Su origen ya contiene un halo de misterio. Se alimenta el lago de los
acuíferos procedentes del norte y el oeste, en la zona de la Alta Garrotxa.
Desde allí las aguas se filtran y corren a través de una red de canales,
conocida como el “acuífero confinado”. de pronto brota el agua hacia el
exterior formando una cuenca que fascinó
al hombre del Neolítico, que se estableció en uno de los recodos del lago hace 7.000 años.
Dorado, azul turquesa, verde esmeralda,
gris, rosado, lila…, así es este legendario lago según lo refleje el sol o la
hora del día. Es un recorrido fascinante por las fantasías del pasado y del
presente de este mágico rincón de provincias.
Un arqueólogo decía de los
habitantes neolíticos del lago: “Tan sólo
la tecnología nos separa de ellos”. El motor de sus vidas entre estos sauces
llorones era el mismo que el nuestro: “Buscar la paz y la tranquilidad propia y
la del clan”. Sin embargo, era distinto el entorno hace millones de años. La
atmósfera a la orilla del río era propicia al misterio, a ocultar secretos,
donde pescar los preciados triops, un crustáceo prehistórico, cuyo rastro se
pierde en el origen de los tiempos.
Este misterio que envuelve las
enigmáticas aguas del lago, es aún mayor cuando recorres el perímetro y te
encuentras con unos parajes que son el marco adecuado para hacer volar la
imaginación qué, como veloz saetilla que se escapa rauda de los pliegues
sugerentes del alma, se pierde... Es sorprendente la facilidad con la que el
lago cambia el color de sus aguas. Al alba refleja por toda su superficie los
destellos dorados del sol que se multiplican en el ondulante movimiento de la brisa
sobre la superficie dorada.
Por la mañana se vuelve azul turquesa,
verde esmeralda o gris claro. De lejos le da un toque tornasolado que ensombrece
algunas zonas más profundas, donde abundan las algas. Todo depende si brilla el
sol o si sopla el viento. Si esto ocurre, sobre todo al atardecer, el agua coge
tonos rosados y lilas. Si llueve, el lago se escapa de sus límites, huye y sus
aguas inundan todo a su paso: caminos y prados son anegados y la niebla se
desliza silenciosa expandiéndose como un suave manto temeroso sobre las aguas, hasta convertir el
paraje en un tenebroso y extraño misterio.
No es de extrañar que una antigua
tradición situara aquí la morada de un
temible dragón, y que de eso quede el Hoyo del Dragón. Una historia que hunde
sus raíces en un pasado tan lejano como pantanoso, de cuando el lago inundaba
el paraje de la Draga
y así se canalizaba a través de una grieta en una roca. A partir de esta
hendidura, el agua bajaba como en un embudo y producía tal ruido que parecía
que el dragón monstruoso se estuviera tragando a todos aquellos que se
acercaban al lago confiados por su belleza.
Un historiador local cuenta que hace
suponer que los hombres del Neolítico que vivían cerca de las aguas del lago
empezaran a contar historias fantásticas de esta grieta. Descubrieron el lago y aprovecharon las posibilidades que
sus aguas les ofrecían. Y su leyenda terrorífica les servía para ahuyentar a posibles asentamientos de otras
tribus no convenientes…
QUIRÓN
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