuadro aunque no se viera a través de la puerta.

            Hoy ha ido al médico, empujado por su mujer, para que estudiara y diagnosticara de donde le venían los dichosos dolores, Le ha mandado análisis, radiografía y una ecografía. Hasta tener los resultados no tiene que volver. Unas pastillas y unos sobres para aliviarle los dolores mientras tanto.

            Después de fumarse su pitillo en la puerta del taller, Santiago retomó su paleta y sus pinceles y continuó con su obra. El cielo ya estaba plasmado como el quería. Comenzó a perfilar la pared de la cuadra y dejó un hueco en blanco donde pintaría la puerta. La cuadra estaba hecha con piedra del lugar que aguantaba bien el paso del tiempo.

            Hoy, al ir al servicio, había visto algún rastro de sangre en el inodoro. El dolorcillo se volvía más continuo. Mañana tenía que visitar al médico con los resultados de las pruebas.

            Le había salido una hermosa pared donde se veían las sombras y luces que la tarde proyectaba sobre ella. Unos sillares de piedra y un dosel configuraban el hueco de la puerta. También había pintado la calle de la cuadra, que se perdía cuesta abajo hasta las tierras de labor. Por hoy ya estaba bien. El próximo día remataría la puerta que iba a ser el centro del cuadro, el que más potencia tenía en la composición pictórica.

            Santiago y su mujer llegaron desolados a casa. El médico había diagnosticado pancreatitis aguda. Ellos sabían lo que significaba. A Santiago le quedaba poco tiempo para poner en orden sus cosas antes del irremediable desenlace. Se acordó de su cuadro, al que faltaba pintar la puerta, y tampoco quiso dejarlo sin terminar.

            Con intensos dolores ya, retomó su paleta, sus pinceles y sus recuerdos y con emoción contenida fue apareciendo bajo su pincel una hermosa puerta que resistía el paso de los años. Lo último que pintó fue el candado que cerraba para siempre su puerta.

            Donde estés Santiago, seguro que tienes un pincel y un lienzo para pintar tus sueños.


Rabo de lagartija

Acaso mañana




Acaso mañana, pensaremos que los seres humanos tenemos menos derechos que los animales

Acaso mañana, nos demos cuenta de quién nos engaña en nuestra propia casa.

Acaso mañana, nos demos cuenta que los contribuyentes somos los malos y los políticos se ríen de nosotros.

Acaso mañana, el sol saldrá para todos y el mundo reirá feliz.

Acaso mañana, las escuelas serán el lugar donde todos lograremos hacernos personas con honor y respeto para con los demás.

Acaso mañana, la sanidad será para todos tal y como algunos loo predican hoy.

Acaso mañana, la convivencia entre todos será pacífica y agradable.

Acaso mañana, la violencia desaparecerá de los hogares, y los hijos no tendrán que soportar los malos tratos de sus mayores, ni ver las heridas que nunca se borran.

Acaso mañana, la razón entre en los hogares y la vida sea eso, vida, y no lo otro.

Acaso mañana, las personas serán más razonables y menos violentas y furiosas.

Acaso mañana, comprenderemos que la vida es eso, vida, y no gritos ni broncas y malos humos, sino comprensión y cariño, que las voces molestan a todo el mundo y hasta los perros se asustan.

Acaso mañana, aparecerá una estrella nueva y borrará la ira, la envidia, el rencor, las malas formas y nos harán cambiar los hábitos que tanto nos atormentan, y un día volveremos a ver la luz de la paz y la concordia.

Acaso mañana. Quién lo verá.


