sábado, 28 de mayo de 2016

Conciencias en suspensión




 Un antiguo fragor batallador de frases y palabras entontecieron los sentidos ciudadanos, que quedaron como  acorchados por tanta palabrería  rápida, leve, de contenido turbio, para quien confiaba en políticos salidos de la Transición. Así nos mantenían, en una fatua posición del estado de bienestar, de la que nos apearon en marcha y sin avisar para que nos estrellásemos.

En estos días de primavera de 2016, cuando agobiados y cabreados nos relatan por todos los medios, las milongas del caso Púnica. La última borrachera de esa ristra  interminable de corrupciones y grandes chorizadas, nos habíamos situado en la etapa del escándalo y la indignación. Con los casos de Gürtel, Malaya, Palma Arena, Nóos, ERE, Palau, preferentes, tarjetas black, Rato, Bárcenas,  e incontables  cargamentos de basuras más.

            El shock de la crisis se volvía estupor ante el descarado vuelo de la rapiña, en un paisaje de recorte social  y empobrecimiento. Habíamos  asistido al esperpento del auto de fe del juez Garzón. Para regocijo de corruptos y carcamales, te quedabas perpleja al ver que algunos cargos políticos, imputados en expolios del patrimonio público, eran jaleados a la puerta de los juzgados. Pero era un espejismo: la mayoría de la gente  estaba realmente harta. Al  límite
.
De pronto, hubo un momento que salió a la superficie esa realidad oculta: la mayoría social no era indiferente, no aceptaba la suspensión de la conciencia. La mayoría podía valorar positivamente la Transición, pero no que se la utilizase como tapadera del conformismo corrupto.

En está clave de humor sutil, que germina en lo frágil como una arquitectura de la inteligencia, creo  que en España hemos llegado a la preocupante fase histórica  de contar chistes y reírse sin parar.  Esto me recuerda a J. Antonio y sus chistes.

Dos ejemplos: Castelao, “en una de sus viñetas cuenta como una madre enfadada le dice a su hijo ¿Por qué no quieres ir nunca a la escuela? Y él responde “porque siempre me preguntan lo que no sé”. Y la otra es,  “Sobre un zar ruso que quiere imponer un nuevo impuesto a unos poblados judíos, y envió a su consejero a alguno de esos poblados para observar la reacción. El informador regresó con datos muy preocupantes: la gente estaba muy indignada, lo consideraba un abuso. El zar decidió duplicar el impuesto. Y el consejero regresó con un informe sorprendente. La gente hacia chistes y todo el tiempo se reía del zar insaciable, y de los abusos de los mandamases. El zar, después de pensarlo, reaccionó preocupado: “Si están haciendo chistes, dejemos las cosas como están. No  se les va a poder sacar ni un rublo más
.  
             Quizás  el Gobierno podía mirarse en el zar, no sea que nos dé por hacer chistes y reír.


QUIRÓN 

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