Trotamundos


Olas vagabundas





El capitán Xosé Iglesias llegó a la conclusión de que la de un barco es
una de las dos mejores construcciones humanas. La otra es la poesía.
 En la cartografía de los territorios salvajes hay un lugar marino donde
se podría situar  el centro exacto del abandono.
 Allí donde hay días que se sobrepasa la fuerza de lo medible
en la escala de la fuerza de los vientos de  Beaufort.
Los antiguos fenicios transmitían una regla útil e irónica para enfrentase a
una tempestad: “reza si quieres, pero  no sueltes nunca el timón”.
Iglesias, en la tempestad, no soltaba el timón y ejercía a la vez el derecho de soñar.
Tener su propio barco. “Uno es como el barco que sueña”, dice.
“Si tienes cicatrices las tendrá el barco y según pienses así pensará el barco”.
 El sueño de Xosé no era un gran buque. No era un moderno Titanic.
 Según el santo Brandán, el alma tiene forma de barca.
Y otro legendario navegante, el capitán Joshua Slocun, dio  la vuelta al mundo
en su balandra, el Spray,  que tenía más o menos la eslora del Primero Villar, 
el barco de pesca artesanal que compró Xosé con los ahorros del larguísimo
combate en Rockar. Un alma de nueve metros.
Cuatro años en el extremo Gran Sol, en el límite de lo inaccesible, en el Rockar.
En el sitio  más duro, donde casi nadie se aventura.
De los pioneros gallegos en ese frente sin tregua se decía:
“Barcos de madera, hombres de hierro”. 
En febrero del 2000, un buque oceanográfico ingles registró en el Peñón
de Rockar las mayores olas jamás medidas por instrumentos científicos en el mar.
Olas gigantes a las que también llaman las vagabundas.
Xosé Iglesias  estaba allí, en el Grampian Avenger, aquel febrero, cuando pareció
que se habían dado cita todas las olas vagabundas para tocar el cielo con la cresta.
Una de ellas alcanzó 29 metros de alto. El equivalente a un edificio de 10 pisos.
Lo supo después, cuando los oceanógrafos publicaron el informe.
En la medula del esqueleto le quedó para siempre  la memoria
de la vibración causada por la vagabunda gigante.


Quirón

Días difíciles





Cuando la mente no va acorde con el cuerpo.

El cuerpo no tiene energía para moverse, en cambio la mente va más allá de lo imaginable. O en cambio la mente está perezosa y no deja que el cuerpo se mueva.

Tienes pereza hasta para quitarte el pijama, con lo cual decides estar todo el día con él puesto.

Sin lavarte, sin peinarte, hasta que se te olvida cuántas horas llevas con el pijama puesto.

Cuando el ánimo desaparece y te abandona. ¿Qué haces con el cuerpo?

Cuando la mente te juega malas pasadas y no comprendes lo que te pasa, sólo sientes que quieres estar sola, sin ver a nadie y sin que nadie te vea, porque estás sin peinar, pero es como más a gusto estás. Cuando la gente más cercana a ti, debería hacer que te sientas mejor y por el contrario te ignora, porque creen que ya se te pasará.  Y cuando te dicen algo, sueltas un bufido porque no quieres que nadie te mire ni te vea y menos que te dirijan la palabra porque eso supone el esfuerzo de contestar, aunque después de un tiempo ya  ni contesto.

Cuando pones la radio a todas horas para no escuchar las voces de tu cabeza que no te dejan estar tranquila. Lo que cuenta la radio no te interesa en absoluto pero hace que lleves la mañana más fácil pues dejas de pensar en tantas tonterías. Los pensamientos inútiles hacen que estés cansada físicamente.

Todo esto es más duro cuando has sido una persona optimista, alegre, sonriente y te ves en el espejo y no pareces tú. No puedes parar de pensar en lo que te está pasando y cómo has cambiado.

Cuando salir a la calle simplemente te hacía feliz, ahora pasan los días y no sales y si tienes que salir a algo, vas mirando al suelo y rápidamente para volver a tu refugio y no ver a nadie y por supuesto que nadie te vea con esa cara.

Quieres que todo vuelva a ser como antes, pero sabes claramente que nada podrá volver a ser como antes porque tú has cambiado.

Es otra etapa de la vida, pero mucho más difícil de superar.

Cuando ves el sol a través de la ventana y recuerdas lo que el sol significaba para ti antes de todo este proceso que está acabando contigo.

El sol era la alegría y entrar por la ventana te hacía bailar, ahora estás cabizbaja y ni siquiera lo aprecias, pero te trae buenos recuerdos.



Clave de Sol